José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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domingo, 25 de octubre de 2020

XXX° Domingo del Tiempo Ordinario, 25 de octubre de 2020

AMAR A DIOS: INVITACIÓN, NO IMPOSICIÓN
“Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”

I° lectura: Éx 22, 20-26; Salmo: 17; II° lectura: ITes 1, 5c-10; Evangelio: Mateo 22,34-40
 
En nuestra vida cristiana, los pasos de Jesús se presentan como el camino del cual no nos debemos desviar. La liturgia hodierna es reflejo del ejemplo que Dios nos muestra, no solo para hoy, sino para toda la vida. "¡Ay de mí -afirmaba san Pablo- si no predicara el Evangelio! (1 Co 9, 16).”. Es una llamada que se nos hace, para seguir los pasos de Jesús, sus huellas, sus palabras, su vida. La palabra del maestro, va seguida de su ejemplo, de su misericordia, de su amor y de la paz de la que nos podemos llenar plenamente. La enseñanza del maestro es veraz y concreta: “Amarás al Señor, tu Dios…y a tu prójimo como a ti mismo”.

AMAR: OBJETIVO DEL CRISTIANO
 
En el camino que nos presenta el maestro del amor, tenemos un detalle importante: nos invita a amar a Dios y al prójimo. La primera invitación es total y plena, es un llamado a ver en la mirada de Dios, todo lo que necesita el hombre. Amar a Dios, un mandamiento, una llamada, no una imposición; una vía a seguir, no un camino de esclavitud. Cuando el hombre ama a Dios, encuentra en su alma la capacidad de corresponder a aquel que nos ha amado hasta el extremo. En Dios conseguimos la esperanza y confianza ante las dificultades y la fortaleza para poder ayudar al prójimo sin ninguna duda.
 
La invitación de amar al prójimo se basa en ello, no podemos amar a alguien si ese amor no viene de Dios. En el prójimo, aunque muchas veces nos cueste aceptarlo o vivirlo, está presente la imagen de Dios. Si miramos a nuestro alrededor, la invitación que se nos hace es para aplicarla en la vida cotidiana, sin temor ni con engaños, sino con la palabra que el Evangelio de la verdad nos enseña como discípulos de Jesús que somos.
 
Amar a Dios y al prójimo, nos da la autoridad para enseñarle al mundo, al hombre y a la mujer de hoy, que debemos salir de la oscuridad, de las misteriosas actitudes de quienes usan la religión como escape; de aquellos que, como los fariseos, buscaban en su momento hacer caer a Jesús en algo. Debemos actuar con fortaleza, decisión y convicción.
 
La misión a la que debemos acudir con urgencia y prontitud, está dirigida a los pobres y excluidos, a aquellos que no tienen esperanza, a los que por diversos motivos se sienten abandonados por Dios, a los que viven en dificultad y pierden la esperanza. Si estamos dispuestos a seguir los pasos de Jesús, estaremos dispuestos a vivir el Evangelio con seriedad, no solo de los labios hacia fuera, sino de corazón, como debe ser y como a Dios le agrada.
 
El amor que nos enseña Jesús es el camino que debemos seguir para lograr la felicidad. No seamos de los que ponemos pruebas a Jesús; no seamos como los hijos de las tinieblas sino como los hijos de la luz. La invitación es clara: vivamos el amor, seamos fieles propagadores de ello para poder dar testimonio del significado de ese amor al prójimo…

CON MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DEL AMOR
 
En el Magnificat, María Santísima nos enseña a proclamar la grandeza de Dios y de su amor. En ella se cumple la Palabra de Dios y a través de ella podemos hacer vida lo que su Hijo nos enseña. Ella, madre del amor, nos muestra el camino a seguir y cómo un verdadero cristiano debe ser testigo del amor de Dios en medio del mundo y de la vida cotidiana. Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.
 
#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
#YoSoyDevotoDelSantoCristo

 José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

 

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