José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 22 de diciembre de 2012

IV° Domingo de Adviento, 23 de diciembre de 2012

“Bendita tú entre las mujeres”
“¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

Iº lectura: Miq 5,1-4a; Salmo: 79; IIº lectura: Heb 10, 5-10; Evangelio: 1, 39- 45

El camino que nos lleva a la Navidad es un itinerario de paz, alegría y esperanza. La alegría y la paz son temas propicios que encaminan al hombre de hoy a vivir con sencillez y este aspecto es primordial en la liturgia de este día. En ella, Dios muestra el deseo de vivir en el corazón del hombre y ser parte del amor que se debe practicar en el prójimo y en cada uno de nosotros.

Tiempo de paz y justicia…
Dios nos pide caminar en su presencia, ser verdaderos discípulos, testigos y misioneros de su palabra. El desea habitar en el corazón del hombre y que todos seamos constructores del templo de nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra sociedad. Ser constructores significa caminar por sendas de paz y justicia, que permitan descubrir cada día más el insondable amor de Dios que nos da la fuerza en la preparación del corazón de hombre para su llegada. Es por ello que proclamamos el Evangelio de la verdad, el Evangelio de la vida, el mensaje de Jesús, hijo de Dios hecho hombre, presente por siempre en nuestra vida. Se nos invita a prepararnos bien en el Adviento para que la Navidad sea un momento propicio de crecimiento espiritual, en el cual sintamos la necesidad y la convicción de ser testigos, con las obras, de la palabra de Jesús. Con esto tenemos que debemos, en primer lugar, ser templos del Espíritu Santo; luego, vivir según la voluntad de Dios y en tercer lugar, reconocer en el amor de Dios el modo de cumplir su voluntad para creer, vivir y anunciar el Evangelio. Nos uniremos a Dios como discípulos de Jesús si creemos cada vez en su presencia en medio de todos, sin exclusión, sabiendo que todos somos parte de Él y de la Iglesia. En este tiempo de Adviento y en el de Navidad que se avecina, estamos llamados a unirnos con convicción al plan salvífico de Dios para con su pueblo: un plan de amor, paz y justicia.

María, ejemplo de sencillez y humildad
Dios nos anuncia el mensaje de paz presente en su Hijo a través del poder del Altísimo y en el “fiat” -hágase- de María Santísima. Ella nos da el ejemplo para cumplir con humildad y sencillez la voluntad de Dios, que no es otra cosa sino vivir de corazón su amor hacia Él, el prójimo y nosotros mismos. María Santísima nos guía a Jesús; nos da la posibilidad de decir junto a Santa Isabel: ¡Bendita tú María, madre nuestra, que estas siempre con nosotros! Así sea.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

viernes, 14 de diciembre de 2012

IIIº Domingo de Adviento, 16 de diciembre de 2012



“¡Alégrense siempre!”
No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud…”

Iº lectura: So 3,14-18; Salmo: (Is12); IIº lectura: Fil 4, 4-7; Evangelio: Lc 3,10-18

Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El tercer domingo de Adviento, nos muestra de manera especial la espera del nacimiento de Jesús. El profeta Sofonías deja ver la imagen victoriosa del Señor que reina y da confianza a sus hijos (Iº lectura); se subraya la alegría y la tranquilidad que debe existir entre todos, ya que el Señor está cerca (IIº lectura) y con el Evangelio se ratifica el inmenso amor de Jesús para los suyos resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros debemos poner en práctica.

Juan el Bautista, el mayor entre los nacidos de mujer…
El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia… Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio. 

La actitud de Juan y la liturgia de hoy es lo que permite al fiel cristiano ser testigo de la presencia de Jesús; es lo que hace ver las cosas desde otros puntos de vista, es decir, nos muestra la verdadera vía para encontrar la felicidad. Juan predica la justicia y la verdad y es allí donde crece y se fortalece la esperanza, es en Dios donde encontramos la justicia y la honestidad, la laboriosidad y la entrega sincera al Evangelio de la verdad. 

¡Cuántas dificultades encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. 

Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje. La presencia de Jesús, reflejada en el pesebre, en cantos y en celebraciones, se hace vida, se hace realidad perenne si nuestro corazón se dispone a abrir sus puertas y aceptarlo sin condiciones. 

Juan el Bautista nos da muchas enseñanzas y entre ellas nos recuerda que debemos tener valentía para ayudar a preparar la vía del Señor y sencillez para que quien escucha pueda entender que Dios es vida, alegría y armonía. Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan es el mayor entre los nacidos de mujer, es quien nos estimula y nos da ánimo para ser testigos en espíritu y verdad de lo que nos anuncia el Evangelio.

María nos enseña y ayuda a esperar con alegría…
En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen. Muchos le dejarán sus “carticas” y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. 

No dejemos pasar este momento favorable y recordemos siempre que alguien espera de nosotros la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.
p. José Lucio León Duque

sábado, 8 de diciembre de 2012

IIº Domingo de Adviento, 9 de diciembre de 2012

Convertirse y prepararse…
Siempre que rezo por ustedes, lo hago con gran alegría. Porque han sido colaboradores míos en la obra del evangelio, desde el primer día hasta hoy. Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre ustedes una empresa buena, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.”

Iº lectura: Bar 5, 1-9; Salmo: 125; IIº lectura: Fil 1,4-6.8-11; Evangelio: Lc 3, 1-6

Prepararse para la conversión, es una de las invitaciones que se nos regala en el tiempo de Adviento, de manera especial, en este segundo domingo. Se presenta la figura sencilla, austera y llena de fe del precursor. Su misión es la de preparar el camino del Mesías, llamando al pueblo de Israel a convertirse y arrepentirse de los pecados.

Preparar el camino…
El evangelista Lucas presenta el hecho de que Juan el Bautista ha anunciado la inminente venida del Mesías indicando su grandeza. Su tarea es esa: atraer la atención hacia Jesús y mostrar al mismo tiempo el modo como vivía Juan: en el desierto y con austeridad, siendo para nosotros ejemplo de esperanza, de seguridad y de conversión. 

Mientras continúa el camino del Adviento y nos preparamos para celebrar la Navidad, se verifica en nuestra sociedad el llamado de Juan, la voz que grita en el desierto, en el vacío en el que muchas veces nos encontramos. Es un llamado que motiva a abrir nuestros corazones y recibir al Hijo de Dios que viene en medio de su pueblo. 

Está en juego nuestro destino: nuestro comportamiento hoy, será garantía de la recompensa eterna. Juan habla a través de los siglos, a todas las generaciones, a todos y cada uno de nosotros. Sus palabras, claras y duras, son alivio para el hombre de hoy, hombres y mujeres de nuestro tiempo, donde aún se perciben síntomas de mentalidades materialistas. 

La “voz que grita en el desierto” nos invita a preparar la venida de Jesús, y ello se proclama en “los desiertos de hoy”, desiertos interiores y exteriores, sedientos del agua viva que es Cristo, que se dona a aquellos que tienen la disposición de vivir la conversión. ¡Imitemos este estilo de vida en medio de la vida cotidiana!

María nos enseña y ayuda a esperar…
En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. 

No dejemos pasar este momento favorable y recordemos siempre que alguien espera de nosotros -colocando la atención en los pobres y excluidos-, la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.
P. José Lucio León Duque

jueves, 29 de noviembre de 2012

Iº Domingo de Adviento, 2 de diciembre de 2012



“Descúbrenos, Señor, tus caminos”…
“Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.

Iº lectura: Jer 33,14-16; Salmo: 24; IIº lectura: I Tes 3, 12-4,2; Evangelio: Lc 21,25-28.34-36

La celebración del Adviento que cada año vivimos, nos presenta la espera de Jesús de manera evidente ante nuestros ojos y en nuestra mente; nos conduce a darnos cuenta que necesitamos de Él ante el vacío del que muchas veces somos protagonistas. 

Se nos invita a realizar un serio examen de conciencia sobre dos puntos fundamentales: ¿a quién estamos esperando? y ¿de qué manera lo haremos? ¡Hay que prepararse!

Salir al encuentro del Señor
El profeta Jeremías nos muestra la promesa que hace Dios: “En aquellos días y en aquella hora, yo haré nacer del tronco de David, un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra”. 

La presencia de Dios es confianza, es seguridad; encontrarnos con Él es vivir con sinceridad la unidad, es dar una luz de esperanza a quien la necesita con la certeza que Dios está ahí, junto a nosotros, guiándonos con su luz. 

Este día y este tiempo, se presenta como una señal pues se nos invita con garantía y seguridad a caminar hacia el encuentro del Señor; se nos motiva a decir con el salmista: “Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina…”

Dios nos guía, es lo que se opone a la inseguridad y a las obras que nos alejan de Él, es lo que se opone a la maldad que entra en el corazón de quien vive sin Él, a las injusticias cometidas por falta de amor, de honestidad, de equilibrio…San Pablo nos exhorta claramente a dejarnos inundar del amor de Dios, y así darnos cuenta del momento en el que vivimos; nos invita a revestirnos de ese amor -presente en nosotros y en el prójimo- para alejar todo aquello que nos aparta de la verdadera vía; nos motiva a seguir progresando en el camino de Dios, para que las actividades de las tinieblas y, por ende, todo aquello que implique odio, violencia física y moral, insultos, ofensas, blasfemias, injusticias, divisiones, se disipen ante la espera gozosa de la venida de Jesús que llega a iluminar nuestra vida con la paz, el amor, la verdad, la justicia, la misericordia...

La madre de la espera…
María Santísima nos anima y nos ayuda a vivir en esperanza; ella es ejemplo de fortaleza y sencillez para afrontar la vida como debe ser. Confiemos en que ella siempre nos acompaña y nos muestra la vía que nos lleva a Jesús. 

Que nadie sienta que en su vida falta el amor de Dios, ya que todos estamos llamados a ser testigos del evangelio viviendo la unión y el amor que todos debemos llevar como única bandera y así obtener la salvación. 

Esto nos lleva a decir con convicción: unámonos en nombre de Dios para llevar a todos los lugares y a todas las personas el anuncio del mensaje de Jesucristo, del Evangelio de la verdad…Así sea.

p. José Lucio León Duque
joselucio70@hotmail.com

viernes, 23 de noviembre de 2012

Solemnidad de Cristo Rey del Universo, Domingo 25 de noviembre de 2012



“¡Soy Rey!”
“Tú lo has dicho: ¡Soy Rey! Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”

Iº lectura: Dn 7,13-14; Salmo: 92; IIº lectura: Ap 1,5-8; Evangelio: Jn 18,33-37

Celebramos con gozo y alegría la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Es un día de fiesta, convencidos de la presencia de Jesús en nuestra vida, de su plena y total soberanía. 

Es el día para reconocer, con humildad y sencillez, la grandeza y la omnipotencia de Dios que se hace hombre para acercarnos más a Él y hacernos así partícipes de su vida misma. 

La liturgia de este domingo nos enseña, que Jesús es el Rey de reyes, el señor de señores, quien reconoce con humildad su realeza y da testimonio de la verdad a quien lo escucha con amor. (Evangelio).

“Mi reino no es de este mundo…”
Al igual que en el pretorio, también nosotros estamos junto a Jesús viviendo la experiencia de la salvación, algunos juzgados, otros a su lado, otros simples observadores; tal vez como otros, esperando el juicio, la condena… en fin, cada personaje puede albergar nuestra vida, cada lugar se muestra como un escenario propio para el hombre y la mujer de hoy, para todos y cada uno de nosotros. 

El pretorio es actualidad, el cual se presenta hoy como una opción fundamental de vida donde se presenta la actuación de unos y la sinceridad de otros y, junto a ello, con un Buen Dios que, desde el cielo, observa atentamente la evolución de la Salvación en la multitud de corazones presentes ante el juicio de su Hijo, interrogado antes de ser crucificado. 

En ese escenario se presentan las vidas y los rostros de tantos que ven en Jesús la esperanza del Reino que no es de aquí de este mundo de corazones tristes, desconsolados, solos…de aquellas familias en dificultad, de las almas que necesitan de oración y ayuda espiritual…el mundo de aquí es de los pobres y excluidos, de las víctimas de la injusticia, de los cristianos y los que no lo son…el mundo del corazón de tantos que te aman y de tantos que dicen amarte pero burlándose, viven lejos del mensaje del Evangelio…

Jesús, Rey de reyes, Señor de señores, primogénito de toda criatura: Te proclamamos Rey de este mundo, del mundo de nuestros corazones, del mundo que tú mismo nos regalas. Este día es un motivo más para dar gracias a Dios por el don de la vida, de esa vida que depende de Dios y que debemos conservar y saber administrar. Sintámonos unidos a Dios, sintamos que cada minuto de nuestra vida está siendo custodiado por Él, quien con amor de Padre, de Hijo y de Consolador, nos estimula y nos dice: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”…

María Santísima, madre humilde que nos da ejemplo
Ella es la madre del Rey, la madre del Salvador del hombre, la madre de Dios. Su humildad y sencillez nos permite contemplar un corazón puro y un alma materna que está por encima de cualquier otra cosa. 

Ella nos enseña a vivir en Dios y a partir de su amor, ser prójimo con el prójimo y verdaderos testigos del evangelio. La evangelización hecha realidad en cada uno de nosotros es clara, es precisa: unámonos a Dios y unidos a Él, unámonos entre nosotros para proclamar la verdad, la justicia y la paz. Así sea.

p. José Lucio León Duque
joselucio70@hotmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...