MIRAR A JESÚS SIN VACILAR
“¿Qué hacen ahí plantados mirando al cielo? El
mismo Jesús que les ha dejado para subir al cielo volverá como le han visto
marcharse…”
Iº lectura: Hch 1, 1-11; Salmo: 46; IIº
lectura: Ef 1, 17-23; Evangelio: Mt 28, 16-20
En diversas ocasiones se
nos presenta la oportunidad de dirigirnos a Dios usando gestos particulares:
mirando hacia arriba, hacia abajo, cerrando los ojos, etc. Este domingo se nos
pide algo fundamental: mirar con atención a Jesús resucitado que va al cielo y,
a su vez, se queda con nosotros.
ÉL ESTÁ CON NOSOTROS, CON TODOS
Mirando el entorno podemos constatar la necesidad
que existe en el corazón del hombre de hoy. Es fundamental
reconocer en Jesús la compañía que nos ofrece y la promesa del Espíritu Santo
que nos hace. Cada día, en la casa, en el trabajo, en la oficina, en el campo,
en cada uno de nuestros ambientes, sentimos la presencia del resucitado.
Su promesa es estar con nosotros aquí y ahora,
caminando a nuestro lado, convirtiendo nuestro corazón. No
podemos olvidar que la vida cotidiana se encuentra impregnada de materialismo y
relativismo; se le está dando el lugar que no debe tener y se le abren las puertas
a todo aquello que aleja de la presencia de Dios. Este domingo de la Ascensión,
mientras nos preparamos para la venida del Espíritu Santo, nos debe llevar a
sentir una inquietud como en la última cena, en el calvario, en el sepulcro; un
ardor en el corazón como en los discípulos de Emaús; una esperanza como
aquellos que lo ven subir al cielo.
Muchos hermanos y hermanas nuestros miran con
ilusión el testimonio de quienes nos calificamos seguidores de Cristo.
Hermanos y hermanas nuestros desean encontrar al Señor, quieren sentir la
certeza que su promesa es una realidad que, a su vez, es posible vivirla en
fraternidad.
Seremos verdaderos
discípulos si optamos por Él en el pobre, en el excluido, en aquellos que viven
cada día la desesperanza pero que aún así, siguen fijamente mirando a Cristo
para encontrar respuesta en quienes lo siguen. ¿Estamos comportándonos como
tal? ¿Somos verdaderos discípulos del resucitado?
CON MARÍA MIRAMOS A JESÚS
Nadie mejor que María Santísima, nuestra madre,
conoce a su hijo y es por ello que nos guía hacia Él. Ella
nos enseña a caminar junto a Jesús, a mirarlo, sentirlo y experimentar su
presencia. Queridos hermanos, unámonos -de verdad- a la nueva evangelización
que, en Espíritu y Verdad, nos invita el Señor a realizar en cada uno de
nuestros ambientes y junto a nuestros hermanos, ya que su promesa es clara: estará
con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Así sea.
ORACIÓN POR LA PAZ
Señor Jesús, tú guías sabiamente la historia de tu Iglesia y de
las naciones, escucha ahora nuestra súplica. Nuestros idiomas se confunden como
antaño en la torre de Babel. Somos hijos de un mismo Padre que tú nos revelaste
y no sabemos ser hermanos, y el odio siembra más miedo y más muerte. Danos la
paz que promete tu Evangelio, aquella que el mundo no puede dar. Enséñanos a
construirla como fruto de la Verdad y de la Justicia. Escucha la imploración de
María Madre y envíanos tu Espíritu Santo, para reconciliar en una gran familia
a los corazones y los pueblos. Venga a nosotros el Reino del Amor, y
confírmanos en la certeza de que tú estás con nosotros hasta el fin de los
tiempos. Amén.
José Lucio León Duque
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