María Santísima: ejemplo de armonía
y fraternidad…
“Que Dios…les conceda a ustedes vivir en perfecto armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios…”
A la luz de la Inmaculada Concepción de María Santísima Virgen María, continuamos nuestro itinerario de fe y esperanza en este tiempo de Adviento, tiempo favorable para nuestra salvación. La caída en el pecado por parte del hombre y de la mujer por influencia del demonio (Iº lectura); la invitación a salir de ese pecado y a vivir en unidad, armonía y paz (IIª lectura) y el anuncio del nacimiento de Jesús del seno virginal de María nuestra madre (Evangelio), reflejan la esperanza y la confianza que debemos tener en Dios y en la intercesión de nuestra Madre del cielo.
La alegría y la pureza de María
El dogma de la Inmaculada Concepción decretado por el Papa Pio IX en el año 1850, nos lleva, junto a las lecturas de este domingo, a reflexionar sobre algunos temas específicos: en primer lugar, debemos sentir la alegría que el adviento proporciona, el carácter penitencial que también propone y la presencia de María en este itinerario. Esto nos da la esperanza, nos da la fuerza para salir ilesos del pecado, para reconocer y no dejarnos influenciar por la tentación del enemigo que desea quitarnos la vergüenza para no ser fieles a Dios. La actuación de Adán y Eva en el jardín del Edén causa un efecto de tristeza por las consecuencias del pecado pero ello abre igualmente un camino: la esperanza de vivir en la luz emprendiendo el verdadero camino. En segundo lugar, se nos invita a vivir, con la gracia de Dios, en perfecta armonía y unidad. Este aspecto es necesario cultivarlo y mantenerlo ya que la unidad, junto con la armonía, ayuda al crecimiento espiritual del ser humano. En tercer lugar, junto a la caída del hombre y de la mujer y de la unión que se debe vivir en Dios, surge la figura de María Santísima. Su figura maternal nos da la certeza de ser hijos llamados a vivir en paz, unidad y armonía. María es la llena de gracia, es la elegida para ser la Madre de Dios, la madre de todos y cada uno de nosotros, la mujer decidida a enseñarnos que la armonía es posible, que la unidad es factible, que la pureza y la sinceridad son caminos de vida. María, la madre de este itinerario de Adviento, Madre Inmaculada, María de Guadalupe, la luz que enciende nuestros corazones nos muestra la vía a seguir: “Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho”. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmal.com
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