¡GRACIAS MADRE!
“Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos.” (Lc 1,51-53)
Iº lectura: Ap 11,19a; 12,
1.3-6a.10ab; Salmo: 44; IIº lectura: I Cor 15, 20-27a; Evangelio: Lc 1, 39, 56
Cada
año los fieles, no sólo del Táchira, sino de otros lugares de Venezuela y más allá,
se acercan a los pies de nuestra Madre de la Consolación de Táriba, para
decirle ¡gracias! y también para pedirle por diversas necesidades. Sin duda alguna,
siente lo que nuestras madres, experimenta en su corazón la angustia por
nuestro mal comportamiento y a la vez la alegría cada vez que nuestra actitud
está acorde a la voluntad de Dios.
MARÍA SANTÍSIMA NOS ABRAZA A TODOS
La
Virgen es seguridad y garantía, ya que a través de ella, llegamos a Dios. Ella es madre
sin excepción, ella acoge en su corazón a todos sin distinción, ella une en su
vida a tantos hijos dispersos que están en constante búsqueda del verdadero
camino, ella nos abraza a todos. María Santísima, la mujer vestida de sol, la
madre de la consolación, la madre de quien viene todo amor y comprensión, nos
cuida, nos protege y nos invita también a ser constantes, fieles y sobre todo,
a comportarnos como buenos hijos.
La visita a su prima Isabel es un gesto
que muestra, en medio de su silencio, el gran corazón que posee y por ello fue
conveniente que desde lo alto, Dios se fijara en este ser especial y puro, tan
maravilloso, sencillo y humilde.
María es modelo de humildad y comprensión, en ella se conjugan todas las
prerrogativas necesarias para convertirse, como lo hizo, en ejemplo para todas
las generaciones. La sencillez de María engrandece su imagen, su figura y su
vida entera, enaltece lo que en una nosotros debiera ser algo normal: el amor
de Dios presente en la vida cotidiana.
María
nos visita, nos acompaña, corre presurosa a atender a sus hijos.
¡Bendita
tú María! Porque no te rebajaste, sino diste plenitud a la humildad que nace de
un corazón sincero…
¡Bendita
tú María! Porque gracias a tu disponibilidad, se abrieron las puertas del
corazón de Dios para que todos pudiésemos recibir sus gracias…
¡Bendita
tú María! Porque nos das a tu Hijo, para que con su vida, muerte y
resurrección, seamos bendecidos, amados y salvados.
¡Bendita
tú María! Madre de la Consolación, pues a todos nos das la posibilidad de apoyarnos
en tu regazo y comprender que en ti está el camino que nos lleva a Jesús…
Acudamos
fieles a nuestra Madre de la Consolación, acudamos con humildad y con
convicción, pidámosle con fe por nuestra Patria, por nuestro Estado, por
nuestra Diócesis y llevemos el más grande regalo que un hijo puede dar a su
madre: fidelidad, obediencia y amor. ¡Gracias Madre! Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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