Decir gracias no cuesta…
Cada vez que culminamos algo tenemos la satisfacción de haber contribuido a ello y constatamos que el corazón se engrandece, sintiéndonos partícipes de la alegría que llena nuestro ser. Existe una palabra que decimos cada vez que queremos dar a entender que estamos complacidos y contentos por lo realizado, es una palabra que conocemos pero a la vez olvidamos, es una palabra que dice todo y a la vez puede dejar en algunos un sabor de pena, es una palabra que concluye una etapa y comienza otra... esa palabra es corta pero está llena de un gran significado: GRACIAS. Esto nos lleva a pensar en la importancia de una palabra tan pequeña pero de gran significado; nos lleva a creer que es posible reconocer con pequeños detalles la obra tan maravillosa que Dios hace en nosotros, nos lleva a decirla con todo nuestro corazón. Las gracias se dan por haber aprovechado el tiempo, por entender que este va de la mano junto a ella... Leamos con atención la siguiente historia: “un alma recién llegada al cielo se encontró con San Pedro. El santo llevó al alma a un recorrido por el cielo. Ambos caminaron paso a paso por unos grandes talleres llenos con ángeles. San Pedro se detuvo en la primera sección y dijo: “Esta es la sección de recibo. Aquí, todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas”. El alma miró a la sección y estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando peticiones escritas en voluminosas hojas de papel de personas de todo el mundo. Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección y san Pedro le dijo: “Esta es la sección de empaque y entrega. Aquí, las gracias y bendiciones que la gente pide, son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron”. El alma vio cuán ocupada estaba. Había tantos ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo empacadas y enviadas a la tierra. Finalmente, en la esquina más lejana del cuarto, se detuvieron en la última sección. Para su sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella ocioso haciendo muy poca cosa. “Esta es la petición del agradecimiento”, dijo san Pedro al alma. “¿Cómo es que hay poco trabajo aquí?”, preguntó el alma. “esto es lo peor - contestó san Pedro-. Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”. “¿Cómo uno agradece las bendiciones de Dios?”, preguntó el alma. “Simple - contestó san Pedro -. Sólo tienes que decir, gracias Señor”.
No dejemos que se acabe en un instante la grandeza de esta palabra, que aún en su sencillez, no deja de llenar el corazón de todos aquellos que buscan con amor reconocer en los otros que es posible decir, sin temor a equivocarse: GRACIAS...
Dios les conceda a nuestros lectores un feliz año, colme de paz y alegría cada corazón y podamos todos seguir sirviendo al prójimo, viendo el rostro de Cristo en los pobres y excluidos, dando nuestro aporte “para la renovación moral de nuestra sociedad y la defensa y consolidación de la institución familiar en nuestra región”. Dios les bendiga. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com