José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
En Sintonía con Jesús Radio

Radio en vivo

sábado, 26 de diciembre de 2015

La Sagrada Familia, Domingo 27 de diciembre de 2015

¡GRACIAS A DIOS POR LA FAMILIA!

“Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea su uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellévense mutuamente y perdónense, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor les ha perdonado: hagan ustedes lo mismo.” (Col 3, 12)

I° lectura: Eclo 3, 2-6. 12-14; Salmo: 127; II° lectura: Col 3,12-21; Evangelio: Lc 2, 41-52

Este domingo es la continuación del itinerario que todo cristiano debe cultivar y construir: la vida en familia como don de Dios pidiendo para ella y para el mundo la luz de Dios y la paz. Las lecturas de este día nos preparan para comprender no sólo lo que es una familia, sino lo que en la vida cotidiana debemos hacer: honrar los padres, sobrellevarse mutuamente, perdonarse, ser luz y fomentar la unidad…

UN MENSAJE DE PAZ PARA LA FAMILIA Y EL MUNDO

La vida de todos y cada uno de nosotros debe ser testimonio de paz, de unidad, de armonía. Ello se logra si vivimos en el respeto, con educación, ayudando a quien lo necesita y fortaleciendo nuestra fe. En medio del desinterés de muchos, tenemos el amor de Jesús que nos hace parte de su familia con un amor total, aún en medio de las dificultades que se puedan presentar.

La paz es el signo que acompaña la existencia de tantas almas necesitadas de Dios; tantos hombres y mujeres sedientos de su amor, deseosos de tranquilidad y de armonía; tantos niños que más que un juguete necesitan cariño y ternura; tantos jóvenes que más allá de vicios cargados de curiosidad, necesitan una mano amiga, que les acompañe a ser auténticos portadores de esperanza.

La paz es signo de amor en la familia de la humanidad cuando cada hombre y cada mujer asumen sus propios retos y sus propias responsabilidades; cuando quienes gobiernan los pueblos del mundo se adhieren a vivir en unidad y trabajar por ella; cuando quienes la predicamos, trabajamos y luchamos por ella, teniéndola en alto como el gran valioso tesoro que es.

En este día se nos invita a valorar lo que tenemos: nuestros padres, hermanos, amigos. Se nos pide ser testigos en espíritu y verdad del amor de Dios, reflejado concretamente en el rostro de tantos hermanos y hermanas nuestros, que mirando al cielo claman a Dios para así poder mirar a la tierra y encontrar quien les ayude. No dejemos que este fin de año sea uno más de tantos en los cuales el protagonismo lo tienen las cosas materiales, seamos portavoces del protagonismo que Jesús niño posee, no por deseos de poder sino con el poder de amar y compartir con los corazones y las alamas sedientas de paz y hermandad.

CON LA SAGRADA FAMILIA…

No dejemos apagar la llama que la Navidad encendió en nuestros corazones; seamos esa luz que camina hacia los sitios más recónditos dónde necesiten de ella. Llevémosla junto a Jesús, José y María, a todas las familias, a todos los hogares, a nuestro hogar, y si a alguno de ellos no podemos llegar, dejemos que se extienda gracias a los sentimientos de unidad, de fe y de hermandad que existen en nuestras comunidades, cultivando aún más el deseo de evangelizar en espíritu y verdad sin excluir a nadie, siendo testigos de la verdad y la justicia.

Jesús, María y José  en ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor, a ustedes, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas. Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. (S. S. Francisco, 25 de marzo de 2015)

Para todos nuestros lectores el más sincero deseo de paz. Que de ella se desprendan los más hermosos sentimientos para todos sin distinción de raza o credo o condición social. Luchemos para que nadie impida la entrada de la acción misericordiosa y plena del amor de Dios en nuestros corazones. Dios les bendiga. Así sea.

José Lucio León Duque
josélucio70@gmail.com


miércoles, 23 de diciembre de 2015

Natividad del Señor, 24 de diciembre de 2015

Pesebre de la Parroquia Nuestra
Señora de Coromoto - San Cristóbal - Venezuela
VIVIR LA NAVIDAD

Los días pasan, las tradiciones se arraigan aún más en medio del pueblo que clama siempre con más ahínco, el deseo de vivir de verdad y de corazón el nacimiento de Jesús. Este año se presenta con el deseo de ser vivido a plenitud y de encontrar con convicción la manera de mostrar -y no de aparentar- lo que es la presencia de Dios que se hace hombre en nuestros corazones.

La actitud del hombre, en muchos casos, se presenta con rasgos de indiferencia y de superficialidad que se promueven como estilos de vida que -sin darnos cuenta en ciertas ocasiones- van lacerando la sociedad misma, convirtiéndola poco a poco en modos de vida lejanos de lo que es el fin último del hombre: la felicidad.

Vivir la Navidad con convicción es el eco del llamado de Juan el Bautista: “preparen el camino del Señor” (Mc 1, 1-3). Es encontrarse con un camino que se perfila como un reto ante las situaciones difíciles que nos encontramos día a día.

Vivir la Navidad es “hacerse uno” con aquellos que claman justicia, con los pobres y excluidos de la sociedad, con quienes lloran cada día su propia desgracia y no poseen los medios necesarios para salir de la situación en que se hallan.

Vivir la Navidad es compartir sin reserva no solo lo material, sino las virtudes y los valores que son parte fundamental en el mensaje de Jesucristo, que viene a salvarnos y a hacer de nosotros hombres y mujeres nuevos.

Vivir la Navidad es comprender la necesidad de ver más allá de lo que normalmente vemos. Darnos cuenta, con sinceridad y objetividad, que no estamos solos en el mundo, sino que son millones los seres humanos que esperan una luz en su camino como signo de una vida mejor.

Vivir la Navidad es mirar alrededor y ver que la indiferencia y la falta de tolerancia, se hacen eco de pensamientos inertes que buscan menospreciar y degradar lo bueno que pueda existir.

Vivir la Navidad es centrarnos en el misterio de Dios hecho hombre, en quien creemos, “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

Vivir la Navidad es dar sentido a cada gesto, cada don, cada detalle que se ofrece no por ser una fiesta más ni un periodo de vacaciones, sino la presencia viva de Dios hecho hombre que se manifiesta en la caridad con hechos concretos.

Vivir la Navidad es orar por quienes no creen en Dios, por quienes usan su forma de pensar para dañar a los demás, olvidando que Dios es padre de todos y para todos y que no excluye a nadie de su corazón.

Vivir la Navidad es saber reconocer los propios errores y pedir perdón. Tendremos la oportunidad de reconocernos débiles y pecadores sabiendo que la misericordia se vive desde lo profundo del corazón haciendo gestos de caridad con sinceridad y no para salir del paso.

Vivir la Navidad es meditar y discernir sobre la situación que vive el mundo de hoy, donde el relativismo ético se presenta como un tema al cual se debe dar una respuesta con el testimonio y el ejemplo de vida cristiana.

Vivir la Navidad es dar lo que tenemos, no lo que nos sobra, recordando que Cristo viene “para servir y no para ser servido” (Mc 10, 45). Este es un detalle que debemos practicar siempre, no solo en Navidad.

El Papa Francisco nos aconseja detenernos en “tres lugares del asombro en la vida cotidiana para vivir la Navidad”: Señala que “el primer lugar es el otro, reconocer en el otro a un hermano, “porque desde que se produjo el Nacimiento de Jesús, cada rostro lleva impresas las semblanzas del Hijo de Dios. Sobre todo cuando es el rostro del pobre, porque como pobre, Dios entró en el mundo y dejó, ante todo, que los pobres se acercaran a Él.”

“Otro lugar…es la historia. Tantas veces creemos que la vemos por el lado justo, y en cambio corremos el riesgo de leerla al revés. Sucede, por ejemplo, cuando ella nos parece determinada por la economía de mercado, regulada por la finanza y las especulaciones, dominada por los poderosos de turno.”

“Un tercer lugar del estupor es la Iglesia: mirarla con el estupor de la fe significa no limitarse a considerarla sólo como una institución religiosa, que es, sino sentirla como una Madre que, aun entre manchas  y arrugas - ¡y tenemos tantas! - deja translucir los lineamientos de la Esposa amada y purificada por Cristo Señor.”

Pidamos a la Virgen que “nos ayude a percibir el estupor, estos tres estupores: el otro, la historia y la Iglesia; así para el nacimiento de Jesús, el don de los dones, el regalo inmerecido que nos trae la salvación, nos hará sentir también a nosotros este gran estupor en el encuentro con Jesús. Pero no podemos tener este estupor, no podemos encontrar a Jesús, si no lo encontramos en los demás, en la historia y en la Iglesia.” S.S. Francisco, 20 de diciembre de 2015.

Feliz Navidad para todos, que el niño Dios nazca en cada uno de nosotros y que la sinceridad, la justicia y el respeto sean signo del testimonio que debemos ofrecer hoy y siempre. Dios les bendiga. Así sea.
José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com


viernes, 18 de diciembre de 2015

IV° Domingo de Adviento, 20 de diciembre de 2015

“BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES”
“¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

Iº lectura: Miq 5,1-4a; Salmo: 79; IIº lectura: Heb 10, 5-10; Evangelio: Lc 1, 39- 45

El camino que nos lleva a la Navidad es un itinerario de paz, alegría y esperanza. La alegría y la paz son temas propicios que encaminan al hombre de hoy a vivir con sencillez y este aspecto es primordial en la liturgia de este día. En ella, Dios muestra el deseo de vivir en el corazón del hombre y ser parte del amor que se debe practicar en el prójimo y en cada uno de nosotros.

TIEMPO DE PAZ Y JUSTICIA…

Dios nos pide caminar en su presencia, ser verdaderos discípulos, testigos y misioneros de su palabra. El desea habitar en el corazón del hombre y que todos seamos constructores del templo de nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra sociedad. Ser constructores significa caminar por sendas de paz y justicia, que permitan descubrir cada día más el insondable amor de Dios que nos da la fuerza en la preparación del corazón de hombre para su llegada. Es por ello que proclamamos el Evangelio de la verdad, el Evangelio de la vida, el mensaje de Jesús, hijo de Dios hecho hombre, presente por siempre en nuestra vida.

Se nos invita a prepararnos bien en el Adviento para que la Navidad sea un momento propicio de crecimiento espiritual, en el cual sintamos la necesidad y la convicción de ser testigos, con las obras, de la palabra de Jesús. Se nos invita, en primer lugar, a ser templos del Espíritu Santo; en segundo lugar, vivir según la voluntad de Dios en medio de la vida cotidiana y en tercer lugar, reconocer en el amor de Dios y su infinita misericordia, el modo de cumplir su voluntad para creer, vivir y anunciar el Evangelio.

Seremos discípulos de Jesús si creemos cada vez en su presencia en medio de todos, sin exclusión, sabiendo que todos somos parte de Él y de la Iglesia. En este tiempo de Adviento y en el de Navidad que se avecina, estamos llamados a unirnos con convicción al plan salvífico de Dios para con su pueblo: un plan de amor, paz y justicia.

MARÍA, EJEMPLO DE SENCILLEZ Y HUMILDAD

“Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús. Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel, estuvo dedicado a la misericordia que se extiende «de generación en generación» (Lc 1,50). También nosotros estábamos presentes en aquellas palabras proféticas de la Virgen María. Esto nos servirá de consolación y de apoyo mientras atravesaremos la Puerta Santa para experimentar los frutos de la misericordia divina.” S.S. Francisco, misericordiae vultus, 24.

Dios nos anuncia el mensaje de paz presente en su Hijo a través del poder del Altísimo y en el “fiat” -hágase- de María Santísima. Ella nos da el ejemplo para cumplir con humildad y sencillez la voluntad de Dios, que no es otra cosa sino vivir de corazón su amor hacia Él, el prójimo y nosotros mismos. María Santísima nos guía a Jesús; nos da la posibilidad de decir junto a Santa Isabel: ¡Bendita tú María, madre nuestra, que estas siempre con nosotros! Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com




sábado, 12 de diciembre de 2015

III° Domingo de Adviento, 13 de diciembre de 2015

“¡ALÉGRENSE SIEMPRE!”
“No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud…” (Fil 4, 6)

Iº lectura: So 3,14-18; Salmo: (Is12); IIº lectura: Fil 4, 4-7; Evangelio: Lc 3,10-18

 “No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud…”

Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El tercer domingo de Adviento, nos muestra de manera especial la espera del nacimiento de Jesús. El profeta Sofonías deja ver la imagen victoriosa del Señor que reina y da confianza a sus hijos (Iº lectura); se subraya la alegría y la tranquilidad que debe existir entre todos, ya que el Señor está cerca (IIº lectura) y, con el Evangelio, se ratifica el inmenso amor de Jesús para los suyos, resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros debemos poner en práctica.

El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia… Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio. 

La actitud de Juan y la liturgia de hoy es lo que permite al fiel cristiano ser testigo de la presencia de Jesús; es lo que hace ver las cosas desde otros puntos de vista, es decir, nos muestra la verdadera vía para encontrar la felicidad. Juan predica la justicia y la verdad y es allí donde crece y se fortalece la esperanza, es en Dios donde encontramos la justicia y la honestidad, la laboriosidad y la entrega sincera al Evangelio de la verdad. 

¡Cuántas dificultades encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. 

Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje. La presencia de Jesús, reflejada en el pesebre, en cantos y en celebraciones, se hace vida, se hace realidad perenne si nuestro corazón se dispone a abrir sus puertas y aceptarlo sin condiciones, haciéndonos eco de su mensaje en medio del pueblo de Dios, de los pobres y excluidos, de aquellos que en medio de las dificultades, tiene la necesidad de encontrarse con Dios en este camino hacia la Navidad.

Juan el Bautista nos da muchas enseñanzas y entre ellas nos recuerda que debemos tener valentía para ayudar a preparar la vía del Señor y sencillez para que quien escucha pueda entender que Dios es vida, alegría y armonía. Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan Bautista, el mayor entre los nacidos de mujer, es quien nos motiva y nos da ánimo para ser testigos en espíritu y verdad, con la palabra y el ejemplo, de lo que nos anuncia el Evangelio.

María Santísima, la Madre de la espera, nos enseña el camino que debemos seguir realmente: alegrarnos en el Señor para vivir, desde el silencio de nuestro corazón, la llamada a ser verdaderos testigos del amor de Dios en medio de nuestros hermanos.

El papa Francisco nos recuerda que “El Jubileo será un “tiempo favorable” para la Iglesia si aprendemos a elegir “aquello que a Dios le gusta más”, sin ceder a la tentación de pensar que haya algo más importante o prioritario. Nada es más importante que elegir “aquello que a Dios le gusta más”, ¡su misericordia, su amor, su ternura, su abrazo, sus caricias!” Dios les bendiga, así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


lunes, 7 de diciembre de 2015

Solemnidad de la Inmaculada Concepción, 8 de diciembre de 2015

MARÍA: MODELO DE ESPERANZA Y FORTALEZA
“Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor.S. S. Francisco, Misericodiae Vultus, 24.

En el tiempo de adviento, y hoy cuando iniciamos el Año de la Misericordia en unión con la Iglesia y el Papa Francisco, se nos invita a preparar la venida del Señor, a ser discípulos vigilantes en espera del Mesías que viene. Al mismo tiempo, se nos presenta la figura y el ejemplo de una mujer que, en palabras de San Alfonso María Ligorio, es “portadora de paz a todo el mundo”, “primogénita de la gracia”, haciéndose eco de la tradición de la Iglesia refiriéndose a la Virgen María, la Inmaculada Concepción.

PAZ Y ESPERANZA, ¡FUERA EL MIEDO!

El dogma de la Inmaculada Concepción decretado por el Papa Pio IX en el año 1854 nos lleva a reflexionar sobre algunos temas específicos: en primer lugar, debemos sentir la alegría que el Adviento proporciona, el carácter penitencial que propone y la presencia de María en este itinerario. Esto nos da la esperanza y la fuerza para salir ilesos del pecado, sin dejarnos influenciar por la tentación del enemigo que desea quitarnos la vergüenza para no ser fieles al amor de Dios. La actuación de Adán y Eva en el jardín del Edén causa un efecto de tristeza por las consecuencias del pecado, pero ello abre igualmente un camino: la esperanza de vivir en la luz emprendiendo la verdadera vía a seguir.

En segundo lugar, se nos invita a vivir, con la gracia de Dios, en perfecta armonía y unidad. Se hace necesario cultivar y mantener estos aspectos, ya que ayudan al crecimiento espiritual del hombre de hoy.

En tercer lugar, junto a la caída del hombre y de la mujer en el Edén, caída reflejada en la actualidad ante la situación de pecado y de falta de caridad que encontramos en ocasiones, surge la figura de María Santísima. Ella es quien nos aleja del pecado y nos une con Dios. Su figura maternal nos da la certeza de ser hijos llamados a vivir en paz, unidad y armonía en medio de las dificultades que puedan existir.

María es la llena de gracia, es la elegida para ser la Madre de Dios, la madre de todos y cada uno de nosotros, la mujer decidida que, sin miedo, nos enseña que la paz es posible y que la pureza y la sinceridad son caminos de vida. María es la madre de este itinerario de Adviento, la luz que enciende nuestros corazones y nos muestra la vía a seguir: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

A LA LUZ DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Es hora de reconocer los pasos de Dios y su incidencia en nuestra vida, de levantar la mirada a quien nos llama y nos busca en medio de las dificultades invitándonos a convertirnos y vivir como hermanos. Hoy más que nunca la tarea evangelizadora de la Iglesia es actual, está presente en nuestra vida y nuestro deber es ponerla por obra.

Debemos sentir el llamado de Dios para vivir definitivamente en Él, apartando las divisiones, el odio y el rencor, surgidos y radicados por la influencia del maligno, quien no cesa de rodear la pureza del amor que Dios nos regala cada día. En la vida cotidiana, en nuestras familias, en los pobres y excluidos, y también en quien practica el mal apartando a Dios de su vida, en todos y cada uno de nosotros debe reinar esta invitación: unámonos a la nueva evangelización, siendo portavoces, en medio del Pueblo de Dios, de la alegría y el gozo de ser hijos sus hijos, de quien proviene la misericordia para todo aquel que lo busca con sincero corazón. Así sea.

“María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.” S. S. Francisco, Misericodiae Vultus, 24.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com


viernes, 4 de diciembre de 2015

II° Domingo de Adviento, 6 de diciembre de 2015


CONVERTIRSE Y PREPARARSE…
“Siempre que rezo por ustedes, lo hago con gran alegría. Porque han sido colaboradores míos en la obra del evangelio, desde el primer día hasta hoy. Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre ustedes una empresa buena, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.”

Iº lectura: Bar 5, 1-9; Salmo: 125; IIº lectura: Fil 1,4-6.8-11; Evangelio: Lc 3, 1-6

Prepararse para la conversión, es una de las invitaciones que se nos regala en el tiempo de Adviento, de manera especial, en este segundo domingo. Se presenta la figura sencilla, austera y llena de fe del precursor. Su misión es la de preparar el camino del Mesías, llamando al pueblo de Israel a convertirse y arrepentirse de los pecados.

PREPARAR EL CAMINO…

El evangelista Lucas presenta el hecho de que Juan el Bautista ha anunciado la inminente venida del Mesías indicando su grandeza. Su tarea es esa: atraer la atención hacia Jesús y mostrar al mismo tiempo el modo como vivía Juan: en el desierto y con austeridad, siendo para nosotros ejemplo de esperanza, de seguridad y de conversión. 

Mientras continúa el camino del Adviento y nos preparamos para celebrar la Navidad, se verifica en nuestra sociedad el llamado de Juan, la voz que grita en el desierto, en el vacío en el que muchas veces nos encontramos. Es un llamado que motiva a abrir nuestros corazones y recibir al Hijo de Dios que viene en medio de su pueblo. 

Está en juego nuestro destino: nuestro comportamiento hoy, será garantía de la recompensa eterna. Juan habla a través de los siglos, a todas las generaciones, a todos y cada uno de nosotros. Sus palabras, claras y duras, son alivio para el hombre de hoy, hombres y mujeres de nuestro tiempo, donde aún se perciben síntomas de mentalidades materialistas. 

La “voz que grita en el desierto” nos invita a preparar la venida de Jesús, y ello se proclama en “los desiertos de hoy”, desiertos interiores y exteriores, sedientos del agua viva que es Cristo, que se dona a aquellos que tienen la disposición de vivir la conversión. ¡Imitemos este estilo de vida en medio de la vida cotidiana en el inicio del Año de la Misericordia!

MARÍA NOS ENSEÑA Y AYUDA A ESPERAR…

En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. 

No dejemos pasar este momento favorable y recordemos siempre que alguien espera de nosotros -colocando la atención en los pobres y excluidos-, la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com






viernes, 27 de noviembre de 2015

I° Domingo de Adviento, 29 de noviembre de 2015

“DESCÚBRENOS, SEÑOR, TUS CAMINOS”…
“Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre”. Lc 21, 34-36.

Iº lectura: Jer 33,14-16; Salmo: 24; IIº lectura: I Tes 3, 12-4,2; Evangelio: Lc 21,25-28.34-36

La celebración del Adviento que cada año vivimos, nos presenta la espera de Jesús de manera evidente ante nuestros ojos y en nuestra mente; nos conduce a darnos cuenta que necesitamos de Él ante el vacío del que muchas veces somos protagonistas. Se nos invita a realizar un serio examen de conciencia sobre dos puntos fundamentales: ¿a quién estamos esperando? y ¿de qué manera lo haremos? ¡Hay que prepararse!

SALIR AL ENCUENTRO DEL SEÑOR

El profeta Jeremías nos muestra la promesa que hace Dios: “En aquellos días y en aquella hora, yo haré nacer del tronco de David, un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra” (Jer 33, 15). La presencia de Dios es confianza, es seguridad y encontrarnos con Él es vivir con sinceridad la unidad, es dar una luz de esperanza a quien la necesita con la certeza que Dios está ahí, junto a nosotros, guiándonos con su luz. 

Este día y este tiempo, se presenta como una señal pues se nos invita con garantía y seguridad a caminar hacia el encuentro del Señor; se nos motiva a decir con el salmista: “Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina…” (Sal 24). Dios nos guía, es lo que se opone a la inseguridad y a las obras que nos alejan de Él, es lo que se opone a la maldad que entra en el corazón de quien vive sin Él, a las injusticias cometidas por falta de amor, de honestidad, de equilibrio.

San Pablo nos exhorta claramente a dejarnos inundar del amor de Dios, y así darnos cuenta del momento en el que vivimos; nos invita a revestirnos de ese amor - presente en nosotros y en el prójimo- para alejar todo aquello que nos aparta de la verdadera vía; nos motiva a seguir progresando en el camino de Dios, para que las actividades de las tinieblas y, por ende, todo aquello que implique odio, violencia física y moral, insultos, ofensas, blasfemias, injusticias, divisiones, se disipen ante la espera gozosa de la venida de Jesús que llega a iluminar nuestra vida con la paz, el amor, la verdad, la justicia, la misericordia.

LA MADRE DE LA ESPERA

María Santísima nos anima y nos ayuda a vivir en esperanza; ella es ejemplo de fortaleza y sencillez para afrontar la vida como debe ser. Confiemos en que ella siempre nos acompaña y nos muestra la vía que nos lleva a Jesús. Que nadie sienta que en su vida falta el amor de Dios, ya que todos estamos llamados a ser testigos del evangelio viviendo la unión y el amor que todos debemos llevar como única bandera y así obtener la salvación. 

Esto nos lleva a decir con convicción: unámonos en nombre de Dios para llevar a todos los lugares y a todas las personas el anuncio del mensaje de Jesucristo, del Evangelio de la verdad. Así sea.


P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

jueves, 19 de noviembre de 2015

XXXIV° Domingo del Tiempo Ordinario / Cristo Rey del Universo, 22 de noviembre de 2015

“¡SOY REY!”
“Tú lo has dicho: ¡Soy Rey! Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.” (Jn 18, 37)

Iº lectura: Dn 7,13-14; Salmo: 92; IIº lectura: Ap 1,5-8; Evangelio: Jn 18,33-37

Celebramos con gozo y alegría la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Es un día de fiesta, convencidos de la presencia de Jesús en nuestra vida, de su plena y total soberanía. Es el día para reconocer, con humildad y sencillez, la grandeza y la omnipotencia de Dios que se hace hombre para acercarnos más a Él y hacernos así partícipes de su vida misma. La liturgia de este domingo nos enseña, que Jesús es el Rey de reyes, el Señor de señores, quien reconoce con humildad su realeza y da testimonio de la verdad a quien lo escucha con amor.

“MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO…”

Al igual que en el pretorio, también nosotros estamos junto a Jesús viviendo la experiencia de la salvación, algunos juzgados, otros a su lado, otros simples observadores; tal vez como otros, esperando el juicio, la condena. En fin, cada personaje puede albergar nuestra vida, cada lugar se muestra como un escenario propio para el hombre y la mujer de hoy, para todos y cada uno de nosotros. El pretorio es actualidad, el cual se presenta hoy como una opción fundamental de vida donde se presenta la actuación de unos y la sinceridad de otros y, junto a ello, con un Buen Dios que, desde el cielo, observa atentamente la evolución de la Salvación en la multitud de corazones presentes ante el juicio de su Hijo, interrogado antes de ser crucificado. 

En ese escenario se presentan las vidas y los rostros de tantos que ven en Jesús la esperanza del Reino que no es de aquí de este mundo de corazones tristes, desconsolados, solos…de aquellas familias en dificultad, de las almas que necesitan de oración y ayuda espiritual…el mundo de aquí es de los pobres y excluidos, de las víctimas de la injusticia, de los cristianos y los que no lo son…el mundo del corazón de tantos que te aman y de tantos que dicen amarte pero burlándose, viven lejos del mensaje del Evangelio.

Jesús, Rey de reyes, Señor de señores, primogénito de toda criatura: Te proclamamos Rey de este mundo, del mundo de nuestros corazones, del mundo que tú mismo nos regalas. Este día es un motivo más para dar gracias a Dios por el don de la vida, de esa vida que depende de Dios y que debemos conservar y saber administrar. Sintámonos unidos a Dios, sintamos que cada minuto de nuestra vida está siendo custodiado por Él, quien con amor de Padre, de Hijo y de Consolador, nos estimula y nos dice: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz” (Jn 18,37).

MARÍA SANTÍSIMA, MADRE HUMILDE QUE NOS DA EJEMPLO

Ella es la madre del Rey, la madre del Salvador del hombre, la madre de Dios. Su humildad y sencillez nos permite contemplar un corazón puro y un alma materna que está por encima de cualquier otra cosa.  Ella nos enseña a vivir en Dios y a partir de su amor, ser prójimo con el prójimo y verdaderos testigos del Evangelio. La evangelización hecha realidad en cada uno de nosotros es clara, es precisa: unámonos a Dios y unidos a Él, unámonos entre nosotros para proclamar la verdad, la justicia y la paz. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com



IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...