“El que no toma su cruz y me sigue
no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida
por mí la encontrará.”
Primera lectura: 2Re 4,8-11.14-16ª; Salmo: 88; II° lectura:
Romanos 6,3-4.8-11; Evangelio: Mateo 10,37-42
La liturgia de la Palabra de este
domingo se presenta como un llamado a la fe, la esperanza y la caridad, vividas
en el nombre de Jesús y manifestadas en el testimonio de una conducta de vida
digna y recta.
DIOS: AMOR TOTAL
A partir
de la primera lectura nos sumergimos en la sensibilidad
humana, la acogida y el reconocimiento. La
segunda lectura nos recuerda el gran don de la Fe, recibido en el Bautismo
y el significado teológico que este sacramento tiene en la vida de cada
cristiano. El Evangelio, tomado de San
Mateo, es una de las páginas más hermosas escritas con la vida y con las
palabras dichas por Jesús a todos y cada uno de nosotros. Es un llamado a
colocar el Evangelio al centro de nuestra vida, manifestado en aquello que
cuenta realmente y que tiene un valor infinito y eterno. Y lo que realmente
cuenta en nuestra existencia terrena no es nada material, sino todo aquello que
es expresión de amor hacia el Señor.
Los
afectos y sentimientos hacia nuestra familia son pequeños en comparación al
amor de Dios. Se nos pide acoger la llamada de Jesús con
convicción, rectitud y sin doblez, una respuesta recibida y vivida en plenitud
hasta el final. ¡Cuántas veces pensamos con una visión humana y quedamos
desilusionados! Esto sucede porque no se ama en plenitud, con la sinceridad y
la convicción necesarias para dar el lugar que merece Dios en nuestra vida.
El amor
de Dios se concreta con el amor hecho de gestos sencillos: hasta dar un vaso de
agua a quien lo necesita, un gesto que hasta el más pequeño
puede hacer y que refleja la frescura y la sencillez con la que se debe
anunciar, de palabra y obra, el Evangelio.
El amor llena, quita la sed, regenera, da vida y esperanza. Y si el amor es
donado en el nombre del Señor, adquiere un valor de eternidad que sólo Dios
puede recompensar en el mejor de los modos. Los santos son el ejemplo de este
modo del cual se habla de la caridad y ante la cual, en diversas ocasiones, somos
indiferentes e insensibles en relación al prójimo.
Para cambiar el mundo y la
convivencia humana no bastan solo las palabras, es necesaria una conversión en
la vida de cada uno de nosotros, en las relaciones personales y comunitarias,
viviendo a plenitud el respeto y la solidaridad. Es por ello que Jesús nos
enseña la importancia de los pequeños detalles que podemos y debemos compartir.
En medio de la crisis moral que estamos viviendo, demos espacio a aquello que
realmente importa: la dignidad de la persona y la fraternidad vivida con
conciencia y convicción.
MARÍA SANTÍSIMA: HUMILDE SERVIDORA DE DIOS
“Aquí
está la esclava del Señor”. De esta forma María Santísima
nos enseña a ser dóciles a la llamada de Dios. Ella, humilde y sencilla, nos da
ejemplo del camino que debemos seguir. Imitémosla. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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