José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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jueves, 4 de junio de 2015

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 7 de junio de 2015

¡EUCARISTÍA!
“La Sangre de Cristo nos librará de nuestros pecados y nos restituirá nuestra dignidad. Nos liberará de la corrupción. Sin mérito nuestro, con sincera humildad, podremos llevar a los hermanos el amor de nuestro Señor y Salvador. Seremos sus ojos que van en busca de Zaqueo y de la Magdalena; seremos su mano que socorre a los enfermos del cuerpo y del espíritu; seremos su corazón que ama a los necesitados de reconciliación, de misericordia y de comprensión”. (Papa Francisco, 4 de junio de 2015)

Iº lectura: Ex 24, 3-8; Salmo: 115; IIº lectura: Heb 9, 11-15; Evangelio: Mc 14, 12-16. 22-26

Celebramos la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y su presencia en la vida del hombre. Hoy, vivimos junto a Jesús esa presencia eucarística, siendo ella, certeza para todos nosotros de vida, esperanza y salvación. Debemos, como verdaderos cristianos, recordar siempre a Dios, nunca olvidarnos de los dones y gracias que nos concede, obedeciendo en todo momento, ofreciendo sacrificios y glorificando su nombre y viendo en Jesús el mediador de la nueva alianza.

JESÚS ESTÁ AQUÍ

“La Eucaristía actualiza la Alianza que nos santifica, nos purifica y nos une en comunión admirable con Dios. Así aprendemos que la Eucaristía no es un premio para los buenos, sino la fuerza para los débiles, para los pecadores, es el perdón, el viático que nos ayuda a andar, a caminar” (Papa Francisco, 4 de junio de 2015). Esa presencia eucarística es real, verdadera, cierta, que se hace vida en cada hombre y mujer, en la medida que la reconocemos como “fuente y cima de toda la vida cristiana” (LG 11).

La presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento nos hace reflexionar sobre algunos puntos en especial: en primer lugar, es sacrificio que nos redime, nos salva, nos purifica. En segundo lugar, es misterio por el cual cada cristiano, creyente y amante de la Eucaristía, siente admiración, viviendo en plenitud la sagrada comunión. En tercer lugar, es sacramento, en el cual nos deleitamos y participamos sin cesar, sabiendo que la presencia de Jesús, nos alimenta en el cuerpo y en el alma. San Agustín en el Comentario al Evangelio de San Juan, habla de la Eucaristía como “¡Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad!”.

La Misión del cristiano debe llevar como bandera el amor a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen María: unirnos a Dios para llevar a todos el amor que viene de Él. Ello conlleva a creer y vivir la fraternidad, la unión y el amor, si esto falta, la evangelización decae y no produce fruto. Seamos amantes de la Eucaristía y fieles al mensaje del Evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.” (Jn 6, 57).

MARÍA, MUJER DE LA EUCARISTÍA

La presencia de María Santísima, nuestra madre, es permanente y sincera. Ella, conservando y guardando todo en su corazón, se convierte en discípula fiel que nos enseña el camino que debemos seguir para unirnos cada vez más como testigos fieles de la Eucaristía y del Evangelio de la verdad. Sigamos a Cristo, estemos junto a él y confiemos plenamente en su presencia en medio de nosotros. Así sea.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

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