IIº domingo de Adviento
Convertirse y prepararse…
“Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos. Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: "Una voz grita en el desierto: preparada el camino del Señor, allanen sus senderos".”
Iº lectura: Is 11, 1-10; Salmo: 71; IIº lectura: Rom 15, 4-9; Evangelio: Mt 3, 1-12
Prepararse para la conversión, es una de las invitaciones que se nos regala en el tiempo de Adviento, de manera especial, en este segundo domingo. Se presenta la figura sencilla, austera y llena de fe del precursor. Su misión es la de preparar el camino del Mesías, llamando al pueblo de Israel a convertirse y arrepentirse de los pecados.
Preparar el camino…
Mientras continúa el camino del Adviento y nos preparamos para celebrar la Navidad, se verifica en nuestra sociedad el llamado de Juan, la voz que grita en el desierto, en el vacío en el que muchas veces nos encontramos. Es un llamado que motiva a abrir nuestros corazones y recibir al Hijo de Dios que viene en medio de su pueblo. Hoy está en juego nuestro destino: nuestro comportamiento hoy, será garantía de la recompensa eterna. Juan habla a través de los siglos, a todas las generaciones, a todos y cada uno de nosotros. Sus palabras, claras y duras, son alivio para el hombre de hoy, hombres y mujeres de nuestro tiempo, donde aún se perciben síntomas de mentalidades materialistas. La “voz que grita en el desierto” nos pide preparar la venida de Jesús, y ello se proclama en “los desiertos de hoy”, desiertos interiores y exteriores, sedientos del agua viva que es Cristo, que se dona a aquellos que tienen la disposición de vivir la conversión.
María nos enseña y ayuda a esperar…
En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. No dejemos pasar este momento favorable y recordemos siempre que alguien espera de nosotros la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.
P. José Lucio León Duque
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