¡Bendito, siempre bendito!
“Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor, hosanna en las alturas…”
Iº lectura: Is 50, 4-7; Salmo: 21; II’ lectura: Fil 2, 6-11; Evangelio: Mc 14, 1-15,47
El compromiso cuaresmal y el camino de conversión encuentran en este domingo una etapa decisiva. Litúrgicamente revivimos el recibimiento de Jesús, su entrada en Jerusalén: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”. La oración en este día nos sitúa en el clima del triduo pascual, se nos invita a tener presente la gran enseñanza de la pasión, para participar en la gloria de la resurrección. La figura misteriosa del “siervo del Señor” en la primera lectura, nos lleva a reflexionar sobre la dinámica de la escucha y de la palabra. El himno de la segunda lectura nos acerca a los sentimientos de Jesús. Él es para nosotros una síntesis maravillosa de la conformación del creyente a Cristo. El Evangelio de la pasión muestra en Jesús el cumplimiento del proyecto salvífico de Dios: su muerte es testimonio de fidelidad al Dios de la vida. Él no dejará vacía la esperanza puesta en Él.
Jesús, siervo sufriente
El maestro fue proclamado “Cristo” por Pedro en Cesarea de Filipo (Mc 8,29); es reconocido “Hijo de Dios” por un pagano; un centurión bajo la cruz dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39). También Jesús, frente al Sumo Sacerdote, respondiendo a la pregunta si era Hijo de Dios, el hijo del Dios bendito, Jesús responde: “Yo lo soy. Y verán al Hijo de Dios…” (Mc 14, 61-62). En el Bautismo (Mc 1,11) al inicio del Evangelio de Marco y en el corazón de la transfiguración (Mc 9,7), la voz del cielo, el Padre, indica en Jesús de Nazaret el “su Hijo amado..:”; en Getsemaní será Jesús mismo quien llamará a Dios papá, “Abbá” (Mc 14,36). Junto a esta evidente y clara identidad filial de Jesús de Nazaret a través de estos títulos que recibe y que le son propios, encontramos un Jesús que conduce un camino que lo llevará a la soledad. De estar con tanta gente, pasando por la compañía de Pedro, Santiago y Juan y llegando a Getsemaní, se ve el camino directo que nos lleva a concentrarnos en la obra misma de Jesús: su obra, su significado, su vida en el corazón de todos y cada uno de nosotros. El texto de Isaías en la primera lectura, presenta la figura del siervo de Yahvé, aquel que escucha la palabra de Dios para encontrar en Él confianza y consuelo. La misión del siervo, así como la de Jesús, comporta persecución, tortura, muerte. Su fuerza estará en su adhesión total a la voluntad de Dios y en la certeza que no lo dejará en la muerte. Este día es día de fiesta, de esperanza…Jesús asume su condición de Hijo de Dios y en esos momentos significativos en los que se declara esa relación de filiación, es que el cristiano siente la necesidad de identificarse cada vez más a Cristo y, por ende, a la predicación y vivencia del Evangelio de la verdad en medio del pueblo.
María, junto a Jesús, junto a nosotros
Nuestra Madre del Cielo está siempre a nuestro lado. Ella es quien nos guía por las sendas del amor y de la paz. Seremos fieles testigos del Evangelio de Jesús, en la medida en que nos dejemos guiar por la amorosa protección de nuestra Madre. Dejémonos guiar por ella y propaguemos en todas partes, la alegría de vivir junto a Jesús, llevándola a todos aquellos que lo necesiten. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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