Dios está en el corazón del
hombre
“Este pueblo me honra con
los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejan a un lado el mandamiento
de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres.
Iº lectura: Dt 4, 1-2.6-8; Salmo: 14;
IIº lectura: St 1, 17-18.21b.22-27; Evangelio: Mc 7,1-8,14-15.21-23
Es
imprescindible reconocer y sentir la presencia de Dios en medio de su pueblo y
sobre todo cuando sabemos el deber que, como cristianos, debemos llevar a cabo
sin doblez y con sinceridad. La pureza del alma, que el Señor pide a sus
fieles, está lejos de las simples formalidades y apariencias. Es por ello que
debemos, sin miedo, acercarnos a Dios, no solo con los labios sino con el
corazón, con el fin de dar testimonio de vida cristiana y de ser testigos
fieles del mensaje del Evangelio.
La fe
cristiana se vive en la medida en que pasamos de la exterioridad de los gestos
a la esencia de nuestro comportamiento, que será santo en la medida en que
corresponda al de Jesús. En este momento de nuestra vida, estamos llamados a
purificar nuestras ideas y nuestras actitudes en relación con Dios: si
acentuamos la atención a las palabras y al ejemplo de Jesús, nos preocuparemos
menos de lo exterior y más de lo interior; escucharemos más la voz de Dios;
seremos santos no tanto por lo que nuestros labios pronuncien sino por lo que
nuestras actitudes dicen.
"Lo
que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre"
La pureza
interior es condición de todo amor, y ella se obtiene a través de una lucha
perseverante en la alegría de los hijos de Dios. Esta lucha es constante para
poder estar junto a Dios, alejando todo pensamiento o sentimiento que no ayude
a cultivar la gracia que purifique nuestra vida.
El
cristiano hoy debe tener presente: en primer lugar que la pureza es algo
verdadero, real, cierto y se debe pedir con sinceridad al Señor y practicarla
con convicción de corazón. En segundo lugar que la presencia de Jesús en
nosotros es presencia reveladora de esperanza y fe, que nos lleva a dar
testimonio con la palabra y ejemplo de la pureza que viene de Él y en tercer
lugar, ser conscientes de la importancia de alimentar con valores y buenos
sentimientos nuestro corazón, de lo bueno que tengamos podremos ser testigos
del amor de Dios y transmitirlo al prójimo. Sigamos la luz de Dios, vivamos en
nuestra familia y comunidad el deseo de caminar siguiendo la luz que Él nos da,
siendo testigos del Evangelio, dejándonos seducir por Dios para que cada
palabra, cada gesto, cada cosa que hagamos nos ayude a solidarizarnos con
aquellos que necesitan amor, paz y tranquilidad.
María, madre y maestra de oración
Nuestra
Madre del Cielo nos enseña a ser perseverantes en la oración y en la fidelidad.
Ella misma, siendo sagrario de Dios, nos da ejemplo de dignidad, respeto y vida
espiritual ante la presencia de Él en nuestra vida. Sigamos su testimonio y
hagamos de nuestra vida, templos vivos decididos a proclamar la Palabra de Dios
como testigos fieles de la Misión que tenemos como cristianos. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com