José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 25 de junio de 2010

XIIIº Domingo del Tiempo Ordinario, 27 de junio de 2010


Amar para liberar…

“Hermanos: Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manténgase firmes, y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud. Hermanos, su vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche la carne; al contrario, sean esclavos unos de otros por amor.”


Iº lectura: I Re 19, 16b. 19-21; Salmo: 15; IIº lectura: Gal 5, 1. 13-18; Evangelio: Lc 9, 51-62


La Sagrada Escritura continúa cultivando el amor incondicional con el cual debemos seguir las huellas que Dios deja en nuestras vidas. Es un camino en el cual la llamada que Dios realiza se presenta en varios aspectos que serán tema de reflexión en este domingo. La vocación que hoy se nos muestra, se puede mirar desde algunos puntos de vista que, desde la creación del mundo, se revela en la acción de Dios: su palabra hace resplandecer el amor y la esperanza en medio de la oscuridad que muchas veces se nos presentan.


La vocación: camino de libertad

Una primera escena la encontramos en la vocación de Eliseo, heredero y discípulo de Elías, quien es revestido de una insignia profética y que, en adelante, tendrá abierto un nuevo horizonte, lleno de luz y a la vez atormentado. Una segunda escena la presenta San Lucas, quien presenta las palabras de Jesús como una propuesta radical y a la cual, cada uno de nosotros debe responder. Una tercera escena se muestra en la condición del Hijo de Dios: El no se apega a las cosas materiales y enseña a quien desea seguirlo, la pobreza que se debe vivir. Una cuarta escena se propone en el modo cómo se viven los afectos, que aún pareciendo paradójico, enseña a tener y practicar la prioridad al momento de manifestar nuestro amor a Dios. Todo esto se centra en la misma llamada de Jesús, quien en el Evangelio, muestra una vocación precisa: la cruz en Jerusalén. Hacia ella se dirige, con amor total e incondicional, con una exigencia que nos pide también a nosotros. Nuestra vocación por tanto, debe ser impregnada y vivida en el amor, en la misericordia, en la esperanza y en la libertad, solo así obtendremos la salvación que nos hará libres en medio de un mundo lleno de vicisitudes. Ella se presenta como una llamada, no como “dejar algo” o “alguien” para perder, sino “perder” para encontrar la vía que nos lleva al amor que Dios nos regala.


María Santísima: libre y humilde

Nuestra Madre del cielo nos enseña con su vida, como debemos ser: libres y humildes. Ella, madre de Jesús y madre nuestra, nos muestra un camino de salvación, el cual se hará vida cada vez que como ella digamos con fe y esperanza: “hágase en mi según tu palabra”; es la libertad y el compromiso que se traducen en la vida cotidiana, ayudando a todos sin excepción. Así sea.


p. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

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