Siguiendo la luz,
llegamos a Jesús…
“¡Levántate, brilla,
Jerusalén, que llega tu luz”
¡Feliz
Año! La Navidad no termina. El gozo de la presencia de Jesús entre nosotros es
la luz que seguimos y que se presenta como el camino permanente que nos lleva a
la paz y a la plenitud del amor de Dios. La Epifanía es la fiesta de la luz; fiesta
de la estrella que guía con su luz la presencia del niño Dios y nos lleva hasta
Él para adorarlo.
Es la manifestación de Dios hecho hombre, no es la fiesta de
los magos venidos de Oriente. Es la fiesta del “sol de justicia que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en
tinieblas y en sombra de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.
Los
Magos, que no se sabe muy bien quiénes eran, peregrinan hacia Belén, hacia la
luz que les ha iluminado durante su viaje. La tradición popular indica que
estos magos representan toda la humanidad que busca desde siempre a Jesús y lo
encuentran en la humildad de un pesebre, en la sencillez de quien tiene buen
corazón.
Podemos
recorrer este camino de la siguiente manera.
En primer lugar: “Levanta la vista en torno, mira…”, hay que saber
mirar y observar, saber discernir lo que Dios nos indica y lo que quiere de
nosotros, para ello contamos con la oración.
En segundo lugar: para encontrar al Señor es necesario recorrer el
itinerario de fe que cada uno tiene en su vida espiritual. Es un viaje de
confianza en Dios, realizado con sabiduría y corazón.
En tercer lugar: los magos son personas que miran y van en la misma
dirección, observan el cielo y las creaturas, atentos a la estrella, atentos
entre ellos. Esa solidaridad y unidad debe ser un signo de lo que también nosotros
debemos hacer.
En cuarto lugar: no
hay que temer ante los errores que se puedan cometer. Los Magos también se
pudieron equivocar; llegan al sitio equivocado, hablan con la persona
equivocada, pierden la estrella, buscan un Rey y encuentran un niño. En este
camino Dios les habla, se manifiesta.
Él sabe
lo que debemos hacer y aún en medio de las dificultades, no nos abandona nunca;
“al ver la estrella, se llenaron de
inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y
cayendo de rodillas, lo adoraron: después, abriendo sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y mirra.”
Así
como los Magos no se rindieron y tiene la paciencia y la voluntad de comenzar
de nuevo, nosotros también debemos seguir la luz de la estrella que nos guía:
Dios con su amor, su misericordia y su paz. Debemos encontrar la alegría de ver
a Dios en nuestras vidas, en los más necesitados, a pesar de los “Herodes” que
deseen desviarnos del verdadero camino.
No
permitamos que la presencia de ese niño, Dios hecho hombre, encontrado en
nuestra vida, se esfume por negligencia, pereza o alejamiento de nuestra parte.
Confiemos nuestro corazón a María Santísima, La Virgen Madre, quien guardando
todo en lo profundo del suyo, nos invita a abrazar al niño Dios, sintiendo su
presencia de amor y de paz. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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