José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 19 de febrero de 2016

II° Domingo de Cuaresma, 21 de febrero de 2016

“¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!”
“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Sal 26,1)

Iº lectura: Gen 15,5-12.17-18; Salmo: 26; IIº lectura: Fil 3,17-4,1; Evangelio: Lc 9, 28-36

El segundo domingo de cuaresma se llena de luz y se refleja en el corazón del hombre cuando resplandece la esperanza en aquellos que se sienten abatidos por el pecado y la falta de amor hacia el prójimo. Es necesario bendecir, donar los sentimientos buenos que el Señor gratuitamente nos da, seguir el ejemplo de Dios que en la persona del padre de la fe, Abrahán, demuestra el amor tan grande que nos tiene. Su palabra es sincera, leal, justa y recta, eso es un llamado al cual todos debemos dirigir nuestra mirada. La vida del cristiano se refleja en las palabras de San Pablo quien nos invita a tomar parte en el trabajo del evangelio, pues manteniéndonos en el Señor obtendremos la gracia de su salvación.

CON JESÚS ESTAMOS BIEN

Una de las páginas más hermosas del Evangelio es esta: la Transfiguración de Jesús en presencia de Pedro, Santiago y Juan. Sin duda, muchas veces hemos sido testigos de la Palabra de Dios en cuanto somos parte de la Iglesia, Dios se nos ha manifestado en muchas ocasiones, situaciones y personas, pero aún así no ha sido suficiente para poder decir con Pedro: “qué bien se está aquí” (Lc 9,33). 

La expresión del apóstol es la de quien, viendo a Jesús en la plenitud de su presencia y compañía, no tiene necesidad de más nada. Los discípulos que ven a Jesús transfigurado se dan cuenta que esa luz que irradia el maestro está por encima de todos los problemas y vicisitudes de la vida y ellos no lo piensan dos veces, saben perfectamente que en Dios y con Él se está bien. Después de esa manifestación vuelve la vida cotidiana, lo que debemos experimentar y peregrinar para lograr estar en Dios y saber que, en medio de las dificultades, podemos estar con Él y cumplir su voluntad para ayudar a quien lo necesite, incluidos nosotros mismos. 

Estar bien con Jesús nos hace reflexionar de manera concreta sobre la capacidad que tenemos de apreciar y maravillarnos de su presencia. Ello conlleva a encontrarnos con Él principalmente en la oración y luego en la realidad de lo cotidiano, en los pobres y excluidos, en cada momento en que experimentamos la necesidad de Dios, en todo aquello que forma parte de nuestra vida. No es algo mágico, no confundamos las expresiones. Es algo completamente real y concreto, verdadero y preciso, un toque de fe en nuestra vida para hacerla crecer en medio del ambiente donde nos desenvolvamos. 

La vida en Cristo implica también reconocerlo como parte fundamental de ella en nuestros corazones; si la vivimos, podremos repetir sin cansarnos: ¡estamos bien con Jesús!, no nos falta nada, no nos importa tanta superficialidad ni ambigüedades pues Jesús nos da la fuerza necesaria para caminar en su nombre y llevar la esperanza a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

MARÍA, TESTIGO DE LA LUZ Y DEL AMOR DE DIOS

El hombre y la mujer de hoy necesitan poder decir que Jesús es la felicidad que da vida, esperanza y paz. Esa es parte fundamental de la evangelización: vivir en Dios y de allí llevar el Evangelio a todas las personas que lo necesitan. 

María Santísima nuestra Madre, nos enseña a caminar en Dios, confiar en Él y donarnos totalmente para descubrir a cada momento la transfiguración que realiza todos los días en nuestros corazones. Seamos testigos, portadores de paz y, como discípulos y misioneros, dispongámonos a servir al Señor llevando su mensaje de amor y esperanza, con obras y gestos concretos, en este tiempo de cuaresma. Así sea.

“Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión.”

S.S. Francisco, misericordiae vultus, 8

 José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...