“Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de su fe, el esfuerzo de su amor y el aguante de su esperanza en Jesucristo, nuestro Señor.”
I° lectura: Is 45, 1. 4-6; Salmo: 45; II° lectura: I Tes 1, 1-5b; Evangelio: 22, 15-21
Salir al encuentro del Señor, es encontrarse con aquel que viene a traernos paz y armonía a nuestros corazones. Él se da a conocer y se presenta como el camino a seguir, es Dios, no hay otro (I° lectura), ya que Él es digno de nuestra alabanza y adoración (Salmo). Esto nos conduce a vivir con fe, fortaleza y convicción en aquel que nos ayuda y nos guía (II° lectura). Este domingo, en medio de todo lo que se nos regala en la palabra de Dios, podemos reflexionar sobre el rol del cristiano y cómo en su vida debe reinar, en nombre del Altísimo, la justicia y todo lo que ella comporta.
¿Qué estamos dando a Dios?
Se hacía notar la presencia de la justicia en la liturgia de hoy. El Evangelio nos presenta el deseo de algunos por hacer daño a Jesús, querían comprometerlo ante todos y, como decimos en lenguaje popular, hacerlo quedar mal en todos los sentidos. Se le pregunta a Jesús, con una inicial ironía y sarcasmo, si es lícito pagar tributo al Cesar o no. Esta pregunta es un modo para hacer notar la mala intención de algunas personas hacia Jesús. Hoy día, lamentablemente existen situaciones en las cuales desafiamos el amor de Dios y su infinita misericordia. Tildamos a Dios de injusto si nos pasa algo malo o tenemos algún problema, pensamos que si no obtenemos lo que queremos, es porque Dios no quiere o no nos escucha. Nada más lejos de eso porque Dios es justo y recto. El problema existente es la falta de valentía, temores infundados e incoherencia constante. Con esto no se pretende decir que todo está mal, sino que se puede mejorar lo que sea necesario. “Dar a Dios lo que es de Dios”, es entregar nuestra vida a quien nos regala cada día su amor y su paz; es encontrar en el prójimo el espacio para aplicar la justicia; es llevar a cada corazón, a cada hombre y mujer, el Evangelio de la vida y de la justicia; es reconocer en cada persona su dignidad, sus derechos, sus deberes; es luchar con dedicación por cultivar valores en las familias, en las comunidades, en toda la sociedad, en la Iglesia. En la respuesta de Jesús encontramos la justicia que todos y cada uno de nosotros debemos practicar. Muchas veces, por estar cumpliendo al Cesar, olvidamos nuestros deberes con Dios y lo que, como cristianos y discípulos de Jesús, estamos llamados a vivir: ser coherentes y justos. Seamos testigos del Evangelio, entendamos de una vez que es necesario amar a Dios por sobre todo; ante todo está Él y por Él y para Él, es que vivimos, nos movemos y existimos.
Con la bendición de María Santísima
En este mes dedicado a la Virgen del Rosario, dediquemos tiempo a rezar el santo Rosario, a hacer obras de caridad y a reflexionar cada vez más sobre el verdadero sentido de la justicia en nuestra vida y con relación al prójimo. María Santísima, nuestra madre del Rosario, nos guía, nos acompaña y nos bendice, acerquémonos cada vez más a ella, a la Iglesia, a los Sacramentos y demos a Dios lo que es de Dios. Así sea.
Salir al encuentro del Señor, es encontrarse con aquel que viene a traernos paz y armonía a nuestros corazones. Él se da a conocer y se presenta como el camino a seguir, es Dios, no hay otro (I° lectura), ya que Él es digno de nuestra alabanza y adoración (Salmo). Esto nos conduce a vivir con fe, fortaleza y convicción en aquel que nos ayuda y nos guía (II° lectura). Este domingo, en medio de todo lo que se nos regala en la palabra de Dios, podemos reflexionar sobre el rol del cristiano y cómo en su vida debe reinar, en nombre del Altísimo, la justicia y todo lo que ella comporta.
¿Qué estamos dando a Dios?
Se hacía notar la presencia de la justicia en la liturgia de hoy. El Evangelio nos presenta el deseo de algunos por hacer daño a Jesús, querían comprometerlo ante todos y, como decimos en lenguaje popular, hacerlo quedar mal en todos los sentidos. Se le pregunta a Jesús, con una inicial ironía y sarcasmo, si es lícito pagar tributo al Cesar o no. Esta pregunta es un modo para hacer notar la mala intención de algunas personas hacia Jesús. Hoy día, lamentablemente existen situaciones en las cuales desafiamos el amor de Dios y su infinita misericordia. Tildamos a Dios de injusto si nos pasa algo malo o tenemos algún problema, pensamos que si no obtenemos lo que queremos, es porque Dios no quiere o no nos escucha. Nada más lejos de eso porque Dios es justo y recto. El problema existente es la falta de valentía, temores infundados e incoherencia constante. Con esto no se pretende decir que todo está mal, sino que se puede mejorar lo que sea necesario. “Dar a Dios lo que es de Dios”, es entregar nuestra vida a quien nos regala cada día su amor y su paz; es encontrar en el prójimo el espacio para aplicar la justicia; es llevar a cada corazón, a cada hombre y mujer, el Evangelio de la vida y de la justicia; es reconocer en cada persona su dignidad, sus derechos, sus deberes; es luchar con dedicación por cultivar valores en las familias, en las comunidades, en toda la sociedad, en la Iglesia. En la respuesta de Jesús encontramos la justicia que todos y cada uno de nosotros debemos practicar. Muchas veces, por estar cumpliendo al Cesar, olvidamos nuestros deberes con Dios y lo que, como cristianos y discípulos de Jesús, estamos llamados a vivir: ser coherentes y justos. Seamos testigos del Evangelio, entendamos de una vez que es necesario amar a Dios por sobre todo; ante todo está Él y por Él y para Él, es que vivimos, nos movemos y existimos.
Con la bendición de María Santísima
En este mes dedicado a la Virgen del Rosario, dediquemos tiempo a rezar el santo Rosario, a hacer obras de caridad y a reflexionar cada vez más sobre el verdadero sentido de la justicia en nuestra vida y con relación al prójimo. María Santísima, nuestra madre del Rosario, nos guía, nos acompaña y nos bendice, acerquémonos cada vez más a ella, a la Iglesia, a los Sacramentos y demos a Dios lo que es de Dios. Así sea.
Dare al Cesare ciò che è del Cesare, vuol dire dare a ognuno ciò che li corrisponde. Forse non diamo con pienezza agli altri ciò che dobbiamo, nemmeno lo facciamo con Dio...magari sarebbe giusto essere più fedeli e veri discepoli di Gesù, essendo testimoni del Vangelo della verità, dell'amore, della pace...Siamo portatori della parola di Dio, del suo amore, della sua pace...Maria Santissima ci aiuti a dare sempre a Dio la nostra vita, il nostro cuore...così sia...
P. José Lucio León Duque