A
EJEMPLO DE JESÚS
“Alégrense y
regocíjense, porque grande será su recompensa en el cielo”
I° lectura: Ap 7, 2-4.9-14; Salmo: 23; II° lectura: 1Jn 3, 1-3; Evangelio: Mt 5, 1-12
Hace algún tiempo, leía
lo siguiente: “…los santos, para dicha nuestra y de ellos mismos,
fueron hombres -y mujeres- de carne y hueso como nosotros” (Felice Accrocca, “Tommaso da Cori, Amico di Dio e degli uomini”).
Leyendo esto y reflexionando sobre lo que la liturgia de la Palabra nos presenta en
este día, podemos tener la certeza que Dios nos llama a caminar, ya desde
ahora, en las vías de la santidad.
La multitud de los
santos, presente en las lecturas y manifestada en la Iglesia , nos da a entender
que debemos ver más allá de lo que comúnmente tenemos frente a nosotros.
Debemos sentir la certeza que el camino escogido no es el equivocado y que el
amor que Dios nos ha tenido y por el que somos sus hijos, nos permitirá
alcanzar el premio que está preparado para los bienaventurados.
JESÚS NOS ENSEÑA EL CAMINO
Bienaventurados los pobres de espíritu, los que lloran, los
sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los
limpios de corazón, los que trabajan por la paz…todos serán llamados hijos de
Dios (Evangelio). Esta certeza es el camino de
esperanza que Dios nos da para que seamos testigos de su palabra y la hagamos
vida en la cotidianidad.
Santos somos los miembros de la Iglesia , santos son todos los que han
seguido y siguen el ejemplo de Jesús, santos son los que oficialmente son reconocidos
por la Iglesia
y aquellos, que aún no siendo reconocidos públicamente, han sido testigos del
amor de Dios en medio del mundo. Sentir que la santidad es un peso es no darnos
cuenta que esa es la razón de vivir del cristiano.
El maestro llama bienaventurados a aquellos que forman parte
del corazón de Dios;
a los que viven sin pensar en ambigüedades; a los que sin serlo, se sienten
excluidos por los que, no siéndolo, se sienten dueños de las conciencias. El
Evangelio nos promete una recompensa y ella se da, solo en la medida que seamos
conscientes y responsables del cumplimiento de nuestros deberes como
cristianos.
¿Quiénes son los santos? No dejemos nunca de preguntárnoslo, no pasemos de
largo ante la propuesta de llegar a serlo y cada día esforcémonos por vivir los
preceptos del Evangelio con obras de caridad, poniendo por obra lo que creemos
gracias a la fe.
MARÍA SANTÍSIMA, REINA DE TODOS LOS SANTOS…
En las letanías damos a
Nuestra Madre del cielo un calificativo muy significativo. La Madre de Dios es la Reina de Todos los Santos, es quien nos da
ejemplo de humildad para poder dar fe que es posible llegar a ser
bienaventurados ya que “todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se
purifica a sí mismo para ser tan puro como Él”… Así sea.
“No podemos decir al mismo tiempo quiero y no quiero: quiero ser santo y no quiero serlo. Deberíamos preguntarnos porque no somos santos gozando de la presencia y bendición de Cristo en el tabernáculo y de la posibilidad de recibir su cuerpo y su sangre en la comunión”. (Beata Teresa de Calcuta)
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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