José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 14 de diciembre de 2013

IIIº domingo de Adviento, 15 de diciembre de 2013



MANTENGAMOS LA FIRMEZA Y CAMINEMOS SIN TEMOR…
“Tengan paciencia también ustedes, manténganse firmes, porque la venida del Señor está cerca.”…

Iº lectura: Is 35,1-6a.10; Salmo: 145; IIº lectura: St 5, 7-10; Evangelio: Mt 11, 2-11

Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El profeta Isaías deja ver la imagen fructífera del desierto que florece en nuestra vida, subrayando la alegría de poder cambiar o mejorar siempre más; se subraya la paciencia y el buen trato que debe existir entre todos, ya que el Señor está cerca, ratificando el inmenso amor de Jesús para los suyos resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros debemos poner en práctica.

JUAN EL BAUTISTA, EL MAYOR ENTRE LOS NACIDOS DE MUJER…

El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia. Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio.

Él predica en el desierto y justo allí florecen las esperanzas, es en el desierto donde germina el deseo de encontrar a Dios y seguir sus pasos. ¡Cuánto desierto encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia!

¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje.

Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan, el mayor entre los nacidos de mujer, nos motiva para ser testigos de lo que nos anuncia el Evangelio de la verdad...

MARÍA NOS ENSEÑA Y AYUDA A ESPERAR…

En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. No dejemos pasar este momento, recordando que alguien espera de nosotros la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, Madre Inmaculada, Virgen de Guadalupe, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.

P. José Lucio León Duque

miércoles, 25 de septiembre de 2013

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, 29 de septiembre de 2013



Me encontré con el pobre Lázaro…
“El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo”

Iº lectura: Am 6, 1.4-7; Salmo: 145; IIº lectura: 1Tim 6,11-16; Evangelio: Lc 16, 19-31

Para alcanzar la vida eterna es necesario reafirmar cada vez más nuestra fe. Ella es la morada en la que todos y cada uno de nosotros vivimos en el tiempo y en la eternidad. Cada día es una oportunidad para luchar y vivir en la justicia y tras ella, es el momento para levantar nuestra mirada a Dios y con piedad sincera seamos testimonio de vida con caridad, paciencia y dulzura (segunda lectura). 

Todo ello nos ayudará a vivir la verdadera fe, no una confianza falsa en el culto y en la misma religión olvidando el sentido verdadero del amor a Dios (primera lectura), tampoco una veneración exagerada en pseudo-doctrinas que nada tienen que ver con la vida en Dios, en conclusión: la eternidad está asegurada para aquellos que viven una vida de fe, que actúa por medio de la caridad y no se deja llevar por la avaricia…

Lázaro está ahí…
El tiempo es un tesoro, una riqueza. En la lectura del evangelio se hace evidente una situación social particular: la vida de opulencia de Epulón y la sencillez del pobre Lázaro. El primero se jacta de poseer, de ser quien tiene el poder, dedica tiempo a descansar y a pasarla bien. El segundo tiene una condición indigente, no posee nada material, se conforma con lo que cae de la mesa del rico, no se queja. 

En ambos casos se denota el problema de una condición social pero más allá de eso, se evidencia el juicio de Dios en el tiempo y en la eternidad sobre la actitud tomada ante la riqueza y la pobreza. Diariamente encontramos personas pidiendo ayuda económica, mendigando un pedazo de pan, durmiendo en la calle; gente sin esperanza, sin vivienda, sin nada… podemos entonces afirmar: me encontré con el pobre Lázaro. Al respecto surge una pregunta entre las tantas que pudiésemos realizar: ¿nos sentimos seguros de lo que poseemos? ¿damos el primer lugar a las cosas materiales dejando de lado la actitud honesta y sincera ante Dios? Recordemos que Lázaro está en medio de nosotros, Lázaro vive en nuestro entorno, clama al cielo para que en la tierra, el corazón del hombre sea dócil y pueda ser testigo del amor de Dios.

María, ejemplo de humildad
El camino de la fe es guiado por María, madre de la humildad. Ella nos lleva de la mano a Jesús y nos enseña que la verdadera riqueza está en aceptar la voluntad de Dios, en decir sí, en confiar plenamente en los planes que Él tiene para con nosotros y que nos lleva a la felicidad plena. Así sea.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

viernes, 20 de septiembre de 2013

¿QUIÉNES SON LOS HIJOS DE LA LUZ?
“Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras…”


Iº lectura: Am 8, 4-7 / Salmo: 112 / IIº lectura: 1Tim 2,1-8 / Evangelio: Lc 16, 1-13

Este domingo, nos encontramos con la luz, signo y símbolo del Señor. Así como la luz y el día se oponen a la noche y a las tinieblas; de la misma manera los hijos de la luz (los cristianos) se oponen a los hijos de las tinieblas o hijos de este mundo. La verdadera riqueza está en la fe, la cual sólo la poseen los hijos de la luz, quienes la fortalecen en la oración. Pero…atención: ¡Hay sombras que se presentan en la vida de todos y cada uno de nosotros!

LOS HIJOS DE LA OSCURIDAD ESTÁN AL ASECHO
Quien no está de parte de Dios, busca la forma de alejar cada vez más a los hijos de la luz. La presencia de quien se niega a ser luz, termina aceptándose como algo “común” y/o “normal” en la vida cotidiana. Ello puede dar a entender que “es bueno no ser bueno”; en este sentido, da lo mismo dañar a alguien, puesto que es algo “normal” en el mundo de hoy. 

Los hijos de este mundo son sagaces y astutos -en sentido malicioso-, no desean la paz ni el equilibrio, no obran la caridad; prefieren sentirse dueños del mundo y de las conciencias olvidando que quien gobierna es Dios. Los hijos de las tinieblas se presentan con apariencia de sencillos y humildes, disfrazan sus vidas mezquinas con falsos amores y en muchos casos colocan el dios dinero por delante para atrapar víctimas. Dan pena, lástima y tristeza al corazón de Jesús, quien pide al Padre misericordia y piedad para con ellos. 

La verdadera luz del hombre es la oración. Quien es cristiano ora por todas las personas y necesidades. El cristiano sabe que esta riqueza tan grande (la oración), le acerca a su salvador y que además es una forma extraordinaria de conseguir el perdón de sus pecados. Quien ora alza al cielo sus manos puras y ofrenda a Dios sus mejores sentimientos, su mejor tesoro. 

La Iglesia es una comunidad de creyentes en la cual todos tienen su espacio, y aunque es de todos, ella tiene una particular preferencia por los pobres y excluidos. Hagamos hoy una oración por sus hijos para que nuestro compromiso sea convertirnos en luz para los demás, luz para el mundo pero también y de manera especial, en luz de nuestros propios hogares.

EN UNIÓN CON MARÍA
En este itinerario de fe, María Santísima nuestra madre, nos acompaña e indica el camino a seguir. Ella, madre del amor y maestra de oración, nos enseña a orar, escuchar a Jesús y guardar en nuestro corazón sus palabras y enseñanzas para que seamos testigos del amor de Dios. Así sea.

P. José Lucio León Duque


jueves, 20 de junio de 2013

Reflexión para el XII° Domingo del Tiempo Ordinario, 23 de junio de 2013



“Y USTEDES, 
¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?”
“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo.”

I° lectura: Zc 12, 10-11; 13-1; Salmo: 62; II° lectura: Gal 3, 26-29; Evangelio: Lc 9, 18-24

Se nos presenta en la liturgia de este domingo un doble retrato: el de Jesús y el del discípulo. Cuando se tiene un amigo, ¿cuál es la primera cosa que se piensa? ¿Preguntarle lo primero que nos viene a la mente? O, por el contrario, antes de hacer cualquier pregunta, se piensa ¡cómo sería agradable volver a verlo así como disfrutar su compañía¡ 

¿Por qué no hacer lo mismo con Jesús, cuando se está ante Él y con Él? ¿Por qué no anunciar y dar testimonio del bien que nos hace su presencia, antes de otra cosa?

LA CRUZ, MEDIO DE SALVACIÓN…
Jesús entra en las filas de los hombres y mujeres excepcionales, que han llevado al mundo una palabra divina capaz de mover los corazones y las conciencias, como es el caso de San Juan Bautista, Elías y los profetas. 

En la perspectiva de la pregunta de Jesús, el hijo de Dios, nosotros responde Pedro, quien lo indica como “El Mesías de Dios”, es decir, el consagrado en el Espíritu divino que ofrece a la humanidad la palabra y la presencia perfecta y definitiva de Dios en nuestra historia. Él es el Salvador, la potencia liberadora de Dios que penetra como levadura en la fría masa de la humanidad. 

Se nos invita a tomar la cruz, teniendo en cuenta el detalle que nos hace reflexionar: tomarla y llevarla cada día, sabiendo quién es Jesús. Adherirnos a la cruz significa esforzarnos en cultivar los pequeños detalles que nos mueven a cumplir la voluntad de Dios a través de obras sencillas, de la piedad que debemos expresar en nuestra relación con Dios, de la fidelidad continua y permanente hacia Él. 

El sufrimiento de Cristo y el trabajo cotidiano del cristiano no es un tipo de masoquismo, es una invitación precisa: conocerlo, resucitar y salvarse. La cruz, nuestra cruz, debe ser llevada siempre con amor, con fidelidad, con constancia, cada día y “no a ratos”, solo así podremos responder con convicción a la pregunta de Jesús: Tú eres mi Salvador, tú eres el hijo de Dios, tú eres paz cada día, amor, gozo, serenidad, tú eres quien me guía y quien me invita a predicar el Evangelio de la verdad con las obras de cada día.  

LA VIRGEN MARÍA, NOS ENSEÑA A SEGUIR A JESÚS…
María, Nuestra Madre, nos da ejemplo de vida en Dios. Ella, mujer y madre, nos da la fuerza para predicar y proclamar el gozo que Dios nos da. Seamos testigos del amor de Dios que, en Espíritu y Verdad, nos lleva con valentía a ser mensajeros del evangelio de Jesús. Así sea.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

jueves, 6 de junio de 2013

X Domingo del Tiempo Ordinario, 9 de junio de 2013

“No llores”
“Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.”

I° lectura: 1Re 1, 17, 17-24; Salmo: 29; II° lectura: Gal 1, 11-19; Evangelio: Lc 7, 11-17

Una mujer, un ataúd, un cortejo. Estos son los ingredientes básicos en el relato de Naim que se coloca como escena la normalidad de la tragedia en la que se vislumbra el dolor más grande del mundo: la muerte. Es la oscuridad que absorbe la vida de una madre, de quien está privada de aquello que es más importante en su vida. Ese frío imprevisto denota y prevé que, de ahora en adelante, las cosas no serán como antes.

Esa mujer era viuda, tenía solo un hijo, él era todo para ella. Dos vidas precipitadas en un ataúd. Cuántas historias existen así en la actualidad. Cuántas familias donde la muerte es de casa. El Evangelio muestra a Jesús que llora junto a la mujer. Jesús entra en el corazón de esta mujer, de esta madre. Entra en la ciudad como forastero y se convierte en prójimo.

¿Quién es el prójimo? Le preguntarían en una ocasión. Quien se acerca al dolor de los demás, quien se carga sobre sus hombros la tristeza de quien sufre, quien busca la manera de consolar, aliviar, curar en la medida de lo posible.  El Evangelio nos dice que Jesús sintió compasión por ella. La primera respuesta del Señor es probar dolor por aquel de la mujer. Ve el llanto y se conmueve, no prosigue sino que se detiene y dice con ternura: “no llores”. Aún así, no se conforma de sentir compasión, Él la consuela liberándola. Se acerca a una persona que se pregunta: ¿por qué me está sucediendo esto? ¿Qué he hecho? Ninguna señal nos dice que aquella mujer fuese una creyente más que otros y aún así, Jesús está allí.

Lo que hace mover el corazón de Jesús es el dolor, su sufrimiento, su vida. Aquella mujer no pide nada, pero Dios escucha su súplica, la súplica universal y sin palabras de quien no sabe cómo pedir, de aquel que tal vez no tenga fe y Él se acerca, cercano como ella al cuerpo inerte de su hijo, cercano como el mejor de los padres: misericordioso, tierno, sencillamente padre. Se acerca al ataúd, lo toca, habla: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”, es el verbo usado para la resurrección. Se lo devuelve a su mamá, a su abrazo amoroso, le devuelve la vida, la esperanza, a los afectos que lo hacen sentirse vivo, a ese amor que solo encontramos en la vida.

Todos glorificaban a Dios diciendo: “Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.” Jesús profetiza, anuncia a Dios en medio de su pueblo con su palabra, con su actitud. Anuncia a Dios en Naim y a cada “Naim” del mundo que se acerca, que llora, que sufre…y Él escucha su súplica. Anuncia la esperanza a quienes el dolor pareciera destrozarle el corazón y nos invita a transformar ese sufrimiento en esperanza, en vida, en fe, siendo cercanos con los que puedan pensar que todo ha terminado con el dolor.

María Santísima, madre del maestro de la esperanza y del amor, haz que seamos cercanos a aquellos que, lejanos de Dios o cercanos a Él, se convierten en prójimo que ayudan a sembrar esperanza en medio de las dificultades. Así sea.

P. José Lucio León Duque

jueves, 30 de mayo de 2013

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor, 2 de junio de 2013



EL PAN DE VIDA, PAN DE LA CARIDAD

Celebramos la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y su presencia en la vida del hombre. Hoy, vivimos junto a Jesús esa presencia eucarística, siendo ella, certeza para todos nosotros de vida, esperanza y salvación.

Debemos, como verdaderos cristianos, recordar siempre a Dios, nunca olvidarnos de los dones y gracias que nos concede, recordar orar siempre por las vocaciones sacerdotales y religiosas y participar del banquete eucarístico, del Cuerpo y la Sangre de Jesús.

PRESENCIA REAL
En la historia de la salvación, en la cual cada uno de nosotros somos partícipes, encontramos un itinerario de la presencia de Dios en el corazón de sus hijos. Esa presencia eucarística es real, verdadera, cierta, que se hace vida en cada hombre y mujer, en la medida que la reconocemos como "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11).

La presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento nos lleva a reflexionar sobre los siguientes puntos: en primer lugar, es sacrificio que nos redime, nos salva, nos purifica. En segundo lugar, es misterio por el cual cada cristiano, creyente y amante de la Eucaristía, siente admiración plena. En tercer lugar, es sacramento, en el cual nos deleitamos y participamos sin cesar. San Agustín en el Comentario al Evangelio de San Juan, habla de la Eucaristía como "¡Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad!".

La nueva Evangelización debe llevar como bandera nuestro amor a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen María. Ello conlleva a creer y vivir la fraternidad, la unión y el amor, si esto falta, la evangelización decae y no produce fruto. Seamos amantes de la Eucaristía y fieles al mensaje del Evangelio.

El papa Francisco nos interpela respecto a esta Solemnidad: “tendremos todos que preguntarnos ante el Señor: ¿cómo vivo la Eucaristía? ¿La vivo en forma anónima o como momento de verdadera comunión con el Señor, pero también con tantos hermanos y hermanas que comparten esta misma mesa? ¿Cómo son nuestras celebraciones eucarísticas?”

MARÍA, MUJER DE LA EUCARISTÍA
La presencia de María Santísima, nuestra madre, es permanente y sincera. Ella, conservando y guardando todo en su corazón, se convierte en discípula fiel que nos enseña el camino que debemos seguir para ser adoradores en Espíritu y Verdad de la Eucaristía.

Sigamos a Cristo, estemos junto a él y confiemos plenamente en su presencia en medio de nosotros. Así sea.

“¿me dejo transformar por Él? ¿Dejo que el Señor que se dona a mí, me guíe para salir cada vez más de mi pequeño espacio y no tener miedo de donar, de compartir, de amarlo a Él y a los demás?” Papa Francisco en la Solemnidad del Corpus.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...