MARÍA: MODELO DE ESPERANZA Y FORTALEZA
“Alégrate,
llena de Gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres.”
(Lc 1,28)
La Inmaculada Concepción |
Iº lectura: Gen 3,9-15.20; Salmo: 97;
IIº lectura: 2Pe 3,8-14; Evangelio: Lc 1,26-38
En el tiempo de adviento, tenemos la invitación a preparar la venida del Señor, a ser discípulos vigilantes en espera del Mesías que viene. Al mismo tiempo, se nos presenta la figura y el ejemplo de una mujer que, en palabras de San Alfonso María Ligorio, es “portadora de paz a todo el mundo”, “primogénita de la gracia”, haciéndose eco de la tradición de la Iglesia refiriéndose a la Virgen María, la Inmaculada Concepción.
PAZ Y ESPERANZA, ¡FUERA EL MIEDO!
El dogma
de la Inmaculada Concepción decretado por el Papa Pio IX en el año 1854 nos
lleva, junto a las lecturas de este día, a reflexionar sobre algunos temas
específicos: en primer lugar, debemos sentir la alegría que el Adviento proporciona, el
carácter penitencial que también propone y la presencia de María en este
itinerario. Esto nos da la esperanza, nos da la fuerza para salir ilesos del
pecado, para reconocer y no dejarnos influenciar por la tentación del enemigo
que desea quitarnos la vergüenza para no ser fieles a Dios. La actuación de
Adán y Eva en el jardín del Edén causa un efecto de tristeza por las
consecuencias del pecado pero ello abre igualmente un camino: la esperanza de
vivir en la luz emprendiendo el verdadero camino.
En segundo lugar, se nos
invita a vivir, con la gracia de Dios, en perfecta armonía y unidad. Este
aspecto es necesario cultivarlo y mantenerlo ya que la unidad es, junto con la
armonía, aspectos que ayudan en la esencia del ser humano y su crecimiento.
En tercer lugar, junto a
la caída del hombre y de la mujer y de la unión y armonía que se debe vivir en
Dios, surge la figura de María Santísima. Ella es quien nos aleja del pecado y nos
une con Dios. Su figura maternal nos da la certeza de ser hijos llamados a
vivir en paz, unidad y armonía.
María es
la llena de gracia, es la elegida para ser la Madre de Dios, la madre
de todos y cada uno de nosotros, la mujer decidida que sin miedo, nos enseña
que la armonía es posible, que la unidad es factible, que la pureza y la
sinceridad son caminos de vida. María, la madre de este itinerario de Adviento,
la luz que enciende nuestros corazones nos muestra la vía a seguir: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra” (Lc 1, 38).
A LA LUZ DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Es hora
de reconocer los pasos de Dios, de levantar la mirada a quien nos llama y nos
busca en medio de las dificultades y nos invita a convertirnos. Este momento es
propicio para vivir en unidad. Hoy más que nunca la tarea evangelizadora de la Iglesia es actual, está
presente en nuestra vida y es nuestro deber ponerla en práctica.
Debemos
sentir el llamado de Dios para vivir definitivamente en armonía, apartando
las divisiones, el odio y el rencor, surgidos y radicados por la influencia del
maligno, quien no cesa de rodear la pureza del amor que Dios nos regala cada
día.
En nuestras familias, en los pobres y excluidos, y
también en quien practica la injusticia, en quien usa la maldad para fines
personales y supuestamente provechosos, en quien abusa de la autoridad, en
quien humilla y maltrata al ser humano, en quien aparta a Dios de su vida; en
todos debe reinar la invitación: unámonos a la nueva evangelización, salgamos y
seamos portavoces de la alegría y el gozo de ser hijos de Dios, de quien
proviene armonía y unidad. Así sea.
“MISIÓN DIOCESANA:
CAMINANDO JUNTOS EN ESPÍRITU Y VERDAD HACIA LA RECONCILIACIÓN”
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail,com
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