“El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para
dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y
a los ciegos, la vista…”
I°
lectura: Neh 8, 2-4a.5-6.8-10;
Salmo: 18; II° lectura: 1Cor 12, 12-30; Evangelio: Lc 1, 1-4; 14-21
Con
el texto del Evangelio de este domingo se inicia la actividad pública de Jesús.
San Lucas coloca el inicio de Jesús en Nazaret, entre sus paisanos, donde había
crecido. El Mesías proclama oficialmente el inicio del Reino.
Si observamos con atención lo que Isaías
anuncia y lo que Jesús proclama, nos damos cuenta que, aún no sabiendo la fecha
en la cual podemos enmarcar este momento, podemos constatar que aquel “hoy” es también
nuestro “hoy”. Ello sobrepasa todo el tiempo, es el tiempo de la Iglesia, es el
tiempo, nuestro tiempo, donde se cumple la palabra de Dios.
“Buena Noticia a los
pobres”…
El
anuncio es concreto y preciso, es inmediato, casi que nos motiva a cultivar siempre
más lo que es necesario para nuestra conversión cotidiana. El discurso de
Jesús, en este caso, no es imparcial: se coloca de parte de los últimos, nunca
de los que oprimen. Es la fuente de libertad, de vida, de verdad. Jesús ha
venido para atraer a Dios a quienes estén lejos, a los hombres y mujeres sin
esperanza para abrir las puertas de la libertad y de la paz.
La mirada de Jesús
se dirige hacia la persona, no hacia el pecado; su palabra es creación, conversión
y unidad, haciendo vida la liberación de la que todos formamos parte. La buena
noticia es que Dios coloca al hombre al centro, contra todo tipo de opresión
interna y esto hace que el hecho de ser “un solo cuerpo” nos lleve a comprender
la necesidad de vivir en unidad y en sinceridad.
En la sinagoga de Nazaret la
humanidad que se sublima, retoma su camino hacia el centro de la vida en
Cristo, cuyo nombre es gozo, libertad y plenitud. Jesús se presenta como quien,
a través de Dios, se solidariza con el pobre, y ya que en muchos momentos se
rechaza esta solidaridad, la elección de Jesús es decidida y firme. Ojalá
recordemos hoy y siempre la enseñanza del maestro y coloquemos por obra lo que
Él nos transmite a través de su palabra.
María,
ejemplo de servicio y unidad…
En el magníficat, nuestra Madre del cielo nos
recuerda: “Él hace proezas con su brazo,
dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
despide vacíos.”
Ella nos da ejemplo
de unidad, disponibilidad y paz. Sigamos sus pasos y dejémonos guiar de su amor
para llegar a Jesús dispuestos a ser sus discípulos, uniéndonos a la misión de
llevar el evangelio a todos y cada uno de nuestros hermanos sin exclusión. Así
sea.
P.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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