José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 3 de septiembre de 2010

Cargar con la cruz, no llevarla a ratos…

“Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mío”


Iº lectura: Sb 9, 13-19; Salmo: 89; IIº lectura: Flm vv 9-10.12-17; Evangelio: Lc 14, 25-33


El discurso que hace Jesús sobre el tema es motivo de escándalo para los que escuchan en aquel momento histórico, pero que ciertamente sigue vigente y toca a los hombres de hoy de una manera directa y personal. ¿Qué desea Jesús de sus discípulos? que nos acerquemos más a Él!; lo cual hace necesario preferirlo a Él, renunciando incluso a sí mismo, para así tomar la cruz y seguirlo…no a ratos, sino siempre.


La cruz ayer y hoy…

Al observar una imagen de Jesús en la cruz imaginamos los momentos difíciles y de dolor padecidos por Él y se nos achica el corazón ante las expresiones del rostro sufriente del hijo de Dios. Logramos por unos momentos, meditar sobre el sufrimiento que debió haber sentido por los azotes; por los clavos, por los insultos. Nos colocamos por unos instantes en el lugar de Jesús y podremos sentir además del dolor físico, uno igual o incluso más fuerte, que es el dolor de su corazón al sentirse abandonado por sus amigos e incluso traicionado por uno de ellos; por la humillación de la que fue objeto cuando lo escupieron y lo trataron mal; por la tristeza que debió haber sentido al ver que sus hermanos no creían en él. En ocasiones, nos volcamos en devociones ante una imagen de Cristo, pero no vemos la cantidad de crucificados que viven en la actualidad. Muchas personas son víctimas de la falta de amor que se traduce en faltas de respeto a los más simples y elementales derechos humanos. Tales transgresiones sólo pueden ser impartidas por quienes carecen de vida en Dios, ya que sólo así un ser humano podría convertirse en protagonista de secuestros, chantaje, violencia física, verbal y psicológica; calumnias, chismes, etc., en la que en último término se va deteriorando el rostro y la dignidad. En el cristiano, entran en conflicto dos realidades - la fe, la lealtad en Dios, por un lado; y la hipocresía, la maldad en su corazón, por otro - que son motivo de reflexión para muchos, que como testigos del amor de Dios, dirigen su mirada al mundo y manifiestan su solidaridad ante la gran cantidad de crucificados del mundo de hoy y asumen la responsabilidad de ser personas con deseos de reflejar el verdadero rostro de Dios.


María nos acompaña…

En el Calvario estuvo presente María, nuestra madre. Ella también lo acompañó en los momentos de dolor, nunca lo abandonó, y por ello se nos enseña seguir el via crucis cotidiano de la realidad que cada uno vive. Con María, seamos testigos de la renovación del mundo, seamos apoyo de los crucificados de hoy, ayudemos a construir de nuevo la dignidad perdida y el dolor permanente de muchos hermanos nuestros. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

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