¡Gracias Madre!
“Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.”
Iº lectura: Ap 11,19a; 12, 1.3-6a.10ab; Salmo: 44; IIº lectura: I Cor 15, 20-27a; Evangelio: Lc 1, 39, 56
Cada año los fieles, no sólo del Táchira, sino de otros lugares de Venezuela y más allá, se acercan a los pies de nuestra Madre de la Consolación de Táriba, para decirle ¡gracias! y también para pedirle por diversas necesidades. Sin duda alguna, siente lo que nuestras madres, experimenta en su corazón la angustia por nuestro mal comportamiento y a la vez la alegría cada vez que nuestra actitud está acorde a la voluntad de Dios.
María Santísima nos abraza a todos
La Virgen es seguridad y garantía, ya que a través de ella, llegamos a Dios. Ella es madre sin excepción, ella acoge en su corazón a todos sin distinción, ella une en su vida a tantos hijos dispersos que están en constante búsqueda del verdadero camino, ella nos abraza a todos. María Santísima, la mujer vestida de sol, la madre de la consolación, la madre de quien viene todo amor y comprensión, nos cuida, nos protege y nos invita también a ser constantes, fieles y sobre todo, a comportarnos como buenos hijos. La visita a su prima Isabel es un gesto que muestra, en medio de su silencio, el gran corazón que posee y por ello fue conveniente que desde lo alto, Dios se fijara en este ser especial y puro, tan maravilloso, sencillo y humilde. María es modelo de humildad y comprensión, en ella se conjugan todas las prerrogativas necesarias para convertirse, como lo hizo, en ejemplo para todas las generaciones. La sencillez de María engrandece su imagen, su figura y su vida entera, enaltece lo que en una nosotros debiera ser algo normal: el amor de Dios presente en la vida cotidiana.
María, ejemplo de la mujer de hoy…
María nos visita, nos acompaña, corre presurosa a atender a sus hijos.
¡Bendita tú María! Porque no te rebajaste, sino diste plenitud a la humildad que nace de un corazón sincero…
¡Bendita tú María! Porque gracias a tu disponibilidad, se abrieron las puertas del corazón de Dios para que todos pudiésemos recibir sus gracias…
¡Bendita tú María! Porque nos das a tu hijo, para que con su vida, muerte y resurrección, seamos bendecidos, amados y salvados.
¡Bendita tú María! Madre de la Consolación, pues a todos nos das la posibilidad de apoyarnos en tu regazo y comprender que en ti está el camino que nos lleva a Jesús…
Acudamos fieles a nuestra Madre de la Consolación, acudamos con humildad y con convicción, pidámosle con fe por nuestra patria, por nuestro estado, por nuestra diócesis y llevemos el más grande regalo que un hijo puede dar a su madre: fidelidad, obediencia y amor. ¡Gracias Madre! Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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