José Lucio León Duque

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sábado, 24 de diciembre de 2016

Solemnidad de la Natividad del Señor, 25 de diciembre de 2016

¡VIVIR LA NAVIDAD!

Los días pasan, las tradiciones se arraigan aún más en medio del pueblo que clama siempre con más ahínco, el deseo de vivir de verdad y de corazón el nacimiento de Jesús. Este año se presenta con el deseo de ser vivido a plenitud y de encontrar con convicción la manera de mostrar -y no de aparentar- lo que es la presencia de Dios que se hace hombre en nuestros corazones.
La actitud del hombre, en muchos casos, se presenta con rasgos de indiferencia y de superficialidad que se promueven como estilos de vida que -sin darnos cuenta en ciertas ocasiones- van lacerando la sociedad misma, convirtiéndola poco a poco en modos de vida lejanos de lo que es el fin último del hombre: la felicidad.

Vivir la Navidad con convicción es el eco del llamado de Juan el Bautista: “preparen el camino del Señor” (Mc 1, 1-3). Es encontrarse con un camino que se perfila como un reto ante las situaciones difíciles que nos encontramos día a día.

Vivir la Navidad es “hacerse uno” con aquellos que claman justicia, con los pobres y excluidos de la sociedad, con quienes lloran cada día su propia desgracia y no poseen los medios necesarios para salir de la situación en que se hallan.

Vivir la Navidad es compartir sin reserva no solo lo material, sino las virtudes y los valores que son parte fundamental en el mensaje de Jesucristo, que viene a salvarnos y a hacer de nosotros hombres y mujeres nuevos.

Vivir la Navidad es comprender la necesidad de ver más allá de lo que normalmente vemos. Darnos cuenta, con sinceridad y objetividad, que no estamos solos en el mundo, sino que son millones los seres humanos que esperan una luz en su camino como signo de una vida mejor.

Vivir la Navidad es mirar alrededor y ver que la indiferencia y la falta de tolerancia, se hacen eco de pensamientos inertes que buscan menospreciar y degradar lo bueno que pueda existir.

Vivir la Navidad es centrarnos en el misterio de Dios hecho hombre, en quien creemos, “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

Vivir la Navidad es dar sentido a cada gesto, cada don, cada detalle que se ofrece no por ser una fiesta más ni un periodo de vacaciones, sino la presencia viva de Dios hecho hombre que se manifiesta en la caridad con hechos concretos.

Vivir la Navidad es orar por quienes no creen en Dios, por quienes usan su forma de pensar para dañar a los demás, olvidando que Dios es padre de todos y para todos y que no excluye a nadie de su corazón.

Vivir la Navidad es saber reconocer los propios errores y pedir perdón. Tendremos la oportunidad de reconocernos débiles y pecadores sabiendo que la misericordia se vive desde lo profundo del corazón haciendo gestos de caridad con sinceridad y no para salir del paso.

Vivir la Navidad es meditar y discernir sobre la situación que vive el mundo de hoy, donde el relativismo ético se presenta como un tema al cual se debe dar una respuesta con el testimonio y el ejemplo de vida cristiana.

Vivir la Navidad es dar lo que tenemos, no lo que nos sobra, recordando que Cristo viene “para servir y no para ser servido” (Mc 10, 45). Este es un detalle que debemos practicar siempre, no solo en Navidad.

El Papa Francisco nos invita a vivir con esperanza en este tiempo: Cuando se habla de la esperanza, muchas veces se refiere a lo que no está en el poder del hombre y que no es visible. De hecho, lo que esperamos va más allá de nuestras fuerzas y nuestra mirada. Pero el Nacimiento de Cristo, inaugurando la redención, nos habla de una esperanza distinta, una esperanza segura, visible y comprensible, porque está fundada en Dios.
Él entra en el mundo y nos dona la fuerza para caminar con Él –Dios camina con nosotros en Jesús–, caminar con Él hacia la plenitud de la vida; nos da la fuerza para estar de una manera nueva en el presente, a pesar de ser difícil.
Entonces, esperar para el cristiano significa la certeza de estar en camino con Cristo hacia el Padre que nos espera. La esperanza jamás está detenida, la esperanza siempre está en camino y nos hace caminar. Esta esperanza, que el Niño de Belén nos dona, ofrece una meta, un destino bueno en el presente, la salvación para la humanidad, la bienaventuranza para quien se encomienda a Dios misericordioso.”
“Miramos a María, Madre de la esperanza. Con su “si” abrió a Dios la puerta de nuestro mundo: su corazón de joven estaba lleno de esperanza, completamente animada por la fe; y así Dios la ha elegido y ella ha creído en su palabra." S.S. Francisco, 21 de diciembre de 2016.

FELIZ NAVIDAD PARA TODOS, que el niño Dios nazca en cada uno de nosotros y que la sinceridad, la justicia y el respeto sean signo del testimonio que debemos ofrecer hoy y siempre. Dios les bendiga. Así sea.
José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

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