“Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen,
igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las
ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas
las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo
Pastor.”
Iº lectura: Hch 4,8-12; Salmo: 117; IIº lectura: Jn 3,1-2; Evangelio: Jn
10,11-18
Contemplamos en este período los misterios Pascuales, y junto a ellos, celebramos a Cristo como el Buen Pastor. En el Evangelio de San Juan, Él usa esta imagen refiriéndose a Él mismo ya que es la puerta por la cual todos estamos invitados a pasar. Él es el Buen Pastor que conduce a sus ovejas por senderos tranquilos hacia los mejores pastos. Los que no permiten esto son ladrones y matan las ovejas sin ninguna compasión.
Comportarnos como pastores
Este
domingo, como cada domingo de Pascua, se nos habla del impacto que la presencia
de Cristo, resucitado de la muerte, tiene en cada uno de nosotros. Los
católicos hacemos vida en esta experiencia con la cual se promueven, se
aprenden y se viven las características sencillas de la vida cristiana: la
oración y la Eucaristía, la instrucción en la fe y las posesione en común. Cada
uno de nosotros debemos configurarnos al Buen Pastor, siguiendo sus enseñanzas,
su ejemplo y su presencia en medio de nuestros corazones. Siguiendo lo que nos
dicen las lecturas, vemos cómo se refleja lo que se hace en muchos momentos de
la vida: algunos juzgan si se vive en nombre de Jesús y si se predica el
Evangelio de la verdad. Más allá de esto, es necesario, junto con San Juan,
encontrar en Dios el sentido de nuestra vida cristiana, ya que somos hijos de
Dios y debemos luchar siempre por mostrarnos como tal. “Dios ha creado al
hombre a imagen y semejanza suya, pero sobre esta imagen se ha descubierto
tanta suciedad derivada del pecado, que la belleza de Dios casi no traslucía.
Por eso Dios se ha hecho hombre, y en Cristo podemos contemplar el rostro de
Dios y aprender a ser verdaderos hombres, a imagen de Dios…de este modo, Dios
nos invita a imitarlo, para que así en cada hombre trasluzca el rostro, la
imagen de Dios” (Benedicto XVI). Si el reflejo de nuestra vida es lo que
vivimos en nombre de Dios, podremos entonces sentirnos configurados a Él y
junto a ello, seremos testigos de la verdad, extendiendo el Evangelio a todos
sin exclusión.
María, madre del Buen Pastor
La vida y el
ministerio de María, es único e irrepetible, ya que es modelo de cada vocación
cristiana. María debe contar en la vida cotidiana de todos y cada uno de
nosotros, pues ella nos invita a seguir su ejemplo: “hagan lo que Él les
diga” (Jn 2,5); se nos invita, por tanto, a pedir su intercesión por todos
los pastores de nuestra Iglesia, por todos y cada uno de aquellos que viven en
Dios y a través de Él, se esfuerzan por ser verdaderos discípulos del
resucitado. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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