José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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jueves, 31 de diciembre de 2020

1º de enero de 2021, Solemnidad de Santa María Madre de Dios, Jornada de Oración por la paz

 TÚ ERES MARÍA, LA MADRE DE DIOS
“María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.” (Lc 2, 19)
 
Iº lectura: Num 6, 22-27; Salmo: 66; IIº lectura: Gal 4, 4-7; Evangelio: Luc 2, 16-21
 
Terminamos e iniciamos el año con nuestra madre del cielo: La Virgen María. Hija de Joaquín y Ana, quien dijo SÍ a la palabra de Dios. Madre de Jesús, abrazando con alegría, fe y sin mancha alguna de pecado la voluntad salvífica de Dios. Se consagró totalmente como esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la redención. En el Concilio de Éfeso (a. 431), donde se afirma la naturaleza humana y divina de la única persona del Verbo en Jesucristo, se afirma también la maternidad divina de María.
 
Vivimos el acompañamiento y la guía que, durante este tiempo, hemos podido compartir junto a ella, en la espera del nacimiento de Jesús, motivo principal por el cual celebramos la Navidad, así como ese camino que tantos hermanos nuestros han tenido y tienen que recorrer. Caminos de enfermedad, de dolor, de impotencia, de desesperación, de no saber cuál vía tomar, caminos para los migrantes, para aquellos que en algún momento pueden encontrarán un destino más seguro. En todo esto, María Santísima nos acompaña con esperanza, servicio y diligencia.
 
Ella nos guía por sendas de justicia, de paz, de comprensión, de igualdad. Se nos invita a proclamar el nombre de Dios a todos y en todas partes; dar testimonio de vida en medio del pueblo como verdaderos cristianos e instruirnos siempre más para llevar el mensaje correcto y veraz que proviene del amor de Dios. En este nuevo año que comienza, junto a los proyectos que tengamos, con todo lo que comporta la pandemia y sus consecuencias, debemos tener en cuenta la oración que cada día debemos elevar a Dios por la Iglesia, el Papa Francisco, los obispos, los sacerdotes, seminaristas y sus familias, religiosos y religiosas y todo el pueblo santo de Dios. Junto a ello, nuestra oración se eleva de manera muy especial por los enfermos y quienes en este momento sufren, que no son pocos y por quienes nuestros pensamientos y sentimientos de hermanos, deben ser prioridad.
 
La oración es la base que nos ayuda a construir la paz, a creer, vivir y anunciar el Evangelio y a unirnos cada vez más a Dios y entre nosotros para llevar el mensaje de la verdad que el mundo de hoy necesita en medio de la situación que estamos viviendo. Caminemos juntos, en nombre de papá Dios, para fomentar la esperanza en medio de un mundo que muchas veces se sumerge en la indiferencia, en la impotencia y en las crisis que se presentan cotidianamente.
 
Un mensaje a la conciencia de nuestros gobernantes o quienes tienen en sus manos la “autoridad” para decidir ciertas situaciones o tomar determinadas decisiones: ESTAMOS DISPUESTOS A DEFENDER LA VIDA DE TODO SER HUMANO. ESTAMOS EN CONTRA DEL ABORTO Y NO ESTAMOS DE ACUERDO CON QUITAR LA VIDA A NINGUN SER ANTES DE VER LA LUZ. Hermanos todos, estamos llamados a defender la vida y a ser testigos del Resucitado. El niño Jesús es el ejemplo de la vida en Dios y nos da la pauta a seguir: Él es el camino, la verdad y la vida. ¡NO AL ABORTO, SI A LA VIDA!
 
Dios bendiga a todos, a cada una de las familias y a cada corazón, que este año sea de esperanza plena en Dios que nos guía y en María que nos cubre con su manto de amor maternal. Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, que te haces niño en medio de tu pueblo, te pedimos en este inicio de año 2021, por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado. Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.

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José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

sábado, 26 de diciembre de 2020

Fiesta de La Sagrada Familia, domingo 27 de diciembre de 2020

¡GRACIAS A DIOS POR LA FAMILIA!
“Una fraternidad basada en el amor real, capaz de encontrar al otro que es diferente a mí, de compadecerse de su sufrimiento, de acercarse y de cuidarlo, aunque no sea de mi familia, de mi etnia, de mi religión; es diferente a mí pero es mi hermano, es mi hermana”. (Papa Francisco, Bendición Urbi et Orbi, 25 de diciembre de 2020) 

I° lectura: Gen 15, 1-6; 21, 1-3; Salmo: 104; II° lectura: Heb 11, 8. 11-12. 17-19; Evangelio: Lc 2, 22. 39-40

Este día es la continuación del itinerario que todo cristiano debe cultivar y construir: la vida en familia como don de Dios pidiendo para ella y para el mundo la luz de Dios y la paz. La situación actual del mundo es una intención universal y que unifica el deseo de la humanidad de estar bien. La liturgia de la Palabra de este día nos preparan para comprender no sólo lo que es una familia, sino lo que en la vida cotidiana debemos hacer: honrar los padres, sobrellevarse mutuamente, perdonarse, ser luz y fomentar la unidad. Así mismo, se nos exhorta a reflexionar sobre la actual situación de la familia.

UN MENSAJE DE PAZ PARA LA FAMILIA Y EL MUNDO

 
La vida de todos y cada uno de nosotros debe ser testimonio de paz, de unidad, de armonía. Ello se logra si vivimos en el respeto, con educación, ayudando a quien lo necesita y fortaleciendo nuestra fe. En medio del desinterés de muchos, tenemos el amor de Jesús que nos hace parte de su familia con un amor total, aún en medio de las dificultades que se puedan presentar.
 
La paz es el signo que acompaña la existencia de tantas almas necesitadas de Dios; tantos hombres y mujeres sedientos de su amor, deseosos de tranquilidad y de armonía; tantos niños que más que un juguete necesitan cariño y ternura; tantos jóvenes que más allá de vicios cargados de curiosidad, necesitan una mano amiga, que les acompañen a ser auténticos portadores de esperanza. Esa es la realidad que estamos llamados a ver con claridad: la situación de la familia hoy que se ve manchada de corrupción, deshonestidad y carencia de valores, en medio del llamado a tener esperanza y fe mirando con ilusión a Jesús que nace por nosotros.
 
La paz es signo de amor en la familia, cuando cada hombre y cada mujer asumen sus propios retos y sus propias responsabilidades recordando el rol que tienen y el don que Dios les ha regalado; cuando quienes gobiernan los pueblos se adhieren a vivir en unidad y trabajar por ella y no se dejan llevar por intereses personales que, lejos de ayudar al bien común, acercan al pueblo a la destrucción y a la desesperanza; cuando quienes la predicamos, trabajamos y luchamos por ella, sin miedo y sin temor, confiados en la presencia de Dios.
 
En este día se nos invita a valorar lo que tenemos: nuestros padres, hermanos, amigos. Se nos pide ser testigos en espíritu y verdad del amor de Dios, reflejado concretamente en el rostro de tantos hermanos y hermanas nuestros, que mirando al cielo claman a Dios para así poder mirar a la tierra y encontrar quien les ayude. No dejemos que este fin de año sea uno más de tantos en los cuales el protagonismo lo tienen las cosas materiales, las actitudes deshonestas, las acciones que hunden al pueblo en la desesperanza. Estamos llamados a ser portavoces del protagonismo que Jesús niño posee, no por deseos de poder sino con el mensaje evangélico del amor real que solo Él nos puede dar.

CON LA SAGRADA FAMILIA
 
No dejemos apagar la llama que la Navidad encendió en nuestros corazones; seamos esa luz que camina hacia los sitios más recónditos dónde necesiten de ella. Llevémosla junto a Jesús, José y María, a todas las familias, a todos los hogares, a nuestro hogar, y si a alguno de ellos no podemos llegar, dejemos que se extienda gracias a los sentimientos de unidad, de fe y de hermandad que existen en nuestras comunidades, cultivando aún más el deseo de evangelizar en espíritu y verdad sin excluir a nadie, siendo testigos de la verdad y la justicia.

Para todos nuestros lectores el más sincero deseo de paz. Que de ella se desprendan los más hermosos sentimientos para todos sin distinción de raza o credo o condición social. Luchemos para que nadie impida la entrada de la acción misericordiosa y plena del amor de Dios en nuestros corazones, que nadie nos robe la paz y que tengamos la valentía de llevar el mensaje del Evangelio de la Verdad. Dios y la Virgen les bendigan. Así sea.

Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, que te haces niño en medio de tu pueblo, te pedimos en esta Navidad 2020, por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado. Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea. 

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José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

miércoles, 23 de diciembre de 2020

La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, 25 de diciembre de 2020

NACE PARA TODOS…
"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció. Engrandeciste a tu pueblo e hiciste grande su alegría." (Is 9, 1)

Cada año que pasa, cada momento que vivimos, es el reflejo de la experiencia que todos estamos llamados a compartir. "Contar algo" es sinónimo de transmitir, decir, hacer partícipe a los demás de aquello que ha sucedido. Este año, tan particular para todos, tan especial para muchos, tan triste para otros, hemos podido constatar la necesidad de ayudarnos siempre más. Es un año atípico, lleno de incertidumbre, de zozobra, de esperanza por un lado y de derrumbe por otro.

Un niño nos ha nacido...envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Palabras que nos llenan de esperanza en medio de las lágrimas de tantos hermanos nuestros que lamentan profundamente la situación en que se encuentran.

La Navidad de este año es LA NAVIDAD. José y María, como tantos migrantes amigos y desconocidos, estaban de un lado para otro buscando donde alojarse. ¿Respuesta? No. Como la respuesta de aquellos que hoy dicen a tantos hombres y mujeres: ¡NO! ante el clamor de justicia y de solidaridad.

La Navidad de este año
es la expresión de un hombre justo que hace todo lo posible por hacer agradable y cómodo el parto de su esposa, como es el caso de José y de todos los "José y María" presentes en el mundo. Es el ejemplo de la sinceridad, el silencio, la prudencia y la honestidad de quien cree plenamente en aquel que hace nuevas todas las cosas.


La Navidad de este año se ve empañada por la falta de caridad y de conciencia de quienes piensan poder desafiar el daño que ocasiona la enfermedad, los problemas, las dificultades. En ello se constata que el mundo no escucha, sino que va detrás del consumismo y del materialismo que tanto corroe el alma del hombre de hoy.

La Navidad de este año no está a los pies del Coronavirus o de la crisis mundial; no está en lo que solemos pensamos pues deberíamos proponernos ser mejores y ayudarnos los unos a los otros, y esto, lamentablemente, en muchos queda solo en palabras.

La Navidad de este año es paciencia, constancia, perseverancia, transparencia, docilidad y obediencia. Es la Navidad del 2020 que se convierte en fe y esperanza, después de tanto tropiezo, de tanto dolor y tristeza.
 
Es la Navidad también de los medios de comunicación, con los cuales hemos podido escuchar, ver y compartir todo lo que la Iglesia nos ha regalado (y sigue haciéndolo). Es la Navidad de la soledad para muchos, de la distancia física / social que se nos pide; la Navidad del que lucha entre la vida y la muerte en un centro de salud; la Navidad de los migrantes que sin rumbo fijo son humillados por quienes creen tener poder para ello; la Navidad de los ancianos, niños, jóvenes y adultos que cada día ponen su confianza en Dios y saben que siempre está allí, presente y lleno de amor y ternura.

Los Ángeles entonaron el canto del Gloria y con ellos nos animan para que cada uno de nosotros, allí donde estemos, levantemos nuestra voz para alabar y bendecir a Dios que se hace hombre para salvarnos y, al mismo tiempo, ser testigos de la liberación que viene de Él, siguiendo lo que en este itinerario de preparación se nos ha enseñado para hoy: ser voz que grita en el desierto.

Hoy, aquí y ahora, a ti hermano, a ti hermana, protagonista de las situaciones que surgen cada día, conscientes de la condición de cristianos que debemos manifestar como testimonio de vida, la invitación es clara: abrir el corazón y la mente a la acción misericordiosa de Dios.

María Santísima nos da detalles para vivir esta Navidad como debe ser. Ella desde el anuncio recibido se colocó en manos del Padre; ella se entregó en cuerpo y alma a vivir su maternidad con servicio y entrega; ella nos enseña a ser dóciles y dar la propia vida por los demás, y siguiendo su ejemplo, podemos dar testimonio de la presencia de Dios en cada uno de nosotros. Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, que te haces niño en medio de tu pueblo, te pedimos en esta Navidad 2020, por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado. Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.
 
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#FelizNavidad2020
 
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal


El tamborilero

sábado, 19 de diciembre de 2020

IVº Domingo de Adviento, 20 de diciembre de 2020

 

“¡ALÉGRATE!”: UN MENSAJE PARA TODOS
“…porque para Dios nada hay imposible. María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”

Iº lectura: 2Sam 7,1-5.8-11,16; Salmo: 89; IIº lectura: Rom 16, 25-27; Evangelio: Lc 1,26-38

El camino que nos lleva a la Navidad es un itinerario de paz, alegría y esperanza. La alegría y la paz son temas propicios que encaminan al hombre de hoy a vivir con sencillez y este aspecto es primordial en la liturgia de este día. En ella, Dios muestra el deseo de vivir en el corazón del hombre y ser parte del amor que se debe practicar en el prójimo y en cada uno de nosotros.
 
TIEMPO DE PAZ Y JUSTICIA
 
Dios nos pide caminar en su presencia, ser verdaderos discípulos, testigos y misioneros de su palabra. Él desea habitar en el corazón del hombre y que todos seamos constructores del templo de nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra sociedad. Ser constructores significa caminar por sendas de paz y justicia, que permitan descubrir cada día más el insondable amor de Dios que nos da la fuerza en la preparación del corazón de hombre para su llegada. Es por ello que proclamamos el Evangelio de la verdad, el Evangelio de la vida, el mensaje de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, presente por siempre en nuestra vida.
 
Se nos invita a prepararnos bien para que esta Navidad sea un momento oportuno para llenarnos de Dios, escuchar su Palabra y ayudar de verdad a quien lo necesita. No podemos ser indiferentes ante el sufrimiento del prójimo, debemos tomar conciencia que es necesario acercarnos más entre nosotros, tener gestos de solidaridad y dar testimonio  de la vocación a la que hemos sido llamados: ser discípulos de la paz, la reconciliación y defensa de la vida.
 
Con esto debemos, en primer lugar, ser templos del Espíritu Santo; luego, vivir según la voluntad de Dios y en tercer lugar, reconocer en el amor de Dios el modo de cumplir su voluntad para creer, vivir y anunciar el Evangelio. Nos uniremos a Dios como discípulos de Jesús si creemos cada vez en su presencia en medio de todos, sin exclusión, sabiendo que todos somos parte de Él y de la Iglesia. En este tiempo de Adviento que hemos vivido, y en el de Navidad que se avecina, estamos llamados a unirnos con convicción al plan salvífico de Dios para con su pueblo: un plan de amor, paz y justicia.
 
SENCILLOS Y HUMILDES CON MARÍA
 
Dios nos anuncia el mensaje de paz presente en su Hijo a través del poder del Altísimo y en el “fiat” -hágase- de María Santísima. Ella nos da el ejemplo para cumplir con humildad y sencillez la voluntad de Dios, que no es otra cosa sino vivir de corazón su amor hacia Él, el prójimo y nosotros mismos. María, nuestra madre nos guía a Jesús, ella nos da la posibilidad de estar junto a Él, junto a la Sagrada Familia, junto al amor de Dios hecho hombre. Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.
 
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José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal
 

III° Domingo de Adviento, 13 de diciembre de 2020

"VOZ QUE GRITA EN EL DESIERTO”

“Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión, pues esto es que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús.” 
(1Tes 5,16-18)

Iº lectura: Is 61, 1-2.10-11; Salmo: Lc 1, 46-48, 49-50, 53-54; IIº lectura: 1Tes 5, 16-24; Evangelio: Jn 1, 6-8.19-28

Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del SeñorEl tercer domingo de Adviento, nos muestra de manera especial la espera del nacimiento de Jesús. El profeta Isaías deja ver la imagen fructífera de la alegría que inunda los corazones, del Espíritu de Dios que lleva al elegido a anunciar la Buena Nueva, la salvación y la ayuda a quien necesita de ellas.
 
Esto nos lleva a florecer en medio del pueblo, en medio de las adversidades como testigos de justicia y de paz. Se hace hincapié en la oración, la alegría y el hecho que debemos hacer el bien, ratificándose así el inmenso amor de Jesús para los suyos, resaltando la grandeza de Juan el Bautista -el precursor- quien nos indica así lo que cada uno debe practicar: reconocer en el Hijo de Dios al Mesías que viene a salvarnos.
 
JUAN EL BAUTISTA: TESTIGO DE LA LUZ
 
El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia. Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana, con el fin de perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio.
 
La actitud de Juan es lo que permite al fiel cristiano ser testigo de la presencia de Jesús; lo que hace ver las cosas desde otros puntos de vista, es decir, nos muestra la verdadera vía para encontrar la felicidad. Juan predica en el desierto y justo allí florecen las esperanzas. Es en el desierto donde germina el deseo de encontrar a Dios y seguir sus pasos. ¡Cuánto desierto encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje.
 
La presencia de Jesús, reflejada en el pesebre, en cantos y en celebraciones, se hace vida, se hace realidad perenne si nuestro corazón se dispone a abrir sus puertas y aceptarlo sin condiciones. Juan el Bautista nos da muchas enseñanzas y entre ellas nos recuerda que debemos tener valentía para ayudar a preparar la vía del Señor y sencillez para que quien escucha pueda entender que Dios es vida, alegría y armonía. Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan es el mayor entre los nacidos de mujer, es quien nos motiva y nos da ánimo para ser testigos, en espíritu y verdad, de lo que nos anuncia el Evangelio.
 
MARÍA: EJEMPLO DE HUMILDAD Y FE
 
El itinerario del Adviento nos regala la esperanza que todos debemos vivir. El ejemplo de nuestra Madre del cielo nos motiva a colocar nuestras vidas en la presencia de Dios. A pocos días de la celebración de la Navidad, hagamos nuestros propósitos espirituales con el fin de decir junto a María: “yo soy la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.
 
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José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal
 

viernes, 4 de diciembre de 2020

IIº Domingo de Adviento, 6 de diciembre de 2020

 

PREPARARSE Y CONVERTIRSE
“El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.” (2Pe 3,9)
 
Iº lectura: Is 40, 1-5. 9-11; Salmo: 85; IIº lectura: 2Pe 3, 8-14; Evangelio: Mc 1, 1-8
 
Prepararse para la conversión es una de las invitaciones que se nos regala en el tiempo de Adviento, y de manera especial, en este segundo domingo. Se presenta la figura sencilla, austera y llena de fe del precursor: Juan el Bautista. Su misión es la de preparar el camino del Mesías, llamando al pueblo de Israel a convertirse y arrepentirse de los pecados.
 
PREPARAR EL CAMINO
 
El evangelista Marcos se concentra en el hecho de que Juan el Bautista ha anunciado la inminente venida del Mesías indicando su grandeza. Su tarea es esa: atraer la atención hacia Jesús y mostrar al mismo tiempo el modo como vivía Juan, en el desierto y con austeridad, siendo para nosotros ejemplo de esperanza, firmeza y conversión.
 
Mientras continúa el camino del Adviento y nos preparamos para celebrar la Navidad, se verifica en nuestra sociedad el llamado de Juan, la voz que grita en el desierto, en el vacío en el que muchas veces nos encontramos. Es un llamado que motiva a abrir nuestros corazones y recibir al Hijo de Dios que viene en medio de su pueblo. Está en juego nuestro destino: nuestro comportamiento hoy, será garantía de la recompensa eterna. Juan habla a través de los siglos, a todas las generaciones, a todos y cada uno de nosotros. Sus palabras, claras y duras, son alivio para el hombre de hoy; hombres y mujeres de nuestro tiempo, donde aún se perciben síntomas de mentalidades materialistas.
 
La “voz que grita en el desierto” nos invita a preparar la venida de Jesús, y ello se proclama en “los desiertos de hoy”, desiertos interiores y exteriores, sedientos del agua viva que es Cristo, que se dona a aquellos que tienen la disposición de vivir la conversión. ¡Imitemos este estilo de vida en medio de la vida cotidiana!
 
MARÍA NOS ENSEÑA Y AYUDA A ESPERAR
 
En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus “carticas” y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. No dejemos pasar este momento favorable y recordemos siempre que alguien espera de nosotros -colocando la atención en los pobres y excluidos-, la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.
 
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José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal
 

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...