ENTRAR POR LA PUERTA
ESTRECHA
“Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo muchos intentarán entrar y no podrán.”
“Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo muchos intentarán entrar y no podrán.”
I° lectura: Is 66, 18-21;
Salmo: 116; II° lectura: Heb 12, 5-7.11-13; Evangelio: Lc 13, 22-30
Estos días de “vacaciones” son favorables para
reflexionar sobre el tiempo que dedicamos a Dios. Lo más importante del ser
cristianos es la dicha de vivir y estar en comunión, sentirnos una sola alma,
un solo cuerpo como Iglesia de Jesús que somos. Esto es lo que nos enseña la
Iglesia de los orígenes, los primeros seguidores y discípulos de Jesús.
Sólo es posible guiar a los demás
si desde lo profundo de nuestros corazones se proclama la grandeza de Dios, su
amor, su misericordia, su justicia. Los caminos de Dios son algunas veces
duros, otras, más llevaderos; son caminos en los cuales la exigencia consiste
en ser perfectos en la humildad, en la medida en que estemos unidos a Él.
BUSQUEMOS
LA PUERTA ESTRECHA, ESFORCÉMONOS, ENTREMOS Y QUEDÉMONOS
Jesús, en su deseo por hacernos
partícipes de su mensaje, nos invita a algo concreto: esforzarse por entrar por
la puerta estrecha. Esto no se hace con “romanticismos” ni ilusiones vanas, se
consigue experimentando en la propia vida el deseo de seguirlo con el corazón y
con la vida misma.
Esforzarse quiere decir combatir, luchar, permanecer
firmes en aquello que nos hemos propuesto. Una puerta estrecha indica un lugar de dificultad. ¿Qué
hacemos ante los problemas, las dificultades, ante los caminos que se nos
presentan sin aparente vía de salida? Se necesita perseverancia, no rendirse,
luchar, usar nuestras fuerzas. Perseverar es insistir sobre algo, saber
esperar, saber aceptar alguna derrota momentánea pero sin desviar la mirada del
propósito inicial.
Esforzarse por entrar por la puerta estrecha es dedicar la vida a
escuchar con atención a Jesús, escoger la mejor parte, colaborar en la unión de los hombres, vivir y anunciar con convicción
el Evangelio. Todo ello es, a su vez, consecuencia del bautismo ya que entramos
a formar parte del Cuerpo Místico de la Iglesia. De aquí en adelante debemos
luchar y trabajar por algo fundamental: quedarnos, mantenernos y buscar la
salvación.
Es necesario centrar nuestra vida en Jesús, su palabra y su testimonio. En la medida en que sepamos vivir nuestro cristianismo y arraigarlo en
nuestro corazón, es que entenderemos el mensaje de este domingo: entrar por la
puerta estrecha que está en Dios, en el mensaje de Jesús y en la vida que todos
y cada uno de nosotros construya con la convicción de que la vía hacia la
felicidad es dura pero vale la pena esforzarse por estar en ella.
En medio de la actual situación, se respira un aire de esperanza; se puede sentir que cristianos y no cristianos gritan al mundo el
deseo de vivir la paz y la reconciliación, algo de lo que carecemos y que
aparentemente, para muchos, parece no hacer falta.
MARÍA SANTÍSIMA, GUÍA NUESTRO CAMINAR
Nuestra Madre de la Consolación nos acompaña y nos guía. Ella es el pilar en el cual se apoya nuestra vida y nuestro
peregrinar. Su bendición y su amor son garantía del amor de Dios, de su paz y
de su misericordia hacia sus hijos. Pidámosle a ella y seamos testigos de su
amor, sólo así experimentaremos el hecho de ser portavoces de la verdadera
renovación como discípulos y misioneros.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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