José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 20 de agosto de 2016

XXI° Domingo del Tiempo Ordinario, 21 de agosto de 2016

ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA
“Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo muchos intentarán entrar y no podrán.”

I° lectura: Is 66, 18-21; Salmo: 116; II° lectura: Heb 12, 5-7.11-13; Evangelio: Lc 13, 22-30

Estos días de “vacaciones” son favorables para reflexionar sobre el tiempo que dedicamos a Dios. Lo más importante del ser cristianos es la dicha de vivir y estar en comunión, sentirnos una sola alma, un solo cuerpo como Iglesia de Jesús que somos. Esto es lo que nos enseña la Iglesia de los orígenes, los primeros seguidores y discípulos de Jesús.

Sólo es posible guiar a los demás si desde lo profundo de nuestros corazones se proclama la grandeza de Dios, su amor, su misericordia, su justicia. Los caminos de Dios son algunas veces duros, otras, más llevaderos; son caminos en los cuales la exigencia consiste en ser perfectos en la humildad, en la medida en que estemos unidos a Él. 

BUSQUEMOS LA PUERTA ESTRECHA, ESFORCÉMONOS, ENTREMOS Y QUEDÉMONOS

Jesús, en su deseo por hacernos partícipes de su mensaje, nos invita a algo concreto: esforzarse por entrar por la puerta estrecha. Esto no se hace con “romanticismos” ni ilusiones vanas, se consigue experimentando en la propia vida el deseo de seguirlo con el corazón y con la vida misma.

Esforzarse quiere decir combatir, luchar, permanecer firmes en aquello que nos hemos propuesto. Una puerta estrecha indica un lugar de dificultad. ¿Qué hacemos ante los problemas, las dificultades, ante los caminos que se nos presentan sin aparente vía de salida? Se necesita perseverancia, no rendirse, luchar, usar nuestras fuerzas. Perseverar es insistir sobre algo, saber esperar, saber aceptar alguna derrota momentánea pero sin desviar la mirada del propósito inicial.

Esforzarse por entrar por la puerta estrecha es dedicar la vida a escuchar con atención a Jesús, escoger la mejor parte, colaborar en la unión de los hombres, vivir y anunciar con convicción el Evangelio. Todo ello es, a su vez, consecuencia del bautismo ya que entramos a formar parte del Cuerpo Místico de la Iglesia. De aquí en adelante debemos luchar y trabajar por algo fundamental: quedarnos, mantenernos y buscar la salvación.

Es necesario centrar nuestra vida en Jesús, su palabra y su testimonio. En la medida en que sepamos vivir nuestro cristianismo y arraigarlo en nuestro corazón, es que entenderemos el mensaje de este domingo: entrar por la puerta estrecha que está en Dios, en el mensaje de Jesús y en la vida que todos y cada uno de nosotros construya con la convicción de que la vía hacia la felicidad es dura pero vale la pena esforzarse por estar en ella.

En medio de la actual situación, se respira un aire de esperanza; se puede sentir que cristianos y no cristianos gritan al mundo el deseo de vivir la paz y la reconciliación, algo de lo que carecemos y que aparentemente, para muchos, parece no hacer falta. 

MARÍA SANTÍSIMA, GUÍA NUESTRO CAMINAR

Nuestra Madre de la Consolación nos acompaña y nos guía. Ella es el pilar en el cual se apoya nuestra vida y nuestro peregrinar. Su bendición y su amor son garantía del amor de Dios, de su paz y de su misericordia hacia sus hijos. Pidámosle a ella y seamos testigos de su amor, sólo así experimentaremos el hecho de ser portavoces de la verdadera renovación como discípulos y misioneros.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...