José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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jueves, 25 de abril de 2013

V° Domingo de Pascua, 28 de abril de 2013

“Todo lo hago nuevo…”
“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo les he amado, ámense también entre ustedes”

I° lectura: Hch 14, 21b-27; Salmo: 144; II° lectura: Apoc 21, 1-5a; Evangelio: Jn 13, 31-33ª.34-35

En la Iglesia de los primeros siglos, modelo para todos aunque no siempre haya vivido tiempos fáciles, la fe se difundía, la palabra de Dios se extendía y contagiaba a todos creciendo el número de los discípulos; de las dificultades se llega al ayuno, a la oración, a la predicación, a la experiencia de vida cristiana. 

Es por ello que el cristiano, el discípulo de Jesús, bendice su nombre y exalta su misericordia para los que esperan en Él, es la fuerza que se nos da a todos: aprovechémosla.

Amarse…
Nos dice el evangelio de hoy: “La señal por la que conocerán todos que son mis discípulos, será que se amen unos a otros”. Desde siempre Jesús está a nuestro lado, nos acompaña, nos guía y nos ayuda a ser parte de su amor y practicar la misericordia. Se nos recuerda algo fundamental: viendo a Jesús, vemos al Padre; amando como Jesús, amaremos al prójimo; creyendo en Él no tendremos temor y no nos temblará el corazón ante nada. 

La Iglesia nos permite cumplir con ciertos deberes de los que, como cristianos, no podemos prescindir. En los primeros siglos se presentaban preocupaciones -tal como sucede en la actualidad- y siempre se confió en Dios y se buscó la solución necesaria para seguir adelante en su nombre. 

La señal, nota característica que nos identifica con Jesús, nos invita vivir el amor como Él, no solo de palabra, sino como expresión máxima de lo que Dios nos da. Caminar junto a Él implica darse cuenta de los pasos que damos con Él. Jesús, maestro del amor, no nos abandona y nos impulsa a seguirle, optar por Él, optar por el servicio a los pobres y excluidos y ser sus discípulos, haciendo vida lo que predicamos.

María nos guía en el camino…
Nuestra Madre del cielo nos acompaña siempre. Ella, maestra del amor, nos guía hacia la verdad que nos enseña Jesús, la vía que debemos seguir y la vida que debemos experimentar en espíritu y verdad. Seamos responsables del compromiso asumido y fieles discípulos del mensaje de verdad y fuerza que el Señor nos da uniéndonos más a Él. Así sea.

“El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio.
El fruto del servicio es la paz.Beata Teresa de Calcuta.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


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