José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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domingo, 2 de agosto de 2020

XVIIIº Domingo del Tiempo Ordinario, 2 de agosto de 2020


MULTIPLICAR, NO DIVIDIR
“…estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios...” 

I° lectura: 1Is 55, 1-3; Salmo: 144; II° lectura: Rm 8, 35.37-39; Evangelio: Mt 14, 13-21

Caminar juntos, vivir en comunión, estar unidos, participar en fraternidad y solidaridad… estas frases forman parte del lenguaje normal de un cristiano y es lo que debe hacernos sentir seguros que Jesús camina con nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Dios? Nada ni nadie.

Estamos unidos a Él en la medida que seamos verdaderos discípulos y seguidores no sólo de las palabras, sino de los hechos, las acciones, las obras que en el nombre de Él, se realizan. Hoy día se nos indican patrones o paradigmas a seguir. Son modelos que, en algunos casos, no responden a las verdaderas necesidades del hombre de hoy; en otros casos, son simplemente, aquellos detalles que cada corazón necesita para vivir en unidad y junto a Jesús. ¡Cuán rica y fructífera es la liturgia de la palabra de hoy! ¡Cuántas enseñanzas nos deja!

JUNTO A JESÚS… 

Se nos regala un episodio muy significativo del Evangelio: la multiplicación de los panes y los peces. Al respecto, hay algunos detalles que debemos y podemos tener en cuenta. Veamos. En primer lugar, debemos aprender a escuchar a Dios. Solo así podremos encontrar paz y tranquilidad, y nuestro corazón estará lleno de su amor y su espíritu. En segundo lugar, se nos pide estar junto a Jesús, no apartarnos de Él, no permitir que ideologías, pensamientos absurdos, acciones injustas, malas influencias y demás desordenes presentes en el mundo, nos alejen del más grande tesoro que es el amor de Jesús. En tercer lugar, ante nuestros ojos Jesús multiplica gracias, dones y bendiciones, es decir, nos regala a cada momento la posibilidad de encontrar la oportunidad para hacer el bien y no aparentar hacerlo o vivirlo. En cuarto lugar, se nos invita a cultivar siempre más el hecho de ser discípulos. El evangelio nos indica algo fundamental al respecto, como partícipes del banquete de Jesús: no hay que dejar que nuestros hermanos se vayan sin ser atendidos; sintamos compasión y misericordia hacia quien necesita de ello. Esto es fundamental en este momento en el cual tanto necesitamos de Dios¸ buscando la manera de ayudar a aquellos que por diversas situaciones están aislados, confinados, en lugares apartados pasando la cuarentena y recibiendo la ayuda de la Iglesia y de tantas personas que sienten y sentimos en el corazón el deseo de dar testimonio según el corazón del Resucitado.

En este sentido, el detalle de Jesús de no dejar ir a la gente con hambre, denota un sentimiento de amor hacia los demás. El maestro no nos deja sin alimento, hace de nosotros fieles deseosos de tomar el alimento de la palabra y aquel material. La Eucaristía, prefigurada en este episodio, es el centro de nuestra vida y nos permite ver en Jesús el maestro de los detalles de amor hacia Dios y nuestros hermanos más necesitados.

Seamos testigos de la multiplicación de los dones y gracias que Dios hace cada día en el mundo, dejando de lado cualquier indicio de división y odio, extendiendo como verdaderos discípulos en medio de la sociedad, el evangelio de la verdad y de la paz.

LA VIRGEN MARÍA, MULTIPLICA EL AMOR DE DIOS 

Nuestra Madre del Cielo, nos enseña a transmitir a los demás con sencillez y certeza, la insondable grandeza del Señor para con sus hijos. Ella es testigo fiel de lo que debemos hacer para convertirnos cada día más en discípulos de su hijo con el fin de llevar a todas partes su mensaje y su amor y así, caminar siempre junto a Él.

Demostremos nuestra sincera piedad y acción de cristianos en la devoción al Santo Cristo de La Grita, el Cristo del Rostro Sereno. Que su protección nos acompañe siempre y que todos podamos ser testigos del amor de Dios en medio de su pueblo.

Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.

#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
#YoSoyDevotoDelSantoCristo

José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

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