José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 28 de marzo de 2009

Vº Domingo de Cuaresma, 29 de marzo de 2009

La glorificación del Hijo del hombre
"Les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna"

Iº lectura: Jer 31, 31-34; Salmo: 50; IIº lectura: Heb 5, 7-9; Evangelio: Jn 12, 20-33
“Crea en mí un corazón puro, renuévame con espíritu firme”. Aquí tenemos la invocación que puede sintetizar las lecturas de hoy. En el camino interior que la liturgia nos invita a recorrer, tenemos la necesidad de que Dios nos dé su mano. Hoy pedimos a Dios que venga en nuestra ayuda para vivir en la caridad que impulsó a Jesús a dar su vida por nosotros. En la primera lectura, Jeremías anuncia la nueva alianza que Dios hará con su pueblo, una nueva unión interior que llama el corazón del hombre. Nuestro camino espiritual se traza en la persona de Cristo, Él aprendió a obedecer y ser fiel al Padre. A mirar y vivir este camino interior de obediencia y felicidad es que estamos invitados en el Evangelio, ello nos ayudará a vivir concretamente la nueva alianza pre-establecida por Dios.

Jesús nos atrae hacia Él
Son varios los personajes así como las interpretaciones que podemos observar en la liturgia de la Palabra de este domingo. Concretamente en el Evangelio, vemos la figura de los discípulos que precedentemente eran llamados por Jesús, ahora es a ellos a quien se dirigen a preguntar por El: “queremos ver a Jesús”. Observamos en esto una línea de contagio en el anuncio; la condición es la de seguir a Jesús, un ver teológico en el cual no son suficientes los ojos del rostro, es necesario para ello la mirada de la fe. Quien es auténtico discípulo estará en grado de ver como ve Jesús, es decir, interpretar los signos y acoger la presencia de Dios que viene a nuestros corazones. Jesús nos atrae hacia Él para crear en nosotros un corazón puro, un espíritu firme, un corazón que sea capaz de encontrarse con Él y mantener la comunicación permanente con el Padre. El camino interior que debemos recorrer, se concreta entonces en seguir la cruz de Cristo, en el instante en el cual sea elevado sobre la tierra atrayendo a todos hacia Él. El discípulo que desea ver a Jesús, entrará en su misma vida solo si, cargando con su propia cruz, sigue con amor el ejemplo de Cristo. Esta enseñanza es lo que debemos transmitir a los demás, debe ser transmisión de vida, de esperanza y de resurrección, ya que tenemos los instrumentos necesarios para obtener la salvación y la vida eterna. Cotidianamente tenemos la oportunidad de adquirir ojos capaces de ver y comprender más allá de la apariencia, por encima de la superficialidad y sin perder la esperanza también en los momentos de la pasión, humillación y muerte, convencidos de la presencia de Jesús que nos dice: “donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará”.

María, madre de misericordia
El camino de la cuaresma se identifica entre otras cosas, con la presencia de María en él. Su corazón maternal nos guía y nos lleva de la mano a Jesús, haciendo de nuestro itinerario, un momento favorable donde prevalece la misericordia, la oración, el ayuno, la esperanza…Así sea.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@hotmail.com

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