«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
I° lectura: Hch 2,14ª. 22-33; Salmo: 15; II° lectura: 1 Pe 1,17-21; Evangelio: Lc 24,13-35
En este domingo se nos muestra la importancia de ser testigos, discípulos de Cristo y de su presencia real en cada uno de nosotros. San Pedro habla de su maestro, muestra de manera muy clara quién es Jesús y lo que hace por todos (I° lectura): Él mismo es el sendero de la vida, quien nos da el gozo y la alegría (Salmo). Tomar en serio el hecho de seguir a Jesús nos lleva a ser discípulo, optar por Él y conservar la confianza, ya que con su sangre nos ha redimido y nos ha dado la salvación (II° lectura).
Caminar con Jesús…
Este día nos regala un episodio conocido y muy hermoso que recuerda la presencia de Jesús: en los discípulos de Emaús y en ellos, en todos nosotros. Es una historia conocida que se presenta como emblema de fe, de compañía por parte del maestro a sus discípulos hasta el punto de pedirle que se quede con ellos. Este encuentro de camino y de vida, es certeza de que Jesús nos acompaña siempre, en todo momento y, a su vez, la manera de mostrarnos que, a pesar de nuestra ceguera, el maestro siempre nos indica la vía que debemos seguir. Se presentan algunos elementos importantes que nos ayudarán a reflexionar a la luz de Emaús: en primer lugar, la resignación de los discípulos que regresan ante la muerte del Salvador; en segundo lugar, Jesús se presenta en el momento justo e instruye a sus hermanos; en tercer lugar, los discípulos, -así como nosotros- debemos optar por permanecer con el maestro, no debemos dejarlo ir sino que debemos solicitarle que quedarse siempre con nosotros; en cuarto lugar, la presencia de Jesús hace que nuestro corazón arda y se nos abran los ojos ante la majestuosidad del milagro de su presencia en la vida del hombre. “¿No nos ardía el corazón…? “, dijeron los discípulos después de que Jesús se fue. Ese sentimiento, lo que sienten los discípulos antes y después de estar con Jesús, es lo que los lleva a anunciar posteriormente su presencia. Ellos dan señales de alegría y regocijo, evidencian el deseo de transmitir a los demás que Jesús está vivo y desean, con esa noticia, contagiar a los demás de amor y esperanza…
María, madre y acompañante
En el “Emaús” de nuestra vida, tenemos el apoyo total de María Santísima, nuestra madre. Ella nos acompaña ofreciéndonos la presencia de su amor, así como la certeza de la misericordia de su hijo. Seamos solícitos en nuestro caminar, pidamos a Jesús que se quede con nosotros y hagamos que nuestros corazones se contagien de su amor y ardan siempre más, para así unirnos en la evangelización a la que todos estamos llamados. Así sea.
Pbro. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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