José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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jueves, 7 de marzo de 2013

IV Domingo de Cuaresma, 10 de marzo de 2013



La Caricia de Dios
"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado."

Iº lectura: Jos 5, 9a.10-12; Salmo: Salmo 33; IIº lectura: 2Cor 5, 17-21; Evangelio: Lc 15- 1-3.11-32

El episodio del Evangelio de hoy, es conocido como la parábola del hijo pródigo. Podría ser llamada: la parábola del padre misericordioso, un padre lleno de misericordia hacia ese hijo, quien no tuvo la prudencia en cómo pedirle a su padre lo que le correspondía como herencia. Es prácticamente decirle al padre: “no existes para mí, dame lo mío”. El padre, aún no estando en la obligación de darle en vida su herencia, se la da. 

El hijo se va, piensa solo en él, en más nada. Se rodea de soberbia y se marcha a malgastar lo que su padre le dio. La necesidad, la escasez, la falta de cuidado en no malgastar lo que tenía lo llevó a reflexionar, a pensar de nuevo en ese padre que rechazó pero que, en el fondo, sabía muy bien quién era.

Un amor sin límite…
Llama la atención la actitud del padre. Una actitud de misericordia sin límite. No se puede decir que el hijo regresara justamente por el amor hacia su padre o por el arrepentimiento de la falta cometida, o por la nostalgia de la casa…él sabía que ese padre que, aún sufriendo le dejó ir, está allí para recibirle con los brazos abiertos llenos de amor y misericordia. 

Jesús nos enseña con este episodio: ante todo el hecho de que muchas veces nos dejamos llevar por los impulsos caprichosos y soberbios y no miramos más allá de lo que nos ofrece la vida misma; en segundo lugar: nos enseña con la actitud del hijo menor que debemos cuidar lo que se nos da, porque en la mayoría de los casos, se nos da la oportunidad de ser guardianes del amor que viene de Dios; en tercer lugar, con la actitud del padre se nos indica el camino que debemos recorrer: ser promotores de paz, comprensión y misericordia y por último, con la actitud del hermano mayor, darnos cuenta que, en muchas ocasiones, nos dirigimos a los demás con la frase “ese hijo tuyo”, no siendo conscientes que, ante la mirada de Dios, todos y cada uno de nosotros, sin exclusión, recibimos su caricia de amor, con misericordia sin límite. 

Aprendamos de esta parábola a ser misericordiosos y a no pretender de los demás lo que de nosotros no nace, recordemos: “Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”.

María, ejemplo de amor y misericordia
La vida de Nuestra Madre del cielo es ejemplo para nosotros. Ella, quien junto a Jesús nos enseña a vivir, nos da las pautas para verificar y practicar en esta cuaresma los propósitos que nos hayamos trazado. 

Uno de ellos es seguir el itinerario que Jesús nos propone: la oración, el ayuno y la limosna, escuchando sus palabras y actuando, en espíritu y verdad, como verdaderos discípulos suyos que se unen a Él. Así sea.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

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