José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 23 de julio de 2010

XVIIº domingo del tiempo ordinario


Servir y no ser servido…

“Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: "Creí, por eso hable", también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con ustedes.”


I° lectura: Hech 4, 35; 5, 12.27-33; 12,2; Salmo 66; II° lectura: IICor 4, 7-15; Evangelio: Mt 20, 20- 28


La Iglesia católica, una y santa, Iglesia fundada por Jesucristo, nuestro maestro y Señor, nos da la posibilidad de encontrar en ella la fuente de paz, de amor, de esperanza que todos necesitamos. La alabanza que cada cristiano debe expresar y experimentar para con Dios, es una manifestación clara y precisa del amor, la obediencia, el conocimiento y la vida en Él, de su presencia verdadera y real en el corazón del hombre y en medio de su pueblo…


Servir de corazón…

La liturgia de hoy nos llama a vivir el Evangelio con el corazón, como miembros de la Iglesia que busca la justicia, la verdad, la esperanza. Jesús enseña a los apóstoles el modo de vivir de quien sigue sus pasos: “el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor.” La identidad del cristiano se debe manifestar en una vida austera y santa, en dedicación incondicionada para con los demás. El Evangelio de este domingo nos refiere una pregunta que es muy actual: ¿somos capaces de seguir a Jesús? Se nos dan unas indicaciones precisas que mueven el corazón y la vida del hombre a sentir esa llamada como símbolo del amor y la confianza que tiene para con todos. La Palabra de Dios tiene connotación universal, es para todos y en todos debe ser manifestación de salvación, de servicio, de liberación, de superación de obstáculos, de purificación de nuestros corazones, de destrucción del maligno que muchas veces se encarga de dañar la vida de quienes deseamos caminar en el amor de Jesús.


En nombre de Jesús y de María

La madre de Jesús, nuestra madre, nos da la mano, nos guía y nos conduce a la vida en Dios. Ella, madre del maestro del amor y del servicio, nos muestra en Jesús el remedio de nuestra debilidad, nos muestra en Él la renovación de nuestra vida, ya que nos ayuda a abrir los ojos ante la gama de problemas que existen y que se resuelven o se alivian con fe, esperanza y caridad. Así sea.


"No podemos anunciar a Jesucristo, si no nos ponemos a su servicio".

(Beato Juan XXIII)


P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

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