LA GLORIFICACIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE
“Les aseguro que si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a
sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará
para la vida eterna.” (Jn 12, 24-25)
Iº
lectura: Jer 31,
31-34; Salmo: 50; IIº lectura: Heb 5, 7-9; Evangelio: Jn 12, 20-33
En el
camino interior que la liturgia nos invita a recorrer, tenemos la necesidad de
que Dios nos dé su mano. Hoy pedimos a Dios que venga en
nuestra ayuda para vivir en la caridad que impulsó a Jesús a dar su vida por
nosotros. Jeremías anuncia la nueva alianza que Dios hará con su pueblo, una
nueva unión interior que llama el corazón del hombre.
Nuestro camino espiritual se
traza en la persona de Cristo, Él aprendió a obedecer y ser fiel al Padre. A
mirar y vivir este camino interior de obediencia y felicidad es que estamos
invitados en el Evangelio, ello nos ayudará a vivir la nueva
alianza pre-establecida por Dios.
JESÚS NOS ATRAE HACIA ÉL
Son varios los personajes así
como las interpretaciones que podemos observar en la liturgia de la Palabra de
este domingo. Concretamente en el Evangelio, vemos la figura de los discípulos
que precedentemente eran llamados por Jesús, ahora es a ellos a quien se
dirigen a preguntar por El: “queremos ver a Jesús” (Jn 12,21).
Observamos en esto una línea de
contagio en el anuncio; la condición es la de seguir a Jesús, un ver teológico
en el cual no son suficientes los ojos del rostro, es necesario para ello la
mirada de la fe. Quien es auténtico
discípulo estará en grado de ver como ve Jesús, es decir, interpretar los
signos y acoger la presencia de Dios que viene a nuestros corazones. Jesús
nos atrae hacia Él para crear en nosotros un corazón puro, un espíritu firme,
un corazón que sea capaz de encontrarse con Él y mantener la comunicación
permanente con el Padre.
El camino interior que debemos
recorrer, se concreta entonces en seguir la cruz de Cristo, en el instante en
el cual sea elevado sobre la tierra atrayendo a todos hacia Él. El discípulo
que desea ver a Jesús, entrará en su misma vida solo si, cargando con su propia
cruz, sigue con amor el ejemplo de Cristo. Esta enseñanza debe ser transmisión
de vida, de esperanza y de resurrección, ya que tenemos los instrumentos
necesarios para obtener la salvación y la vida eterna.
Cotidianamente tenemos la
oportunidad de adquirir ojos capaces de ver y comprender más allá de la
apariencia, por encima de la superficialidad y sin perder la esperanza también
en los momentos de la pasión, humillación y muerte, convencidos de la presencia
de Jesús que nos dice: “donde esté yo, allí también estará mi servidor; a
quien me sirva, el Padre lo premiará” (Jn 12,26).
MARÍA, MADRE DE MISERICORDIA
El camino
de la cuaresma se identifica con la presencia de María en él. Su
corazón maternal nos guía y nos lleva de la mano a Jesús, haciendo de nuestro
itinerario, un momento favorable donde prevalece la misericordia, la oración,
el ayuno, la esperanza. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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