“La santidad
no es un privilegio para algunos, sino una obligación para todos, para usted y
para mí”. Estas palabras de la beata Teresa de Calcuta
nos hacen ver con claridad, la necesidad que tenemos todos de unirnos
verdaderamente a Dios siendo discípulos de Jesús en el anuncio del Reino de
Dios. En la actualidad son muchos los caminos que se nos presentan con el fin
de encontrar vías de escape o de progreso, vías que nos lleven al mejoramiento
personal o grupal, y en muchas ocasiones todo queda en una simple teoría que al
final no nos deja nada. La santidad es algo concreto, algo que se vive, que se
cultiva, que se desarrolla en el corazón de hombres y mujeres, deseosos de
vivir en unión con Dios y al servicio de los hermanos.
“Con el
ejemplo de los santos aprendemos el camino más seguro por el que, entre las
vicisitudes mundanas, podremos llegar a la perfecta unión con Cristo o
santidad, según el estado y condición de cada uno” (Lumen Gentium, 50, b). El Concilio Vaticano II así como todos los
documentos de la Iglesia, nos llevan de la mano con el fin de mostrarnos el
camino que debemos seguir. Optar por Él es seguir y vivir su mensaje de vida y
de verdad. Es hacer una elección ante el sinnúmero de situaciones que se nos
presentan en la actualidad. Es entrar en el corazón del pueblo necesitado, de
pueblo hambriento y sediento de Dios, un pueblo que levanta sus manos al cielo
y mirando fijamente al firmamento, pide señales de amor, de misericordia y de
paz.
En una
sociedad donde diversas ideologías, algunas de las cuales buscan un progreso
siguiendo pautas erróneas, se ve la figura del cristiano como una opción que es
posible optar de manera real y verdadera. No se puede llegar a la santidad
siguiendo ideologías personales sin sentido, caprichos pseudo religiosos o
pensamientos políticos absurdos; se llega a la santidad siguiendo
principalmente a Jesús, su palabra, su testimonio, su vida.
No aspiremos
a ser santos de nicho, ni a ser mencionados públicamente, ante todo seamos
fieles discípulos de Jesús recordando las palabras del Papa Pablo VI: “Todo
cristiano debe ser un verdadero cristiano, un perfecto cristiano. ¿Y cómo se
llama la vida perfecta de un cristiano? Se llama “santidad”. Por ello, todo
cristiano debe ser santo”. Pidamos al Santo Cristo de La Grita y a
nuestra Madre, la Virgen de la Consolación, poder llevar a todos los lugares y
personas el mensaje de amor, paz y justicia, siendo testigos de la verdad que
viene de Dios. Así sea.
José Lucio León Duque
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