DEJARSE SEDUCIR POR DIOS…
“Si uno
quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi, la encontrará.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?”
I° lectura: Jer 20, 7-9; Salmo: 62, II°
lectura: Rom 12, 1-2; Evangelio: Mt 16, 21-27
“Tú eres
Pedro”, decía Jesús el domingo pasado.
Hoy dice, “aléjate de mi Satanás”. ¿Es incoherencia? ¡En
absoluto! Jesús nos reafirma que Dios nos ilumina y nos inspira. Él nos revela
a su hijo y nos permite tomar y llevar junto a Él, la propia cruz, aquella que
nos corresponde, solo así podremos salvar nuestra vida en el nombre de Dios.
Dejarse seducir por Dios, es enamorarse del Evangelio de la verdad, es ser
capaces de proclamar su nombre sin temor, es tener la valentía de llevar esa
cruz junto a Jesús y con Él.
PENSAR
COMO DIOS Y EN SU NOMBRE, NO COMO LOS HOMBRES…
La
liturgia de la palabra es un camino que nos exhorta a seguir luchando por el
Evangelio y el mensaje que transmite. Hoy
tenemos un esquema que podríamos tomar como parte de nuestro plan de vida.
En primer lugar, Dios nos seduce, nos regala su palabra y a
pesar de nuestra condición o situación, (I° lectura) nos invita a seguir
adelante y sentir en nuestra vida su amor total. En segundo lugar; si
nos dejamos seducir, podremos cumplir en plenitud la voluntad de Dios,
entregándonos en cuerpo y alma, dando lo mejor de cada uno “como hostia viva,
santa y agradable a Dios” (II° lectura). En tercer lugar, “cargar
la cruz” es la consecuencia de enamorarse de Dios. Quien ama de verdad y de
corazón, carga sinceramente con el peso que se presenta en la vida, con la
alegría que proporciona el amor vivido en Dios. Dicho amor se hace realidad en
la medida en que existe un acercamiento profundo al pueblo, al hombre de hoy,
al prójimo, a aquellos que piden justicia, solidaridad, paz.
Una vez
más se nos ratifica que Dios es quien nos hace capaces de vivir en el amor, es quien nos da la fuerza para caminar en un mundo lleno de
inseguridad, de injusticia y de desamor. En medio de esa falta de valores, está
la presencia de Dios, quien junto a todos y cada uno de nosotros, sus
discípulos, llena los vacios que existen y que sí son posibles colmar.
¡Esa es
nuestra cruz! Así es que empecemos a pensar
como Dios, no como los materialistas, los soberbios, los autosuficientes y
quienes, con ideologías absurdas, pretenden en muchas ocasiones, hacernos creer
que lejos de Dios estaremos bien.
MARÍA NOS
ENSEÑA A CARGAR LA CRUZ
María
Santísima, nuestra madre de la Consolación, nos da ejemplo para amar, llevar y
compartir la cruz de cada día. Ella
es mujer y madre que ama, que da la fuerza necesaria a todos aquellos que se
encuentran en dificultades, en problemas, en medio de zozobra y de falta de
amor. Ella nos muestra el camino que en nombre de Jesús debemos recorrer, sin
exclusión y con plena confianza en Él. Así sea.
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida,
Santo Cristo del Rostro Sereno,
te
pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en
ellas tenemos la confianza de
recibir
la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin
miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía,
de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros,
quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro
de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los
más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos
refugiamos en tu amor.
Señor de
la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en
esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así
sea.
#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis
de San Cristóbal
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