“Está claro que
Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de
la nación que sea.” (Hch 10,34-35)
Iº lectura: Is 42, 1-4. 6-7; Salmo: 28; IIº
lectura: Hch 10,34-38; Evangelio:
Mc 1, 7-11
Este día, el Bautismo del Señor, se nos ofrece como motivación para participar
más de los sacramentos, de la vida activa de la Iglesia. La liturgia de este
domingo nos lleva de la mano a aquel que es maestro de paz, de aquel que “pasó haciendo el bien y curando a los
oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10,38). Jesús, el Hijo
Predilecto, es anunciado por Juan el Bautista y reconocido ante todos por Dios.
MOMENTO DE GRACIA Y DE BENDICIONES
Hoy
concluye el tiempo de Navidad, pero no concluye el itinerario de esperanza que
estamos viviendo. El Bautismo de Jesús nos da algunos puntos de
reflexión con los que podemos seguir caminando como sus discípulos.
Ante
todo,
se nos da la certeza que todos estamos llamados a participar de la vida en
Cristo. Él quiso recibir el bautismo de Juan, para enseñarnos que también
nosotros podemos y debemos acercarnos a la purificación que Dios nos da. En segundo lugar, tenemos la esperanza
de ser lavados y salvados en el amor de Dios. Dar este paso implica abandonarse
en sus manos, colocarse en su corazón y manifestar con convicción que el amor
de Dios es para todos. En tercer lugar,
quien se coloca en las manos y en el corazón de Dios, es reconocido por Él, así
mismo como el Padre da a conocer a su Hijo ante todos para que todos nos demos
cuenta el rol que todos y cada uno de nosotros estamos llamados a cumplir. En último lugar, somos enviados por Dios
a llevar el mensaje de la Buena Nueva a todos, transmitir con el testimonio de
vida que Dios quiere salvarnos y que camina junto a cada hijo e hija suyos,
para dar plenitud al amor total que solo viene de Él.
En este momento en el cual debemos
comunicar en el mejor de los modos el Evangelio de la verdad, Dios nos pide
reconocer a su Hijo y ser fieles discípulos, sin mentiras, sin apariencias, sin
falsedades, sino con la bandera de la verdad, del amor y de la paz que se
refleja en la vida cotidiana, cumpliendo nuestros compromisos como cristianos
bautizados y enviados por el Padre a proclamar sin miedo que debemos vivir la
esperanza y la justicia en medio del mundo.
MARÍA NOS ENSEÑA EL CAMINO DE LA PAZ Y DEL AMOR
Es el
momento de colocar nuestra vida en manos de María, nuestra Madre Santísima. Es el
momento de pedir por la paz, pedir que cese la guerra, la violencia, los
secuestros, las hipocresías que dañan la dignidad de la persona. Es el momento
de abrazarnos a nuestra Madre del Cielo y luchar sin descanso por instaurar la
paz y la justicia.
Coloquemos en sus manos la vida de todos
los que tratamos de vivir como verdaderos cristianos y de aquellos que piensan
seguir abusando de lo que tienen para incrementar la violencia, la guerra, la
injusticia. “La guerra y
el odio no son la solución de los problemas” -nos recuerda el Papa
emérito Benedicto XVI- y junto a ello se nos pide orar y adherirnos al amor de
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que nos guían junto a María Santísima, para
ser fieles, convencidos y verdaderos discípulos de una Misión que llegue
verdaderamente a todos los hombres y mujeres sin excepción. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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