José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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martes, 7 de julio de 2015

XV° Domingo del Tiempo Ordinario, 12 de julio de 2015


LIBERAR DEL MAL, SEMBRAR EL BIEN
“Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra.” (Sal 84,10)

Iº lectura: Am 7,12-15; Salmo: 84; IIº lectura: Ef 1,3-14; Evangelio: Mc 6, 7 - 13

La Iglesia católica, una y santa, Iglesia fundada por Jesucristo, nuestro Maestro y Señor, nos da la posibilidad de encontrar en ella la fuente de paz, de amor, de esperanza que todos necesitamos. La alabanza que cada cristiano debe expresar y experimentar para con Dios, es una manifestación clara y precisa del amor, el conocimiento y la vida en Dios de quien siente su presencia verdadera y real en el corazón del hombre y en medio de su pueblo.

Todos nosotros, bautizados, podemos y debemos sentirnos partícipes de la liturgia que hoy nos hace un llamado y nos hace participar del sacrificio de Jesús con el cual obtenemos la Salvación.

DESTINADOS POR DIOS A SER FELICES

La liturgia de hoy nos llama a vivir el Evangelio con el corazón, como miembros de la Iglesia que buscan la justicia, la verdad, la esperanza. Jesús escoge los Apóstoles como sus representantes personales, como testigos y profetas, no como simples portadores de un mensaje nada más. La identidad del cristiano se debe manifestar en una vida austera y santa, en dedicación incondicionada para con los demás. El Evangelio de este domingo nos refiere que Jesús les dio “autoridad sobre los espíritus inmundos” (Mc 6, 7).

Les mandó que no llevaran nada para el viaje, sólo un bastón: ni pan, ni mochila, ni dinero en la bolsa. Dios da unas indicaciones precisas que mueven el corazón y la vida del hombre a sentir su llamada, como símbolo del amor que tiene para con todos. La Palabra de Dios tiene connotación universal, es para todos y en todos debe ser manifestación de salvación, de liberación, de superación de obstáculos, de purificación de nuestros corazones, de destrucción del maligno que muchas veces se encarga de dañar la vida de quienes deseamos caminar en el amor de Jesús.

MARÍA SANTÍSIMA NOS ACOMPAÑA


En este itinerario de vida y de amor, María Santísima nos guía y nos lleva de la mano. Debemos insistir en el amor y devoción que todo cristiano le debe profesar, como verdaderos hijos suyos. Nuestra madre es la luz, la esperanza, el pilar del amor que nos lleva a Jesús. Ella nos enseña la sencillez que falta en tantos sitios, la humildad de la que carecen muchos corazones y las grandezas y maravillas que Dios nos regala a cada momento.  

María actúa. Las palabras «Hagan lo que Él les diga», dirigidas a los que servían, son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús, que vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos, por amor, servidores unos de otros” (Papa Francisco, Homilía del Papa sobre la familia en el Parque Samanes en Guayaquil, 7 de julio de 2015). Así sea. 

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com


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