José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 2 de diciembre de 2017

I° Domingo de Adviento, 3 de diciembre de 2017



Iº Domingo de Adviento
HAY QUE DESPERTAR
“Velen entonces, pues no saben cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes lo digo a todos: ¡Velen!” (Mc 13, 35-37)

Iº lectura: Is 63, 16-17. 19; 64, 2-7; Salmo: 80; IIº lectura: 1Cor 1, 3-9; Evangelio: Mc 13, 33-37

Una vez más las puertas de la esperanza reflejadas en el Adviento, se abren a todos los hombres y mujeres que desean formar parte de este itinerario que lleva a comprender una vez más que estamos llamados a ser luz en medio de la oscuridad. Somos obra salida de la mano de Dios, obra que pide el amor del padre amoroso y en el cual confiamos plenamente a pesar de nuestras debilidades. En el camino de la fe, el Señor no nos deja ni abandona. Él nos acompaña y nos enriquece en todo, “en el hablar y el saber” y no nos falta nada porque Dios nos da la gracia y los dones que necesitamos para dar testimonio de vida ante el mundo y en medio de él.

VIGILAR ES LA TAREA. Al inicio del tiempo de Adviento se nos pide estar vigilantes, despiertos y disponibles para recibir la gracia de Dios. No debemos dar espacio para que el enemigo se siga apoderando de nuestras vidas, sino que debemos orar constantemente para dar testimonio del Evangelio que nos transmite Jesús. Muchas veces nos dormimos, no permanecemos vigilantes sino dejamos que la apatía, la pereza y la duda invadan el corazón.  Cada vez que nos olvidamos de trabajar y servir por el Reino de Dios, estamos alejando la posibilidad de caminar con Cristo y en lo que transmite su mensaje. Estar despiertos es tener fe, es vivir esa fe desde el amor de Cristo para transmitir con las palabras y las obras ese amor a los demás. Esto demuestra la vía que debemos seguir, un camino de vida, de esperanza, de alegría en medio de las vicisitudes que se puedan presentar. Hagamos el propósito de ser luz en medio del pueblo, de recibir la salvación de la misma cruz, viviendo como hermanos de verdad, dejando de lado divisiones, rencores y todo aquello que nos pueda desunir.

LA MADRE DE LA LUZ

María Santísima nos anima y nos ayuda a vivir en esperanza y alegría; ella es ejemplo de fortaleza y sencillez para afrontar la vida como se debe y estar vigilantes a cada momento. Que nadie sienta en su vida que falta el amor de Dios, ya que todos estamos llamados a ser testigos del Evangelio viviendo en espíritu y verdad, la unión y el amor que todos los pueblos debemos llevar como única bandera y así obtener la salvación. Esto nos lleva a decir con convicción: unámonos en nombre de Dios para llevar a todos los lugares y a todas las personas el anuncio del mensaje de Jesucristo: oremos, unámonos y vivamos el Evangelio. Así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

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