José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz Año 2011

Decir gracias no cuesta…

Cada vez que culminamos algo tenemos la satisfacción de haber contribuido a ello y constatamos que el corazón se engrandece, sintiéndonos partícipes de la alegría que llena nuestro ser. Existe una palabra que decimos cada vez que queremos dar a entender que estamos complacidos y contentos por lo realizado, es una palabra que conocemos pero a la vez olvidamos, es una palabra que dice todo y a la vez puede dejar en algunos un sabor de pena, es una palabra que concluye una etapa y comienza otra... esa palabra es corta pero está llena de un gran significado: GRACIAS. Esto nos lleva a pensar en la importancia de una palabra tan pequeña pero de gran significado; nos lleva a creer que es posible reconocer con pequeños detalles la obra tan maravillosa que Dios hace en nosotros, nos lleva a decirla con todo nuestro corazón. Las gracias se dan por haber aprovechado el tiempo, por entender que este va de la mano junto a ella... Leamos con atención la siguiente historia: “un alma recién llegada al cielo se encontró con San Pedro. El santo llevó al alma a un recorrido por el cielo. Ambos caminaron paso a paso por unos grandes talleres llenos con ángeles. San Pedro se detuvo en la primera sección y dijo: “Esta es la sección de recibo. Aquí, todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas”. El alma miró a la sección y estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando peticiones escritas en voluminosas hojas de papel de personas de todo el mundo. Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección y san Pedro le dijo: “Esta es la sección de empaque y entrega. Aquí, las gracias y bendiciones que la gente pide, son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron”. El alma vio cuán ocupada estaba. Había tantos ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo empacadas y enviadas a la tierra. Finalmente, en la esquina más lejana del cuarto, se detuvieron en la última sección. Para su sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella ocioso haciendo muy poca cosa. “Esta es la petición del agradecimiento”, dijo san Pedro al alma. “¿Cómo es que hay poco trabajo aquí?”, preguntó el alma. “esto es lo peor - contestó san Pedro-. Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”. “¿Cómo uno agradece las bendiciones de Dios?”, preguntó el alma. “Simple - contestó san Pedro -. Sólo tienes que decir, gracias Señor”.

No dejemos que se acabe en un instante la grandeza de esta palabra, que aún en su sencillez, no deja de llenar el corazón de todos aquellos que buscan con amor reconocer en los otros que es posible decir, sin temor a equivocarse: GRACIAS...

Dios les conceda a nuestros lectores un feliz año, colme de paz y alegría cada corazón y podamos todos seguir sirviendo al prójimo, viendo el rostro de Cristo en los pobres y excluidos, dando nuestro aporte “para la renovación moral de nuestra sociedad y la defensa y consolidación de la institución familiar en nuestra región. Dios les bendiga. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

domingo, 26 de diciembre de 2010

La Sagrada Familia

¡Gracias a Dios por la familia!
“El Señor les ha perdonado: hagan ustedes lo mismo”

Este domingo es la continuación del itinerario que todo cristiano debe cultivar y construir: la vida en familia como don de Dios pidiendo para ella y para el mundo la luz de Dios y la paz. Las lecturas de este día nos preparan para comprender no sólo lo que es una familia, sino lo que en la vida cotidiana debemos hacer: honrar los padres, sobrellevarse mutuamente, perdonarse, ser luz y fomentar la unidad…

Un mensaje de paz para la familia y el mundo
La vida de todos y cada uno de nosotros debe ser testimonio de paz, de unidad, de armonía. Ello se consigue si vivimos en el respeto, con educación, ayudando a quien lo necesita y fortaleciendo nuestra fe. En medio del desinterés de muchos, tenemos el total amor de Jesús que nos hace parte de su familia, aún en medio de las dificultades que se nos puedan presentar. Es necesario seguir pidiendo por ella a fin que sea fuente de la vida que experimentamos gracias a la presencia de Dios. La paz debe ser el signo y el símbolo que acompañen la existencia de tantas almas necesitadas de Dios; tantos hombres y mujeres sedientos de su amor, deseosos de tranquilidad y de armonía; tantos niños que más que un juguete necesitan cariño y ternura; tantos jóvenes que más allá de vicios cargados de curiosidad, necesitan una mano amiga, que les acompañe a ser auténticos portadores de esperanza. La paz es signo de amor en la familia de la humanidad cuando cada hombre y cada mujer asumen sus propios retos y sus propias responsabilidades; cuando quienes gobiernan los pueblos del mundo se adhieren a vivir en unidad y trabajar por ella; cuando quienes la predicamos, trabajamos y luchamos por ella teniéndola en alto como el gran valioso tesoro que es. Este domingo se nos invita a que cada día valoremos lo que tenemos: nuestros padres, hermanos, amigos. Se nos pide ser testigos en espíritu y verdad del amor de Dios, reflejado concretamente en el rostro de tantos hermanos y hermanas nuestros, que mirando al cielo claman a Dios para así poder mirar a la tierra y encontrar quien les ayude. No dejemos que este fin de año sea uno más de tantos en los cuales el protagonismo lo tienen las cosas materiales, seamos portavoces del protagonismo que Jesús niño posee, no por deseos de poder sino con el poder de amar y compartir con los corazones y las alamas sedientas de paz y hermandad.

Caminemos juntos con la Sagrada Familia…
No dejemos apagar la llama que la Navidad encendió en nuestros corazones; seamos esa luz que camina hacia los sitios más recónditos dónde necesiten de ella. Llevémosla junto a Jesús, José y María, a todas las familias, a todos los hogares y si a alguno de ellos no podemos llegar, dejemos que se extienda gracias a los sentimientos de unidad, de fe y de hermandad que existen en nuestras comunidades, cultivando aún más el deseo de evangelizar en espíritu y verdad sin excluir a nadie, siendo testigos de la verdad y la justicia.

Para todos nuestros lectores el más sincero deseo de paz.
Que de ella se desprendan los más hermosos sentimientos para todos sin distinción de raza o credo o condición social. Luchemos para que nadie impida la entrada de la acción misericordiosa y plena del amor de Dios en nuestros corazones. Dios les bendiga a todos.

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...