José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 11 de octubre de 2008

Domingo 12 de octubre de 2008

Saciados por Dios
“El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace reposar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas…”


I° lectura: Is 25, 6-10; Salmo: 22; II° lectura: Fil 4, 12-14. 19-20; Evangelio: Mt 22, 1-14

Permanecer en la corazón de quien desea que estemos bien, es una de las cosas que debemos tener siempre en cuenta. El Señor nos invita nuevamente a una comida, a participar de su amor y su misericordia, en los cuales todos tenemos un lugar, no hay exclusión por parte de Dios, hay pereza y lentitud por parte del hombre. Dios prepara su banquete para que todos y cada uno de nosotros se salve, se sienta bien y participe de su vida (I° lectura); ya que Él es el pastor en quien confiamos y que nos guía por senderos justos (Salmo). Así mismo, Dios remedia nuestras necesidades por medio de Jesús (II° lectura), por su infinita misericordia.

Todos estamos invitados…
Jesús sigue hablándonos en parábolas y nos explica lo que es el Reino de los cielos. Él nos lo presenta como un banquete de bodas que prepara un rey para su hijo, y a él invita a un grupo de personas. Cuando se nos invita cada domingo al banquete de la Eucaristía, tenemos el deber de reflexionar sobre el hecho de cómo debe ser nuestra participación a la comida espiritual que se nos da. Hay algunos aspectos que podemos meditar en este domingo. Ante todo, hay una invitación que se hace y se manifiesta como un momento especial para los invitados que son tomados en cuenta. Es, en segundo lugar, una invitación para todos, pero que en ocasiones se rechaza buscando pretextos para no participar. En tercer lugar, quien finalmente acepta, debe estar en condiciones para estar en el banquete, debe vestirse con lo mejor que tiene. Esto se traduce en lo que debemos tener en cuenta para ser buenos cristianos. Estamos invitados por Dios a participar siempre de su amor, de su misericordia, de su vida. La oración, los ejercicios de piedad, la participación en la Eucaristía y nuestra convicción de fieles discípulos, nos llevan a ser aceptados en el gran banquete que nos ofrece el Señor. La misión de ser cristianos y discípulos de Jesús es garantía de una buena participación en la Iglesia, de una verdadera evangelización a todos los hombres y mujeres de buena voluntad y del reflejo en cada persona del significado de la fraternidad. Asistamos al banquete, ¡allí nos esperan!

María Santísima nos acompaña en el banquete
La Virgen Santísima, nuestra madre del Rosario, nos enseña a participar del banquete del amor y de la paz que Dios nos ofrece. Con la humildad, la piedad y el amor a Dios, podremos sentirnos participes de la misión en la que todos podemos y debemos participar. Acerquémonos a Dios, a nuestra comunidad parroquial, a los grupos de apostolado. Formemos parte activa de la Iglesia que nos llama a ser misioneros de la Palabra de Dios y discípulos fieles de esa Palabra que es vida y verdad. Así sea.
Rivolgiamo in questo giorno, una parola a tutti quelli che non vogliono partecipare dell'Eucarestia, della Parola di Dio, dell'amore di Gesù. Ogni gionro è una nuova oportunità che ci si da per sentirci vicini all'invito che ci fanno. Stiamo attenti di non rifiutarlo e di andare ad esso con il miglior dei vestiti: l'amore, la pace, la fraternità; solo così potremo dire che siamo veramente discepoli di Gesù. Maria Santissima del Rosario ci accompagni sempre. Così sia.

P. José Lucio León Duque

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