“Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus
mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.” (1Jn 2,4)
Iª lectura: 3,13-15.17-19; Salmo: 4; IIª lectura:
1Jn 2,1-5; Evangelio: Lc 24,35-48
En este tercer domingo de Pascua, la
alegría de la Resurrección nos lleva a encontrarnos con Jesús y reconocer en Él
a Dios, quien nos ilumina, nos escucha y nos guía por el camino de la paz. Dios
cumple a través de la historia lo que se anuncia en los profetas y por ello es
que podemos garantizar que lo conocemos de corazón y sinceramente.
JESÚS: NUESTRA
ESPERANZA
El tiempo de Pascua nos enseña a vivir la
experiencia del Resucitado, caminar junto a Él, hablar con Él,
compartir la fracción del Pan y darnos cuenta la importancia de lo que
significa verdaderamente seguir a Jesús. El Santo Padre Francisco, en el
Mensaje que nos dirigió el Domingo de Resurrección nos recuerda lo siguiente: “El mundo propone
imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la
gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la
cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino
disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién
lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar
violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y
del amor.” (Francisco, mensaje Urbi et Orbi, Pascua 2015).
Jesús
resucitado nos da unas pautas importantes para que los cristianos seamos
testigos de la vida que Él mismo nos da. Ante todo nos invita a extender la paz y vivir en ella, a ser mensajeros de
la paz que solo en Él y por Él podemos obtener. En segundo lugar, esa paz
nos lleva a disipar las dudas, a quitar de nuestros corazones el miedo que
pueda existir para que, en tercer lugar, seamos testigos de
su mensaje, de su palabra, de la Fracción del Pan, del Evangelio vivo y
presente en cada cristiano, en cada hombre y mujer que coloca en sus vidas la
fuerza del anuncio de la Resurrección.
Esa
fuerza es la que nos debe animar a vivir de cerca la Misión Evangelizadora que
la Iglesia vive en el nombre de Dios, una misión que conlleve a compartir de
cerca las necesidades del pueblo que es Iglesia y que, a partir de ella, sea
portadora del mensaje de salvación a todos los hombres y mujeres sin exclusión.
“Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a
menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a
los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están
de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz
consoladora y sanadora del Señor Jesús: «La paz esté con ustedes». (Lc 24,36).
«No teman, he resucitado y siempre estaré con ustedes» (cf. Misal Romano,
Antífona de entrada del día de Pascua) (Francisco, mensaje Urbi et
Orbi, Pascua 2015).
MARÍA, MADRE DEL RESUCITADO
María Santísima nos guía, nos protege y nos da la
esperanza de caminar juntos en la extensión del Reino de Dios en los demás y en
nuestro corazón. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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