José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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jueves, 15 de febrero de 2018

I° Domingo de Cuaresma


CAMINO DE ESPERANZA
“Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; conviértanse y crean en el Evangelio.” (Mc 1,15)

Iº lectura: Gen 9,8-15; Salmo: 24; IIº lectura: 1Pe 3, 18-22; Evangelio: Mc 1, 12-15

Hemos iniciado el tiempo favorable de la Cuaresma, en el cual se nos invita a recordar de manera particular, el sentido que debemos darle como cristiano que somos. El Papa Francisco nos invita en su mensaje para la Cuaresma de este año, a vivir este tiempo con una invitación particular: “…especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.” (Mensaje del Papa Francisco, Cuaresma 2018).

DIOS HACE UN PACTO Y NOS SEDUCE

No podemos ver la esperanza como un sentimiento lejano; la esperanza es algo concreto, va más allá de lo que humanamente podamos sentir o pensar. Es un pacto que establece Dios, desde el inicio de la vida hasta el corazón de todos y cada uno de nosotros. Es un camino de ayuno, de reconciliación y penitencia, de esperanza y oración.

Es la presencia de Dios la que nos permite ver y constatar que cada uno de sus hijos, no caerán en las manos del demonio. Esto nos da la oportunidad de conocer una nueva modalidad: en Jesús, en su amor y su misericordia, podemos evitar las tentaciones. Del diluvio, que destruye la maldad del hombre, llegamos al Bautismo que purifica y libera nuestra condición de pecadores. Del hombre pecador, Dios hace un regalo al corazón mismo de la humanidad: la conversión como remedio saludable e instrumento perenne de salvación. El mensaje se nos da para extenderlo, para llevarlo a los corazones de todos aquellos que poseen la disponibilidad de recibir a Dios.

Esta cuaresma, este tiempo de gozo y de penitencia, de reconciliación y esperanza, es un momento en el cual estamos llamados a ser testigos, discípulos de Cristo que nos lleva de la mano a la verdadera salvación. Esto nos enseña que siguiendo las enseñanzas y el ejemplo del Maestro, no nos dejaremos engañar con las mentiras de los falsos profetas que “se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren”, ni consentiremos las tentaciones que se presenten.

El Papa Francisco nos recuerda: Cada uno de nosotros…está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.” (Mensaje para la Cuaresma 2018). Hagamos vida lo que Dios nos enseña, lo que nos transmite, lo que nos invita a vivir.

MARÍA SANTÍSIMA NOS ACOMPAÑA EN LA CUARESMA

Nuestra Madre del Cielo es garantía de salvación. Ella y su compañía son itinerarios seguros, amor sincero, confianza plena. Si deseamos vivir este tiempo, dejémonos llevar por ella de la mano, luz de nuestros corazones, madre de todos los hombres y estrella que nos conduce al mismo corazón de Jesús. Así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


V° Domingo del Tiempo Ordinario, 11 de febrero de 2018


“¡SÍ QUIERO: QUEDA LIMPIO!”
“Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo.” (1Cor 11,1)

Iº lectura: Lev 13, 1-2.44-46; Salmo: 31; IIº lectura: 1Cor 10, 31-11, 1; Evangelio: Mc 1, 40-45

La enfermedad, vista como castigo, maldición divina, consecuencia del pecado personal o de la familia en la tradición judía, deja entrever lo que significa la plenitud del amor que se da en Jesús. Un encuentro muy significativo que engloba el tema de este domingo: “si quieres puedes curarme” (Mc 1,40). El leproso que se acerca a Jesús tendrá en su mente y en su corazón el deseo de salir de esa situación en la que se encuentra para vivir de manera diferente.

EL TESTIMONIO, SIGNO DE PURIFICACIÓN

El Maestro envía al hombre apenas curado a presentarse ante el sacerdote para que cumpla con lo prescrito. Es una consecuencia de lo que se acaba de realizar: dar testimonio de lo que Jesús puede hacer para que vivamos y estemos bien. En este sentido, debemos reconocer cada vez más la importancia que tiene la evangelización como testimonio y transmisión de la fe en medio de los pobres y excluidos.

Muchos hablan actualmente de ese tema, muchos se consideran “salvadores” de aquellos que están necesitados y olvidan que lo fundamental es el corazón de ese hombre y esa mujer, que tienen dignidad ante la mirada misericordiosa de Jesús que les dice “quiero, queda limpio” (Mc 1,41). Él nos limpia, nos purifica, una vez nos toca y nos pide confiar en Él. Limpia el corazón, el alma, todo nuestro ser. Hace de nosotros instrumentos de paz para que junto a la limpieza, podamos albergar sentimientos de amor y de justicia, para con nosotros y los demás.

Todos hemos sido limpiados, sanados, tocados por Jesús. ¿Por qué nos empeñamos muchas veces a sentirnos autosuficientes? ¿Por qué no dar el paso definitivo y nos abandonamos en las manos de Dios que repite en los labios de su Hijo: quiero que quedes limpio, quiero que ames a Dios, quiero que ames la Iglesia y el amor que de ella se extiende a todos? Hoy es un día propicio para ello: dejémonos tocar por Él, seamos testimonios vivientes de la purificación que realiza cada día en nosotros y con las palabras de San Pablo, hagamos todo para gloria de Dios.

MARÍA BENDICE NUESTRA VIDA

El camino de la fe, itinerario de purificación, es guiado por la figura maternal de nuestra madre del Cielo. Ella nos ayuda a purificarnos intercediendo ante Jesús por todos y cada uno de nosotros. La grandeza del amor está en aceptar con suma disponibilidad lo que Dios desea para nosotros, su santa voluntad. Solo así podremos, de la mano con María, ayudar a todos aquellos que lo necesiten. Así sea.

José Lucio León Duque 
joselucio70@gmail.com


viernes, 2 de febrero de 2018

93 AÑOS DE NUESTRO SEMINARIO SANTO TOMÁS DE AQUINO, CONFIGURANDO PASTORES

EL SEMINARIO SANTO TOMÁS DE AQUINO DE PALMIRA
93 años “Configurando Pastores”.

¡A ti, Señor, te damos gracias!. Cada vez que se emprende un camino no es fácil saber con certeza cual es el final pero lo que sí es cierto es la seguridad de caminar junto a Jesús, buen pastor, por las sendas de la paz y de la caridad. Estamos celebrando los 93 años de la fundación de nuestra casa de formación, y ello nos motiva a vivir un clima de fiesta, fruto de la experiencia vivida todos estos años.

Esta fiesta es el resultado de la labor y el servicio de cinco obispos, quienes con gran espíritu de amor a Dios han construido, en nuestra Iglesia de San Cristóbal, el semillero de vocaciones que toda diócesis debe tener: el Seminario, su corazón. Surge entonces una pregunta: ¿qué es el Seminario? El PROYECTO EDUCATIVO DEL SEMINARIO nos da la respuesta en su introducción: “es una de las instancias eclesiales más importantes en la vida de la Iglesia local. De hecho, a través de ella, se consigue la continuidad de un presbiterio en el tiempo, y así se va consolidando la atención pastoral del pueblo de Dios. Pero el Seminario no es una institución cualquiera, pues reviste una gran importancia para una diócesis: en él se forman los futuros sacerdotes que ejercerán su ministerio en beneficio del pueblo de Dios. Por eso, no es sólo una institución educativa: es algo mucho más que eso. No es extraño que se le compare con el cenáculo donde el Señor Jesús instituyó, junto con la Eucaristía, el sacerdocio cristiano y donde luego recibieron los Apóstoles el Espíritu Santo. Nos recuerda también el espacio y el tiempo que dedicó el Divino Maestro a la formación de sus discípulos. Para un Obispo y su presbiterio, el Seminario es ese focolar donde se forman los futuros sacerdotes: ello requiere una profunda y continua preocupación por parte suya(MORONTA RODRIGUEZ, Mario del Valle, A imagen de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Proyecto Educativo del Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino, Diócesis de San Cristóbal, Octubre 2004.).

Esta definición nos muestra la preocupación de nuestros obispos por hacer crecer el semillero de vocaciones. El siervo de Dios, Mons. Tomás Antonio Sanmiguel, primer obispo de San Cristóbal, a los pocos meses de su llegada, decide abrir el Seminario. Se tiene como fecha de dicho acontecimiento el 2 de febrero de 1925. Abre sus puertas el Seminario Menor en las proximidades de la entonces Casa Episcopal. Le confía la dirección de dicho seminario a los Padres Eudistas y allí comienza esta labor, rica en hechos materiales y espirituales. Mons. Rafael Arias Blanco, funda y abre el Seminario Mayor, la obra es continuada por Mons. Alejandro Fernández Feo, dando un fuerte impulso a ella, destacando, con su extraordinario sentido de proyección, la creación del Instituto Universitario Eclesiástico Santo Tomás de Aquino (I.U.E.S.T.A.). Mons Marco Tulio Ramírez Roa siguió la senda de sus predecesores, aún más, habiendo sido él mismo rector del Seminario, supo conducir la Pastoral Vocacional, hasta el punto de obtener un resultado óptimo en cuanto a jóvenes decididos a ser sacerdotes. Actualmente, Mons. Mario del Valle Moronta, ha dedicado su labor en la profundización del trabajo de nuestra casa: ha dado un nuevo impulso a la pastoral vocacional. El Curso Propedéutico tiene una sede aparte, se ha inaugurado el año de pastoral para quienes terminan la filosofía. Así mismo, se ha inaugurado el tiempo especial de apostolado para los alumnos de IV° año de teología y está en proyecto la creación del Filosofado, un modo para dar una asistencia formativa, según las normativas de la Iglesia, más personalizada a los candidatos al sacerdocio. Podemos decir, sin ningún temor a equivocarnos, que el Seminario es uno de los signos de la Iglesia en el Táchira. Los cristianos lo sienten, y lo deben sentir, como algo propio.

Hay conciencia de que el Seminario es esencial para nuestra iglesia diocesana... Han pasado muchos años y de aquella idea inicial, vemos plasmados tantos proyectos, ilusiones y esperanzas que, en lo material y espiritual ha dado su mayor fruto: la formación de sacerdotes, configurados a Cristo, buen pastor. Después de estos años de camino, nos preparamos para dar Gloria a Dios hoy 2 de febrero con la celebración de los 93 años de nuestro Seminario.

Es el momento propicio para reflexionar y dar gracias a Dios por permitirnos formar parte de esta familia. Cada uno de nosotros, cada uno de ustedes, queridos hermanos en el sacerdocio, religiosos y religiosas, laicos de las diferentes comunidades que escuchan este mensaje, estamos llamados a sentirnos parte más activa de la Iglesia y de nuestro Seminario. Cada uno es formador de los tantos jóvenes que desean seguir a Jesús en el ministerio sacerdotal. Cada uno de nosotros es partícipe de esta fiesta, no es solo el 2 de febrero, sino cada día, pues en la vida cotidiana es que podemos y debemos demostrar con las obras, no solo con las palabras, la grandeza de Dios y la riqueza de nuestro pueblo tachirense.

Es la justa ocasión para pedir al Señor
-          que siga enviando obreros a su mies...
-          que bendiga a nuestro obispo, nuestro padre y pastor...
-          que proteja nuestras familias...
-          que conceda perseverancia a seminaristas y sacerdotes...
-          sinceridad, docilidad, entrega y perseverancia para que cada uno de nosotros no haga lo que quiera sino quiera lo que hace...

Y fuerza a todos para llevar el mensaje de Jesús, el esplendor de la verdad a cada persona y dar a conocer a todos la familia del Seminario Santo Tomás de Aquino, que se encamina hacia los 100 años, configurando pastores...

Colocamos cada una de nuestras intenciones bajo la protección del Santo Cristo de La Grita y María del Táchira, Nuestra Madre de la Consolación y juntos oremos al Señor Jesús, Buen Pastor, por las vocaciones sacerdotales y religiosas.

DIOS DE LA VIDA Y DEL AMOR, QUE HAS BENDECIDO NUESTRA TIERRA CON LA PROFUNDA FE DE NUESTRA GENTE, CONTINÚA SUSCITANDO VOCACIONES SACERDOTALES Y RELIGIOSAS EN LAS FAMILIAS Y COMUNIDADES DEL TÁCHIRA. QUE LA RESPUESTA GENEROSA DE TANTOS JÓVENES A TU LLAMADA, AUMENTE EL NÚMERO DE MINISTROS DE TU HIJO PARA EL SERVICIO DEL PUEBLO DE DIOS, Y QUE LA FIDELIDAD DE TUS SACERDOTES, SEA UN TESTIMONIO DE TU PRESENCIA SALVADORA.
TE LO PEDIMOS POR LA INTERCESIÓN DE MARÍA DEL TÁCHIRA NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACIÓN. AMÉN

José Lucio León Duque
Rector del Seminario

domingo, 28 de enero de 2018

IV° Domingo del Tiempo Ordinario, 28 de enero de 2018

COMBATIR EL MAL A FUERZA DE BIEN
“Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: No endurezcan su corazón.” (Sal 94, 8-9)

Iº lectura: Deut 18, 15-20; Salmo: 94; IIº lectura: 1Cor 7, 32-35; Evangelio: Mc 1, 21-28

Escuchar, reflexionar y actuar: Tres actitudes que todo cristiano debiera asumir como compromiso de vida y como parte del proceso evangelizador en el cual todos estamos llamados a ser partícipes. La vida cotidiana nos sigue presentando situaciones en algunos casos desagradables, en otros confortables y llenas de la presencia de Dios.

JESÚS ENSEÑA CON AUTORIDAD

La palabra autoridad expresa poder, potestad, facultad. De Jesús se decía eso, que enseñaba de ese modo, ya que tenía y tiene la facultad y el poder para actuar como quien es: verdadero Dios. Su autoridad es ejercida con cariño, ternura y amor. Es la potestad de llevar a todos un mensaje de esperanza, sin exclusión, sin esclavitud, ya que muchos creen que ejercer la autoridad es esclavizar a los demás, y no es así. El Evangelio de este día muestra la autoridad de Jesús ante la gente y ante el espíritu inmundo, quien ante la omnipotencia no tuvo otra opción que alejarse.

Lo que Jesús enseña es prioridad para el hombre de hoy, es la semblanza del amor profundo que el maestro por excelencia nos tiene, es el ejemplo que debemos seguir y en la vía que debe ser encaminada nuestra vida. El cristiano puede y debe unirse a Jesús para eliminar de su vida cualquier tipo de maldad, rencor, odio, violencia, elementos que se radican en el mundo debido al espacio en el cual el maligno se desenvuelve. Jesús, el Maestro, da ejemplo de autoridad con la cual se extiende el Evangelio a todos, como una enseñanza novedosa en la cual se subliman los detalles de amor que tiene Dios en su plan de salvación para con todos y cada uno de nosotros.

Es por ello que nuestra mirada debe dirigirse a la nueva evangelización, a ser discípulos de fe y esperanza que desea llevar al pueblo de Dios la verdadera enseñanza que es camino de paz y justicia. Unámonos a Dios, a su amor y su misericordia; unámonos cada vez más a Él como miembros de la Iglesia que somos; unámonos a los pobres y excluidos, protagonistas del mensaje de Jesús; unámonos entre nosotros en fraternidad, testigos de la verdad y luchadores constantes de paz, contra todo tipo de maldad, de violencia y de injusticia que pueda existir: el arma del cristiano es la paz.

MARÍA, REINA DE LA PAZ

María guía el corazón y la vida del hombre a seguir la voz de Dios, a escuchar y vivir las enseñanzas de su hijo y a alejar de nuestra vida la presencia del maligno. Cada día ofrezcamos detalles de amor a María Santísima por nuestra conversión, por los enfermos, por quien lo necesita y por la Evangelización en la Iglesia, en la que todos somos parte fundamental con la oración, el servicio y el trabajo. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


domingo, 21 de enero de 2018

III° Domingo del Tiempo Ordinario, 21 de enero de 2018

IR Y PREDICAR
“Está cerca el reino de Dios: conviértanse y crean en el Evangelio.” (Mc 1, 15)

Iº lectura: Jon 3, 1-5.10; Salmo: 24; IIº lectura: 1Cor 7, 29-31; Evangelio: Mc 1, 14-20

Predicar el mensaje de Dios; arrepentirnos y convertirnos, siguiendo el camino que el Señor nos indica, son signos de que “el momento es apremiante” (1Cor 7,29) y por tanto, es nuestro deber seguir caminando en nombre de Dios, aquí y ahora, en cada instante y en cada lugar. Ello implica ser decididos al anunciar el Evangelio y denunciar aquello que nos aleja de Dios, aquello que no nos hace discípulos de Jesús y que nos convierte en cómplices de las acciones del maligno.

CREER Y VIVIR EL EVANGELIO

La vida cristiana está radicada en el amor a Dios y la fe que tenemos en Él. La situación actual que vivimos, nos ofrece la oportunidad de ser discípulos del Maestro del amor y por ende, predicar lo que desea el Señor del hombre de hoy: “Vengan conmigo y les haré pescadores de hombres; crean en el Evangelio” (Mc 1,19). ¿Será posible seguir los pasos de Cristo en medio de la necedad y la indiferencia que tantas veces se presenta?

La llamada de Señor a aquellos pescadores es la misma que hace a todos nosotros. Una llamada que se realiza en medio de las dificultades que estamos viviendo, en el ámbito de una crisis que pareciera no tener vía de salida. Sin embargo, nuestra actitud es y debe ser de convicción: es necesario seguir sin doblez y con valentía a Jesús, quien nos invita a caminar junto a Él como el único camino que nos salva, siendo profetas en la actualidad, sin miedo y sin temor, sabiendo que la Palabra de Dios y las acciones concretas a favor de su Pueblo, son garantía de la unidad que realmente debemos vivir.

El mensaje de Cristo implica, ante todo, una respuesta, ya que se nos invita a convertirnos, a desear mejorar en todo y a ser verdaderos seguidores del Maestro del amor. En segundo lugar, la conversión que nos hace cambiar de vida, nos lleva a creer más en el Evangelio y a entender, en tercer lugar, que somos los responsables de transmitir esa palabra. Es una buena noticia que tenemos en nuestras manos para extenderla con convicción, con fe y esperanza.

Encontrar al Mesías y sentir la fuerza de su invitación es la llamada que nos debe mover a evangelizar, y dicho mensaje debe ser llevado a todos sin excepción y con decisión. Es posible seguir a Jesucristo, es posible adherirnos a su vida, es posible orar con el Él y por Él, es posible ser discípulos de Jesús y dar testimonio de ello. Basta creer, decidirse, ir y predicar. Hagamos vida la invitación de Jesús, no tengamos miedo de seguirlo pues en Él tenemos la fuerza que nos ayuda a ser verdaderos discípulos del Evangelio, y con ello, en medio del pueblo, podremos saciar los vacios que dejan las inertes acciones de quienes ostentan ser “salvadores”, creyendo poder callar a quienes seguimos a Jesús, único y verdadero camino.

MARÍA NOS INVITA A SEGUIR A SU HIJO

Acerquémonos a Jesús a través de María nuestra madre del cielo. Ella nos guía por sendas de paz y de bondad y nos llama a seguir a su Hijo: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5). Dispongámonos a seguir a Jesús, seamos sinceros con Dios y con nosotros mismos, dejemos el miedo y esforcémonos cada día por seguir el camino que nos lleva a la paz. Aunque muchos digan luchar por la paz y busquen otros fines, continuemos con nuestro ideal: en el nombre de Dios, como sus discípulos y sus testigos, unámonos a Él, en espíritu y verdad, con adhesión total y sin exclusión alguna. Así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

20 de Enero de 2018, Homilía de Mons. Mario del Valle Moronta en la Misa de San Sebastián.

HOMILÍA DE MONS. MARIO MORONTA EN LA MISA DE SAN SEBASTIÁN
 
Como es tradición en nuestra ciudad, celebramos hoy la fiesta de SAN SEBASTIAN, “capitán valeroso” y mártir de Jesucristo en los inicios de la Iglesia. La Palabra de Dios, la Liturgia y el testimonio del mártir nos brindan elementos importantes para nuestra oración y reflexión, así como para la práctica de la fe en caridad dentro de la comunidad donde vivimos. El Papa Francisco nos enseña cómo debemos realizar la interpretación de la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia en la predicación: El predicador necesita también poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo. De esa manera, descubre «las aspiraciones, las riquezas y los límites, las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el mundo, que distinguen a tal o cual conjunto humano», prestando atención «al pueblo concreto con sus signos y símbolos, y respondiendo a las cuestiones que plantea». (…) Lo que se procura descubrir es «lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia». (E.G. 154).

En esta línea, propondremos algunas ideas para nuestra reflexión y para afinar más el compromiso evangelizador de todos en la edificación del Reino de Dios, de justicia y paz. La Palabra de Dios nos indica cómo hemos de asumir la situación que hoy vive el pueblo, al cual pertenecemos; la imagen del  cristiano martirizado y flechado por quienes, incluso, habían sido sus súbditos nos ayuda también a concluir algunos compromisos urgentes en la hora presente.


En primer lugar nos encontramos con el mensaje de la Palabra de Dios. En el salmo le hemos pedido a Dios vuelva sus ojos hacia nosotros. El salmista recuerda que también nosotros tenemos el llanto como bebida y comida; pero aún así le podemos implorar con las palabras del salmo: “Despierta tu poder y ven a salvarnos”. El dolor de la inmensa mayoría de nuestra gente es grande y se manifiesta de muchas maneras. Sentimos una gran indefensión, un menosprecio a nuestra dignidad de hijos de Dios y un irrespeto a lo más grande que el mismo Dios nos ha dado: la vida. Frente a ello, existen las tentaciones a la desesperanza y la resignación, al conformismo y a la desolación. Esto sin dejar a un lado otras tentaciones que señalan caminos que no se deben caminar: la corrupción, la especulación, el ansia de poder y de tener, el creernos que somos más que los demás y  el aprovechamiento de la situación de indefensión para especular, contrabandear, “bachaquear” y dejarnos llevar por los criterios crematísticos del mundo.

El texto del segundo libro de Samuel nos recuerda la actitud de David y sus seguidores ante la noticia de la derrota del ejército hebreo y la muerte de Saúl y Jonatán. Luego de rasgar sus vestiduras, David y sus acompañantes ayunaron  por el pueblo de Dios y la casa de Israel. Si tenemos un oído puesto en Dios y en el pueblo, es decir, si de verdad sentimos el gozo espiritual de ser pueblo, vamos a hacer una lectura correcta de esta Palabra en el hoy de nuestra realidad. No es ningún secreto –como tampoco es una invitación al odio- reconocer que vivimos un momento dramático: el hambre que golpea la salud física y espiritual de muchos hermanos, la falta de medicamentos y de otros insumos necesarios, la migración de numerosos venezolanos hacia otros países en busca de mejores condiciones, así como otras expresiones de la situación que se vive, hablan del dolor del pueblo. Este ve cada día más lejana la solución y el cambio requerido para un auténtico e integral desarrollo que permita sentir la centralidad de la persona humana en la sociedad.

Frente a ello, se requiere, ciertamente, el compromiso solidario y fraterno de cada uno de los creyentes y personas de buena voluntad. Si oímos a nuestros hermanos con la ayuda de la Palabra de Dios, entonces nos daremos cuenta de cómo urge cada día intensificar nuestra cercanía mutua, reafirmar que compartimos los gozos y esperanzas, las angustias y problemas que nos aquejan e ir haciendo realidad la vocación de ser sujeto constructor de nuestra historia. Esto nos lleva a volver a plantear algo que ya desde hace tiempo venimos indicando: ¿Por qué celebrar unas ferias en honor de San Sebastián con gastos que no se justifican y con programaciones reñidas con la situación concreta que se vive hoy en nuestra ciudad, en nuestra región y en nuestro país? Ya basta de “pan y circo”. ¿Acaso no es inmoral que se inviertan sumas en torneos deportivos –aunque sean de importancia-, en fiestas de “bailantas” en clubes y otros sitios con precios exorbitantes, que se tengan espectáculos con participantes extranjeros a quienes se les debe pagar en divisa foránea cuando en nuestros barrios hay gente que pasa hambre, cuando los enfermos y necesitados de atención no consiguen medicamentos, cuando los anaqueles de los abastos están vacíos o los precios están marcados en grado superlativo? Muchos teníamos la ilusa pretensión de que este año no se iba a tener la feria. Pero predominó el interés particular, el afán de distraer el hambre y las necesidades y el status de sentir que es la “feria gigante” de Venezuela y el mundo. No hay dinero para recoger la basura ni para arreglar carreteras y calles, no hay dinero para conseguir insumos, no hay dinero para la salud, no hay dinero para tantas necesidades… pero si lo hay para la vuelta al Táchira, para otros espectáculos y demás actividades feriales. Eso no tiene justificación aunque haya miles de explicaciones. En una ciudad y en una región que se precian por su cristianismo, no podemos decir que sea evangélico que católicos promuevan esto.

Celebramos la fiesta de un mártir. El se distinguió por ser fiel en su trabajo como militar y como creyente. Pero su fe en Cristo estaba por encima de lo demás. Sin dejar de servir al emperador, tampoco dejó de servir al Dios de la vida que lo había llamado a ser discípulo de Jesús. Ser fiel al emperador no significaba ser idólatra. Es el drama de muchos creyentes en Cristo a lo largo del mundo. Hoy seguimos encontrando muchos cristianos martirizados a causa de su fe. Unos son torturados y asesinados con saña; otros son golpeados por la difamación y la burla; otros también son martirizados por el menosprecio hacia su coherencia de vida al no caer en la corrupción, o al defender la vida y los valores del Evangelio.

Hoy, se siguen disparando flechas o dardos mortales, como los que hirieron a Sebastián. Son dirigidos hacia quienes buscan su verdadera felicidad, no la que da el mundo y sus encantos; sino la que viene del Señor Jesús, que nos ha propuesto un ideal de vida en la enseñanza de las bienaventuranzas. Quienes buscamos esa felicidad auténtica, al seguir el camino del Señor y tomar su cruz, sencillamente corremos el riesgo de ser flechados. Son bastantes las flechas que se lanzan. Mencionemos algunas de ellas, para saber cómo protegernos.

Una primera flecha va dirigida contra el derecho fundamental de todo ser humano, el de la vida. Desde la naciente en el vientre materno hasta la que está por pasar a la eternidad. Todo ser humano tiene el derecho a vivir con dignidad y a que se le respete su propia vida. Lo que más se está atacando en nuestro país es el derecho a la vida: se siente en las consecuencias del hambre, de la miseria en que muchos están cayendo… La vida que se irrespeta cuando se aplican leyes marciales sin el legítimo proceso, aún sabiendo que en Venezuela no existe la pena de muerte; la vida que no se atiende en hospitales o porque no se fortalece la  atención a la salud; la vida que tampoco se cuida cuando se responde con más violencia en barricadas o en actos delictivos o en sicariatos. Es la flecha que pretende callar a quienes defienden sus derechos humanos.

Otra flecha es lanzada por quienes se sienten dueños de los demás: los acaparadores y especuladores, los que contrabandean y buscan dinero fácil; los narcotraficantes con su comercio de muerte; los que rompen las ilusiones de tantos niños y adolescentes con la pornografía. Es la flecha lanzada por las mafias que se aprovechan de la situación para hacer sus fechorías y negocios amorales e inhumanos. No podemos dejar de mencionar las mafias dedicadas al tráfico de personas y de órganos y las que roban a tantos migrantes aprovechándose de las condiciones en que llegan a nuestra frontera. Hoy también nos topamos con las mafias que se están especializando en buscar, contratar y oprimir a tantos adolescentes y jóvenes, hombres y mujeres, para llevarlos a la prostitución. Llama la atención poderosamente cómo existen muchos puestos de control en las carreteras y otros lugares: allí sufren los transportistas de alimentos y de otros insumos, los viajeros de unidades de transporte… para ellos hay controles excesivos y discriminantes y muchas veces acompañados del “matraqueo”. Pero curiosamente ¿por qué no existen controles en los lugares donde funcionan esas mafias antes mencionadas?

Otro dardo altamente dañino proviene de quienes, en vez de dar soluciones a los graves problemas de la gente, los cargan con más cosas o les ofrecen falsas esperanzas, o los manipulan con dádivas que buscan comprometer sus actuaciones. Es el dardo que provoca indefensión, desconsuelo, desesperanza y resignación. El dolor causado por ese dardo no se sana con bolsas de alimentos, o con ofertas de dinero, o con planes de una patria herida en lo más profundo de su ser… Es el dardo que quiere ser evitado de muchas maneras: una de ellas, muy patente para nosotros, es el de las migraciones de jóvenes, de familias, hacia otros países en búsqueda de mejores condiciones de vida. El dolor dejado por quienes se van no sólo es sentido por los familiares que se quedan acá, sino por toda la nación, que ve indefensa el vacío de las aulas de escuelas y universidades, el cierre de tantas empresas y puestos de trabajo, el abandono de hogares y comunidades… Los responsables de lanzar esos dardos tendrán que vérselas algún día con la justicia divina.

Y, aún sabiendo que hay otros más, queremos mencionar un dardo que produce tanto o más dolor como los antes señalados: es muy peligroso porque es lanzado por quienes creen tener la conciencia tranquila. Es el dardo de la indiferencia de quienes o no han tomado conciencia de la gravedad de la situación; o se han encerrado en un conformismo al renunciar a ejercer su vocación de sujeto social; o de quienes están aguardando que sean otros quienes vengan a dar soluciones o esperan que ellas llegarán desde fuera como por arte de magia. Y lo más grave del asunto es que en este grupo de personas se encuentran muchos miembros de la Iglesia: son los que no se sienten comprometidos desde su fe y todo lo quieren reducir a actividades pietistas; o los que prefieren seguir amparándose en un “clericalismo” trasnochado y antievangélico; o los que pretenden que la Iglesia se reduzca a las sacristías… Es el dardo de quienes quieren una Iglesia con una pastoral de conservación y no en salida, pobre y para los pobres.

Si escuchamos al pueblo, porque somos parte de él, y, a la vez, escuchamos a Dios, con quienes estamos en comunión, no podemos quedarnos sólo en análisis de la realidad, aún hechos desde la Palabra de Dios, ni en laméntelas o en deseos porque otros lleguen a actuar. Por eso, debemos tomar una posición y reafirmar nuestro compromiso. Es el compromiso nacido del seguimiento de Jesús con la ayuda del Espíritu Santo y tendiente a edificar el reino de justicia y de paz, la civilización del amor. Vamos a proponer, en este momento tres actitudes que hemos de seguir asumiendo y que se sintetizan en una sola idea, que responde a la interrogante que continuamente se nos hace sobre qué debe hacer la Iglesia: sencilla y claramente ser Iglesia.

Una primera, como Iglesia, todos los creyentes hemos de vivir “encarnados en nuestra propia realidad”. No vivimos ni viviremos en el país de las maravillas. Tampoco necesitamos ni de súper hombres o súper mujeres ni del “Chapulín Colorado”. Para poder manifestarnos como “Iglesia en salida”, hemos de estar encarnados en nuestra propia realidad, para ser en ella “sal de la tierra y luz del mundo”. Así haremos sentir que la Iglesia es pueblo y está con todos, en especial con quienes más sufren y son pobres y excluidos. En medio de los agobios, los hombres y mujeres de la Iglesia debemos compartir con los demás su dolor, tristeza y angustia, así como su auténtica esperanza. El Papa Francisco lo recordaba hace algunos días durante su viaje a Chile: A menudo soñamos con las «cebollas de Egipto» y nos olvidamos que la tierra prometida está delante, no atrás. Que la promesa es de ayer, pero para mañana. Y entonces podemos caer en la tentación de recluirnos y aislarnos para defender nuestros planteos que terminan siendo no más que buenos monólogos. Podemos tener la tentación de pensar que todo está mal, y en lugar de profesar una «buena nueva», lo único que profesamos es apatía y desilusión. Así cerramos los ojos ante los desafíos pastorales creyendo que el Espíritu no tendría nada que decir. Así nos olvidamos que el Evangelio es un camino de conversión, pero no sólo de «los otros», sino también de nosotros. Nos guste o no, estamos invitados a enfrentar la realidad así como se nos presenta. La realidad personal, comunitaria y social. Hoy más que nunca debemos hacer sentir que la Iglesia está metida dentro del pueblo, porque todos sus miembros son pueblo; hoy la Iglesia debe hacer sentir la fuerza liberadora de Cristo, con la caridad y el acompañamiento de todos, sin excepción.

En esta línea, ninguno de los cristianos está eximido del compromiso de dar testimonio, de sentir que somos hermanos y que hemos de construir puentes y no muros; que nos toca defender la verdad y no la mentira o las componendas… eso supone el riesgo de ser perseguidos, malentendidos y hasta aniquilados. Pero somos servidores de la Verdad, la única que libera al hombre de toda opresión. Desde este compromiso, surge una segunda actitud irrenunciable que incluso, como nos enseña Pablo, es ministerio propio de toda la Iglesia: la reconciliación. Estamos sumergidos en una sociedad donde existe mucho odio, rencor y deseo de venganza o revanchismo. Se acusa a quienes predican la verdad evangélica y se denuncia el pecado del mundo como promotores del odio, y quienes lo hacen se valen del insulto y de la ofensa, también generadora de odio… Nuestra sociedad necesita la reconciliación que es consecuencia del amor misericordioso de Dios. Sin esto, no se podrá ni reconstruir la nación y tampoco se superarán las brechas abismales que se han ido cavando desde hace mucho tiempo atrás. La Iglesia reconciliada y reconciliadora es la que necesitamos seguir promoviendo. El saberse llena de dificultades y de llagas, como las que sufrió Jesús, permitirá la tarea de la reconciliación. Así lo enseñó Francisco en Chile: Una Iglesia con llagas es capaz de comprender las llagas del mundo de hoy y hacerlas suyas, sufrirlas, acompañarlas y buscar sanarlas. Una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, sino que pone allí al único que puede sanar las heridas y tiene nombre: Jesucristo.

Si Cristo está en el centro de la vida y misión de la Iglesia y de todos sus miembros, se hará realidad la fuerza del amor. Decimos, con San Juan “hemos creído en el amor”. Si esto es cierto, entonces, cada uno de los bautizados lo hará sentir de verdad en el momento en el cual vivimos. La enseñanza de los primeros discípulos, traducida en hermosos términos en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, nos indica que todo discípulo de Jesús ponía en común de lo que tenía (no de lo que le sobraba) y así nadie pasaba necesidad. En los últimos meses, personas, familias, comunidades e instancias eclesiales de nuestra Diócesis han dado pasos ciertos en este sentido. Se ha compartido de lo que se tiene para ayudar a enfermos y personas necesitadas, se ha compartido el alimento de manera fraterna y solidaria… han surgido nuevas y bellas iniciativas que hay que seguir alentando y fortaleciendo. Aún hay mucho por hacer. Todo esto nace del ejemplo de Jesús quien nos ha pedido hacer lo mismo que Él realizara con el lavatorio de los pies. ¡Que pedagogía la de nuestro Señor! Del gesto profético de Jesús a la Iglesia profética que, lavada de su pecado, no tiene miedo de salir a servir a una humanidad herida. Es lo que debemos seguir haciendo.

Por eso, sin temor ni temblor, superando la tentación a la ingenuidad, me atrevo a hacer una propuesta a quienes organizan tanto la Feria como los eventos de fiestas y de atracciones (las fiestas en los clubes y otros espacios, las corridas de toros y otros actos lucrativos). Lo hacen en el marco de una fiesta considerada de corte cristiano y son, en su inmensa mayoría, católicos: ¡sean fieles a la Palabra de Dios y den un ejemplo también para el mundo! La propuesta la haré en forma de interrogantes para ver si su respuesta es positiva –y ¡ojalá lo sea!-. ¿Qué pasaría si de las ganancias que se obtengan de todos esos espectáculos y eventos de la feria, se destinara el 60% para hacer un gesto de caridad y solidaridad? ¿No sería una hermosa manera de hacer sentir que no se trata de un evento meramente lucrativo y que sus organizadores están demostrando que son los criterios del evangelio los que marcan el rumbo de sus vidas y acciones? Eso sí, no salgan con la excusa de que todo lo programado les produjo pérdidas.

Pero demos un paso más. Para que no se vaya a caer en la tentación de que la Iglesia quiere aprovecharse de ese aporte ni para que se vaya a perder lo ofrendado, propongo concretamente que lo recaudado se destine para apoyar al Hospital Psiquiátrico que está en Peribeca y que tantas necesidades tiene. Y para ello, propongo constituir un equipo compuesto por un representante de la Corporación de Salud, un representante del IAMFISS y un representante de la Iglesia: así podremos tener garantía del destino de ese aporte, que deseo se haga realidad. Lo pido en nombre de los enfermos y médicos, que están en dicho Hospital; pero sobre todo en nombre de Dios. Y como primera ofrenda, pido que la colecta que hoy se haga durante esta celebración (y espero sea generosa) sea el primer ladrillo de esta iniciativa.

Dentro de unos instantes ofreceremos el pan y el vino, junto con ellos se harán presentes nuestros trabajos y afanes, nuestras esperanzas y compromisos. El Señor se hará presente de modo sacramental y a nosotros nos dará la fuerza para hacer realidad la necesaria liberación de nuestro pueblo. Que esta celebración de hoy nos llene de entusiasmo para seguir luchando con las armas de la luz y de la Verdad y buscar que en Venezuela se siga haciendo real el reino de Dios. Amén

+MARIO MORONTA R., OBISPO DE SAN CRISTOBAL.
20 DE ENERO DEL AÑO 2018.



IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...