“DIOS ES QUIEN
LLAMA”
“Todo Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.” (Hb 5,1)
“Todo Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.” (Hb 5,1)
Iº lectura: Jer 31, 7-9; Salmo: 125; IIº lectura: Heb 5, 1-6; Evangelio:
Mc 10, 46-52
Las lecturas de este domingo nos
regalan varios temas de reflexión. Como cristianos y testigos del Evangelio, estamos en un camino de esperanza que se
complementa en la vida cotidiana con las obras de caridad y el deseo de ver y
vivir cada vez mejor, el itinerario de fe que debemos recorrer. La vista,
sentido que regala el Señor a Bartimeo, nos lleva a meditar nuestra situación
personal: ¿estamos ciegos? o por el contrario, ¿nos dejamos curar por Dios?
Veamos.
“ÁNIMO, LEVÁNTATE, QUE TE LLAMA”
La invitación de Jesús a seguirlo, a escucharlo, a verlo, es una llamada de
amor y de paz. Es un momento privilegiado, ya que el Señor ofrece
su salvación no solo al alma sino también al cuerpo. Al ciego le devuelve la
vista, le concede la oportunidad de poder encontrar luz en el camino y en la
vida, le regala la posibilidad de salir de la oscuridad para ser testigo de la
claridad que existe si vivimos inmersos en su corazón. “Ánimo, levántate,
que te llama” (Mc 10, 49). Es
la frase que se convierte en vida, en esperanza, es fe. Es la invitación a ver
en Jesús el camino que nos lleva a la verdad, que nos devuelve la vista, que
nos estimula a vivir como hermanos, ayudándonos en lo que sea necesario.
Levantarse es dejar atrás las
malas costumbres, es unirse cada vez más al testimonio de vida que Dios nos
ofrece; es dar a los demás la posibilidad de ver con más certeza el itinerario
que nos lleva a Dios, que nos conduce por sendas de unidad con el fin de recoger
los mejores frutos. Levantarse es fomentar la honestidad, la verdad, la
fortaleza; levantarse es tener la fuerza para dar el paso decisivo en la
conversión de vida. Nuestra petición debe ser como la del ciego: pedir
misericordia y compasión, a través de ello lograremos purificarnos y ayudar a
tantas personas que están necesitadas de luz, de guía, de acompañamiento. Así
mismo, es necesario afianzar cada vez más nuestra fe en Dios y pedir por los
sacerdotes quienes, como representantes de Dios, llevamos en su nombre el
mensaje del Evangelio de la verdad a todos sin exclusión.
Pidamos con fe a Dios nos dé la
vista, para experimentar su vida en profundidad, siendo testigos de su amor,
sacando las dudas que puedan existir en nuestros corazones y así poder caminar
hacia la luz que nos lleva a la salvación.
MARÍA, MAESTRA DE FE
De la mano con María, nuestra madre del Rosario, podemos caminar seguros y
con humildad para recibir con amor los dones que Dios nos da, y que se
convierten en gozo y gracias abundantes. El Espíritu
Santo nos ilumine y haga de todos y cada uno de nosotros fieles discípulos que
sienten en su corazón la misericordia y la paz como un regalo amoroso de Dios.
Nuestra oración se eleve al Todopoderoso por nuestros sacerdotes, por el ministerio
que, en nombre de Jesucristo, vivimos día a día en medio del pueblo santo de
Dios. Así sea.
José Lucio León
Duque
joselucio70@gmail.com