José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 7 de julio de 2017

XIV° Domingo del Tiempo Ordinario, 9 de julio de 2017

DIOS ALIVIA NUESTRO CORAZÓN
“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor”.

I° lectura: Zc 9, 9-10; Salmo 144; II° lectura: Rm 8, 9.11-13; Evangelio: Mt 11, 25-30

A través de las Sagradas Escrituras encontramos respuestas a los interrogantes que se nos presentan, y más aún cuando deseamos ser testigos del Evangelio de la verdad, el Evangelio de Jesús en medio de adversidades. Este domingo se nos muestra la omnipotencia de Dios, su grandeza y su humildad (I° lectura) para bendecir por siempre su nombre (Salmo). Viviremos en Dios y en su amor si reconocemos y sentimos de verdad que estamos insertados en su Espíritu, el cual nos vivifica y hace caminar hacia la vida (II° lectura).

APRENDER DE DIOS

En estos días hemos podido conocer una serie de noticias que conllevan aspectos políticos, religiosos, culturales, sociales. Todo esto debe hacernos reflexionar en cuanto somos testigos de la historia, una historia que no debe, por ningún motivo, alejarse de Dios. Si estamos unidos a Dios, si vivimos junto a Él, si en nuestra vida cotidiana ofrecemos nuestras obras con amor y sinceridad, estamos siendo partícipes de esa historia de la que cada día nos llega información y en la que debemos aportar soluciones positivas.

Construir la paz, vivir la armonía, estar en comunión como verdaderos hermanos conlleva no sólo leer el Evangelio, sino vivirlo, ponerlo en práctica. Dios alivia nuestro corazón y nosotros, a su vez aprendemos de Él, que es manso y humilde de corazón. Es allí donde radica nuestra condición de cristianos: ser como Jesús.

El cristiano debe estar unido a la historia, a lo que sucede a su alrededor, a tener fe en Dios que abre el corazón del hombre para vivir y compartir el sufrimiento y la esperanza de tantos que necesitan de ello, tal como lo recitamos en la oración de la Diócesis de San Cristóbal: “…queremos contagiar esperanza y servir a todos, particularmente a los pobres y excluidos de nuestra sociedad”. Reflexionemos: ¿hemos aprendido de Dios esto? ¿lo estamos poniendo por obra?

MARÍA SANTÍSIMA NO NOS ABANDONA

En este itinerario de vida y de amor, María Santísima nos guía y nos lleva de la mano. Debemos insistir en el amor y devoción que todo cristiano le debe profesar, como verdaderos hijos suyos. Nuestra madre es la luz, la esperanza, el pilar del amor que nos lleva a Jesús. Ella nos enseña la sencillez que falta en tantos sitios, la humildad de la que carecen muchos corazones y cómo proclamar las grandezas y maravillas que Dios nos regala a cada momento. Así sea.

Hermano y hermana, dejémonos aliviar por Jesús y coloquemos nuestro corazón en sus manos para ser portadores de esperanza, paz y armonía…

José Lucio León Duque


XIII° Domingo del Tiempo Ordinario, 2 de julio de 2017

LA VIDA NUEVA EN JESÚS
“El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.”

Primera lectura: 2Re 4,8-11.14-16ª; Salmo: 88; II° lectura: Romanos 6,3-4.8-11; Evangelio: Mateo 10,37-42

La liturgia de la Palabra de este domingo se presenta como un llamado a la fe, la esperanza y la caridad, vividas en el nombre de Jesús y manifestadas en el testimonio de una conducta de vida digna y recta.

DIOS: AMOR TOTAL

A partir de la primera lectura nos sumergimos en la sensibilidad humana, la acogida y el reconocimiento. La segunda lectura nos recuerda el gran don de la Fe, recibido en el Bautismo y el significado teológico que este sacramento tiene en la vida de cada cristiano. El Evangelio, tomado de San Mateo, es una de las páginas más hermosas escritas con la vida y con las palabras dichas por Jesús a todos y cada uno de nosotros. Es un llamado a colocar el Evangelio al centro de nuestra vida, manifestado en aquello que cuenta realmente y que tiene un valor infinito y eterno. Y lo que realmente cuenta en nuestra existencia terrena no es nada material, sino todo aquello que es expresión de amor hacia el Señor.

Los afectos y sentimientos hacia nuestra familia son pequeños en comparación al amor de Dios. Se nos pide acoger la llamada de Jesús con convicción, rectitud y sin doblez, una respuesta recibida y vivida en plenitud hasta el final. ¡Cuántas veces pensamos con una visión humana y quedamos desilusionados! Esto sucede porque no se ama en plenitud, con la sinceridad y la convicción necesarias para dar el lugar que merece Dios en nuestra vida.

El amor de Dios se concreta con el amor hecho de gestos sencillos: hasta dar un vaso de agua a quien lo necesita, un gesto que hasta el más pequeño puede hacer y que refleja la frescura y la sencillez con la que se debe anunciar, de palabra y obra, el Evangelio. El amor llena, quita la sed, regenera, da vida y esperanza. Y si el amor es donado en el nombre del Señor, adquiere un valor de eternidad que sólo Dios puede recompensar en el mejor de los modos. Los santos son el ejemplo de este modo del cual se habla de la caridad y ante la cual, en diversas ocasiones, somos indiferentes e insensibles en relación al prójimo.  

Para cambiar el mundo y la convivencia humana no bastan solo las palabras, es necesaria una conversión en la vida de cada uno de nosotros, en las relaciones personales y comunitarias, viviendo a plenitud el respeto y la solidaridad. Es por ello que Jesús nos enseña la importancia de los pequeños detalles que podemos y debemos compartir. En medio de la crisis moral que estamos viviendo, demos espacio a aquello que realmente importa: la dignidad de la persona y la fraternidad vivida con conciencia y convicción.

MARÍA SANTÍSIMA: HUMILDE SERVIDORA DE DIOS

“Aquí está la esclava del Señor”. De esta forma María Santísima nos enseña a ser dóciles a la llamada de Dios. Ella, humilde y sencilla, nos da ejemplo del camino que debemos seguir. Imitémosla. Así sea.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...