GRACIAS A DIOS POR LA FAMILIA
“Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado,
sea su uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura,
la comprensión. Sobrellévense mutuamente y perdónense, cuando alguno tenga quejas
contra otro.” (Col 3,12-13)
I°
lectura: Eclo 3, 2-6. 12-14; Salmo: 127; II°
lectura: Col 3,12-21; Evangelio: Lc 2, 22-40
Este domingo es la continuación
del itinerario que todo cristiano debe cultivar y construir: la vida en familia como don de Dios pidiendo
para ella y para el mundo su luz y su paz. Las lecturas de este día nos
preparan para comprender no sólo lo que es una familia, sino lo que en la vida
cotidiana debemos hacer: honrar los padres, sobrellevarse mutuamente,
perdonarse, ser luz y fomentar la unidad. Es el mensaje que la Iglesia
diocesana y universal nos presenta para ser vivido en medio de la familia y
junto a ella.
UN MENSAJE DE PAZ Y FRATERNIDAD
La vida de todos y cada uno de
nosotros debe ser testimonio de paz, de unidad, de armonía. Ello se consigue si
vivimos en el respeto, con educación, ayudando a quien lo necesita y
fortaleciendo nuestra fe. En medio del desinterés de muchos, tenemos el total
amor de Jesús que nos hace parte de su familia, aún en medio de las dificultades
que se nos puedan presentar.
Se nos propone para la
celebración de la jornada mundial de la paz, la importancia de entender el
hecho se sentirnos y ser hermanos: “Ya nunca
más esclavos, sino hermanos” (tema del mensaje para
la 48a Jornada Mundial de la Paz a celebrarse el 1 de enero de 2015). Todo
ello se une a la situación de todas y cada una de nuestras familias, las cuales
deben tener como tema principal de
oración, la paz y la fraternidad verdaderas.
Es necesario seguir pidiendo por
ellas, a fin de que sean fuente de la vida que experimentamos gracias a la
presencia de Dios. La paz y la
fraternidad deben ser el signo y el símbolo que acompañen la existencia de
tantas almas necesitadas de Dios; tantos hombres y mujeres sedientos de su
amor, deseosos de tranquilidad y de armonía; tantos niños que, más que un
juguete, necesitan cariño y ternura; tantos jóvenes que, más allá de vicios
cargados de curiosidad, necesitan una mano amiga, que les acompañe a ser
auténticos portadores de esperanza.
La paz y la fraternidad son signo de amor en la
familia cuando cada hombre y cada mujer asumen sus propios retos y sus propias
responsabilidades; cuando quienes gobiernan los pueblos del mundo se adhieren a
vivir en unidad y trabajar por ella; cuando quienes las predicamos, trabajamos
y luchamos por ellas teniéndolas en alto como el gran valioso tesoro que son.
En este domingo se nos invita a
valorar lo que tenemos: nuestros padres, hermanos, amigos. Se nos pide ser
testigos en espíritu y verdad del
amor de Dios, que se refleja en el rostro de tantos que viven con el deseo de
amar y compartir con los demás, en paz y hermandad.
JUNTOS CON LA SAGRADA FAMILIA
No dejemos
apagar la llama que la Navidad encendió en nuestros corazones. Seamos
esa luz que camina hacia los sitios más recónditos dónde necesiten de ella.
Llevémosla junto a Jesús, José y María, a todas las familias, a todos los
hogares y si a alguno de ellos no podemos llegar, dejemos que se extienda
gracias a los sentimientos de unidad, de fe y de hermandad que existen en
nuestras comunidades, cultivando aún más el deseo de evangelizar en espíritu y
verdad, siendo testigos de la paz y la justicia. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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