“¡SÍ QUIERO: QUEDA LIMPIO!”
“Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de
Cristo.” (1Cor
11,1)
Iº
lectura: Lev 13,
1-2.44-46; Salmo: 31; IIº lectura: 1Cor 10, 31-11, 1; Evangelio: Mc 1, 40-45
La enfermedad, vista como castigo, maldición
divina, consecuencia del pecado personal o de la familia en la tradición judía,
deja entrever lo que significa la plenitud del amor que se da en Jesús. Un
encuentro muy significativo que engloba el tema de este domingo: “si quieres puedes curarme” (Mc 1,40).
El leproso que se acerca a Jesús tendrá en su mente y en su corazón el deseo de
salir de esa situación en la que se encuentra para vivir de manera diferente.
EL TESTIMONIO, SIGNO DE PURIFICACIÓN
El Maestro envía al hombre apenas curado a
presentarse ante el sacerdote para que cumpla con lo prescrito. Es una
consecuencia de lo que se acaba de realizar: dar testimonio de lo que Jesús
puede hacer para que vivamos y estemos bien. En este sentido, debemos reconocer
cada vez más la importancia que tiene la evangelización como testimonio y
transmisión de la fe en medio de los pobres y excluidos.
Muchos hablan actualmente de ese tema, muchos se
consideran “salvadores” de aquellos
que están necesitados y olvidan que lo fundamental es el corazón de ese hombre
y esa mujer, que tienen dignidad ante la mirada misericordiosa de Jesús que les
dice “quiero, queda limpio” (Mc 1,41).
Él nos limpia, nos purifica, una vez nos toca y nos pide confiar en Él. Limpia
el corazón, el alma, todo nuestro ser. Hace de nosotros instrumentos de paz
para que junto a la limpieza, podamos albergar sentimientos de amor y de
justicia, para con nosotros y los demás.
Todos hemos sido limpiados, sanados, tocados por
Jesús. ¿Por qué nos empeñamos muchas veces a sentirnos autosuficientes? ¿Por qué
no dar el paso definitivo y nos abandonamos en las manos de Dios que repite en
los labios de su Hijo: quiero que quedes limpio, quiero que ames a Dios, quiero
que ames la Iglesia y el amor que de ella se extiende a todos? Hoy es un día
propicio para ello: dejémonos tocar por Él, seamos testimonios vivientes de la
purificación que realiza cada día en nosotros y con las palabras de San Pablo,
hagamos todo para gloria de Dios.
MARÍA BENDICE NUESTRA VIDA
El camino de la fe, itinerario de purificación, es
guiado por la figura maternal de nuestra madre del Cielo. Ella nos ayuda a
purificarnos intercediendo ante Jesús por todos y cada uno de nosotros. La
grandeza del amor está en aceptar con suma disponibilidad lo que Dios desea
para nosotros, su santa voluntad. Solo así podremos, de la mano con María,
ayudar a todos aquellos que lo necesiten. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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