“Destierren de
ustedes la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y
toda clase de maldad. Sean buenos y comprensivos y perdónense los unos a los
otros, como Dios los perdonó, por medio de Cristo.” (Ef
4,31-32)
Iº lectura: 1Re 19, 4-8; Salmo: 33; IIº
lectura: Ef 4,30-5,2; Evangelio: Jn 6, 41 - 51
“Vengan a la Eucaristía, vengan…”. Con estas palabras el Santo Cura de Ars nos recuerda que, aún siendo
frágiles y débiles, necesitamos acercarnos a Jesús Eucaristía de manera
frecuente y sincera. “Yo soy el pan de vida” (Jn 6,48), nos dice el Señor en el Evangelio y se nos recuerda
con fuerza la necesidad de recibirlo en la Comunión y de esta manera,
participar en la vida divina y así salir victoriosos del pecado y las
tentaciones, corroborando aún más nuestra condición de cristianos.
“YO SOY EL PAN VIVO BAJADO DEL CIELO…”
Las palabras de Jesús están
llenas de amor y confianza. Su palabra es alimento que da la vida, y su vida es
alimento para el hombre. Jesús hace de
su Palabra alimento en cuanto habla de Dios, de su relación con el Padre y de
cómo debemos estar unidos íntimamente con Él para poder sentirnos y vivir como
verdaderos hijos de la luz, amantes de la Eucaristía.
La vida cotidiana es reflejo de la esperanza que tenemos en Dios. Los
detalles que podamos practicar hacia los demás, son la muestra de lo que
podemos y debemos hacer y de lo que Dios nos tiene preparado. Recibir al Señor
en su Palabra y en la Sagrada Eucaristía, nos hace fuertes y fieles
creyentes.
Él tiene lo que nos falta y lo que necesitamos; cerca de Él encontraremos
la paz, la fortaleza para hacer bien nuestro trabajo y el gozo en el servicio
al prójimo. El Pan Vivo bajado del cielo, nos guía por el camino de la vida y
seguirá siendo para nuestra alma, no sólo un punto de referencia, sino la
plenitud de la vida en Dios.
El Santo Cura de Ars nos recuerda: “Dios mío, concédeme la gracia
de amarte tanto cuanto yo sea capaz”. La oración, el sacrificio y el
servicio serán fundamentales para caminar juntos, unidos al Señor, aceptando su
invitación y agradeciéndole por su presencia real y verdadera en la
Sagrada Eucaristía.
MARÍA NOS ENSEÑA A AMAR A SU HIJO
María Santísima, nuestra madre
de la Consolación, nos da ejemplo para amar, llevar y compartir el pan
vivo bajado del cielo. Ella es mujer
y madre que ama, que da la fuerza necesaria a todos aquellos que se encuentran
en dificultades, en problemas, en medio de zozobra y de falta de amor. Ella nos
muestra el camino que en nombre de Jesús debemos recorrer, sin exclusión y con
plena confianza en Él. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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