José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 27 de febrero de 2016

III° Domingo de Cuaresma, 28 de febrero de 2016

DIOS NOS HABLA, ¡ÉL ES…!  
“Esto dirás a los israelitas: Yahvé, Dios de sus padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a ustedes: Este es mi nombre para siempre; así me llamarán de generación en generación”.

Iº lectura: Ex 3,1-8ª.13-15; Salmo: 102; IIº lectura: 1Cor 10,1-6.10-12; Evangelio: Lc 13,1-9

El itinerario cuaresmal, camino hacia la Pascua, nos invita a discernir cada instante de nuestra vida, como un encuentro particular y especial con Jesús, el cual nos motiva nuevamente ir más allá de nuestro pensamiento y encontrar en Él la vía que, como discípulos y misioneros, nos anima a seguir adelante hacia la verdadera conversión.

Las lecturas en este domingo nos hacen reflexionar sobre la presencia de Dios en nuestro camino. Así como Moisés ante la zarza ardiente, también nosotros estamos llamados a confiar en la Palabra del Señor, quien nos guía, nos habla e interpela, como a él. Bendecir a Dios y no olvidar sus beneficios, es un deber que tenemos como cristianos y debemos alimentar siempre. No debemos dar paso a la presunción, ya que ésta obstaculiza el camino de la Fe, “el que se cree seguro, ¡cuidado, no caiga!”. Estamos invitados a la conversión sincera, sabiendo que el viñador tiene paciencia con la higuera de nuestra vida, confiando en que solo en Dios está nuestra fuerza. 

DIOS ES MISERICORDIA…

La parábola de la higuera, nos recuerda en cierto sentido, la parábola del hijo pródigo: se nos da la oportunidad de mejorar, convertirnos, reconocer la paciencia que Dios nos tiene y volver a estar en el camino que Él nos tiene preparado.

En primer lugarhablar de paciencia es hablar de misericordia y bondad. Es un tema de reflexión que cae muy bien en este tiempo de Cuaresma y que nos sumerge en el misterio de la actitud de Dios: una actitud de sensibilidad y ternura plena que mueve y conmueve al hombre en su camino cotidiano de conversión.

En segundo lugarpodemos constatar que el amor de Dios es eterno, desde siempre y para siempre, se conserva y se manifiesta en nosotros y ello nos mueve a ver en el prójimo su rostro que inspira el deseo de actuar con misericordia.

En tercer lugar se nos invita a reconocer la confianza de Dios para con sus hijos. Estamos seguros si fijamos nuestra mirada en Él; estamos seguros, si oramos y nos unimos a Él. Esto nos dará confianza y nos ayudará en la misión a la que todos estamos invitados a transmitir y vivir, pues con paciencia y constancia, tendremos la oportunidad de ver los frutos de la predicación y el testimonio del Evangelio: una respuesta positiva a la llamada que Dios nos hace. 

¡Qué grandeza y misericordia la de nuestro buen Dios! Dios tiene paciencia con nosotros, no nos corta y nos cuida con todo el amor posible que emana de Él; somos como la higuera de la parábola y estamos bajo su mirada, atención y paciencia: Él cree aún en el hombre y el hombre está llamado a creer en Él, para poder dar buenos frutos en el jardín de la historia de nuestra vida, optando por ser auténticos cristianos siendo testigos de su Palabra en medio del mundo.

MARÍA, MADRE DE LA PALABRA

Nuestra Madre del cielo, María Santísima, nos da ejemplo de cómo seguir los pasos de Jesús. El testimonio de vida cristiana, al que todos estamos llamados a participar, nos encamina a vivir como discípulos y misioneros y el deseo de llevar el mensaje de Jesús a todos. Así sea.

“La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros.”

Papa Francisco, Misericordiae Vultus, 9

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


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