“Tengan paciencia también ustedes, manténganse firmes, porque la venida del Señor está cerca.”…
Iº lectura: Is 35,1-6a.10; Salmo: 145; IIº lectura: St 5, 7-10; Evangelio: Mt 11, 2-11
Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El profeta Isaías deja ver la imagen fructífera del desierto que florece en nuestra vida, subrayando la alegría de poder cambiar o mejorar siempre más; se subraya la paciencia y el buen trato que debe existir entre todos, ya que el Señor está cerca, ratificando el inmenso amor de Jesús para los suyos resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros debemos poner en práctica.
Juan el Bautista, el mayor entre los nacidos de mujer…
El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia. Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio. Él predica en el desierto y justo allí florecen las esperanzas, es en el desierto donde germina el deseo de encontrar a Dios y seguir sus pasos. ¡Cuánto desierto encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje. Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan, el mayor entre los nacidos de mujer, nos motiva para ser testigos de lo que nos anuncia el Evangelio de la verdad...
María nos enseña y ayuda a esperar…
En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. No dejemos pasar este momento, recordando que alguien espera de nosotros la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, Madre Inmaculada, Virgen de Guadalupe, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.
P. José Lucio León Duque
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