“Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído?
Dichosos los que crean sin haber visto.” (Jn 19,29)
Iº lectura: Hch 4,32-35; Salmo: 117; IIº lectura: 1Jn 5,1-6; Evangelio: Juan 20,19-31
El
segundo domingo de Pascua coloca en evidencia la importancia de la fe para la
vida espiritual de todos y cada uno de los que nos llamamos discípulos del
Resucitado. En este domingo se nos invita a vivir la fe,
promover la paz y dejarnos guiar por el Espíritu, ya que a través de ello, es
que crecemos como discípulos de Jesús de Nazaret, a quien damos a conocer con
la palabra y el testimonio. Es el domingo de la Divina Misericordia.
LA PAZ, FUERZA DE QUIEN CREE
El papa bueno, San Juan XXIII, decía: “La paz en
la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es
indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente
el orden establecido por Dios” (Encíclica
Pacem in terris). En la liturgia de hoy, se nos ofrecen
algunos puntos fundamentales que no pueden ser ajenos a ninguno de nosotros.
En primer
lugar, debemos
-como los apóstoles- dar testimonio de la resurrección con valor y con
decisión, sabiendo que es el camino para llevar a los demás a Dios. La unión y
el sentimiento común es lo que nos va a caracterizar como seguidores y
discípulos de Jesús.
En segundo
lugar, tenemos
como bandera de la vida nuestra fe, con la cual logramos vencer las dudas, las
incertidumbres, las situaciones difíciles. Con la fe podemos ayudar a los demás
a sentir la presencia de Dios y a cultivar cada vez más la esperanza de caminar
en su amor y su misericordia.
En tercer
lugar, debemos
ser pioneros en promover la paz, y junto a ella, guiados por el Espíritu Santo,
transmitir el mensaje del Evangelio de la verdad, un mensaje lleno de fe y
justicia, un mensaje que llegue a todos los hombres y mujeres, un mensaje que
sea la fuerza que nos impulse a caminar sin vacilar, convencidos de quien
estamos predicando: a Jesús resucitado, vivo en medio de su pueblo, presente en
cada corazón.
En cuarto
lugar, estamos
llamados a construir comunidades de fe, donde se vida la fraternidad, donde el
sentir sea común y se nos identifique por el amor; ahí tenemos el itinerario
que debemos recorrer.
MARÍA SANTÍSIMA, TESTIMONIO DE PAZ Y DE FE
Junto a María Santísima, nuestra Madre del Cielo,
caminamos hacia la luz que Dios nos ofrece. Es un camino de paz, de amor, de
esperanza. Junto a ella, madre de Jesús de la misericordia, estamos seguros que
nuestros pasos serán firmes y que nuestro testimonio será verdadero. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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