José Lucio León Duque

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viernes, 12 de junio de 2009

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo,14 de junio de 2009

¡Ser Eucaristía!
“Que esto sea precisamente nuestro deseo y nuestro empeño constante, para que a la oferta del Cuerpo y de la Sangre del Señor que hacemos sobre el altar, se una el sacrificio de nuestra existencia.”
(Benedicto XVI)

Iº lectura: Ex 24, 3-8; Salmo: 115; IIº lectura: Heb 9, 11-15; Evangelio: Mc 14, 12-16. 22-26

Celebramos la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y su presencia en la vida del hombre. Hoy, vivimos junto a Jesús esa presencia eucarística, siendo ella, certeza para todos nosotros de vida, esperanza y salvación. Debemos, como verdaderos cristianos, recordar siempre a Dios, nunca olvidarnos de los dones y gracias que nos concede, obedeciendo en todo momento (I° lectura), ofreciendo sacrificios y glorificando su nombre (Salmo) y viendo en Jesús el mediador de la nueva alianza (II° lectura).

Cristo está aquí…
En la historia de la salvación, en la cual cada uno de nosotros somos partícipes, encontramos un itinerario de la presencia de Dios en el corazón de sus hijos. Esa presencia eucarística es real, verdadera, cierta, que se hace vida en cada hombre y mujer, en la medida que la reconocemos como "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11). En la fiesta del Corpus Christi de este año, el Santo Padre Benedicto XVI, dirigía a los sacerdotes y fieles las siguientes palabras: “Cada día obtenemos del Cuerpo y Sangre del Señor aquel amor libre y puro que nos hace dignos ministros de Cristo y testigos de su alegría. Esto es lo que los fieles esperan del sacerdote: el ejemplo de una auténtica devoción a la Eucaristía; desean ver que transcurre muchos momentos de silencio y de adoración ante Jesús, como hacía el santo cura de Ars, que recordaremos de modo particular durante el inminente Año Sacerdotal". La presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento nos hace reflexionar sobre los algunos puntos en especial: en primer lugar, es sacrificio que nos redime, nos salva, nos purifica. En segundo lugar, es misterio por el cual cada cristiano, creyente y amante de la Eucaristía, siente admiración plena. En tercer lugar, es sacramento, en el cual nos deleitamos y participamos sin cesar. San Agustín en el Comentario al Evangelio de San Juan, habla de la Eucaristía como "¡Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad!". La Misión Diocesana debe llevar como bandera nuestro amor a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen María: unirnos a Dios para llevar a todos el amor que viene de Él. Ello conlleva a creer y vivir la fraternidad, la unión y el amor, si esto falta, la evangelización decae y no produce fruto. Seamos amantes de la Eucaristía y fieles al mensaje del Evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.”

María, mujer de la Eucaristía
La presencia de María Santísima, nuestra madre, es permanente y sincera. Ella, conservando y guardando todo en su corazón, se convierte en discípula fiel que nos enseña el camino que debemos seguir para unirnos cada vez más como testigos fieles del Evangelio de la verdad y de la Eucaristía. Sigamos a Cristo, estemos junto a él y confiemos plenamente en su presencia en medio de nosotros.

“Si conociéramos el valor de La Santa Misa nos moriríamos de alegría”.
San Juan María Vianney

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

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